Es inspirador leer sobre personajes que han tenido un papel determinante en la historia de las ideas, y uno de ellos, sin duda, es Adam Smith. El libro The Essential Adam Smith, de James R. Otteson, hace un interesante recuento de la obra y del contexto en el que se desarrolló quien se considera como el autor de una visión comprensiva de la economía en lo general y del capitalismo en particular. Matt Ridley, en su obra, The Evolution of Everything, incluso considera que las ideas seminales sobre la evolución corresponden a Smith, quien inspiró la obra de Darwin. Veamos.
Adam Smith nació en 1723, en la población de Kirkcaldy, en Escocia. Dedicó buena parte de su vida a la docencia —fue profesor de filosofía moral y lógica— y se planteó como objetivos de estudio definir los elementos que permiten construir sociedades que conviven en armonía y conocer las instituciones que hacen posible impulsar la prosperidad en las naciones. Para cumplir con su primer objetivo, en 1759 escribió el libro La teoría de los sentimientos morales y, con el fin de conocer los elementos que generan progreso en las sociedades, publicó en 1776 su obra más célebre: La riqueza de las naciones.
En su primer libro, Smith considera que las sociedades determinan lo que es moralmente aceptable con base en la interacción con terceros, quienes continuamente hacen juicios sobre nuestras acciones. Cuando se nos juzga positivamente nos da placer, por lo que tendemos a actuar de forma que logremos mayor retroalimentación positiva y minimicemos el rechazo social; es de esta manera como se generan las normas morales en una comunidad. Desde luego, éstas cambian con el tiempo en la medida en que la sociedad evoluciona —como ha sucedido con la visión sobre el divorcio, el papel de las mujeres en la economía y el respeto a diferentes culturas.
Otro tema sobre las virtudes morales en el que profundiza el libro, es la filantropía como un atributo superior, ya que consiste en generar acciones positivas, de manera voluntaria, para mejorar la situación de terceros. Implica costos para el benefactor —tiempo, dinero y otros recursos— y conocimiento de las necesidades del beneficiario —alimentos, medicinas, dinero—, por lo que esta tarea no debe ser encomendada al gobierno, quien, según Smith, desconoce las necesidades puntuales de las diferentes comunidades.
En donde sí es necesaria la acción del gobierno, de acuerdo con el libro, es en la impartición de justicia. Sus reglas básicas deben ser: no afectar la integridad física y la libertad de las personas, el respeto a la propiedad privada y el cumplimiento de los contratos entre las partes involucradas. Éstas son condiciones fundamentales para lograr que las personas desarrollen actividades que impulsan el progreso de la sociedad.
Una vez determinado el conjunto de comportamientos e instituciones que sientan las bases de la convivencia social y la legalidad, Smith se preguntó qué genera prosperidad en los países, lo que implicó la tarea de correlacionar cifras históricas de producción de diversos bienes, con las instituciones y las políticas económicas de diversas regiones durante una década.
En este estudio, Smith encontró que la principal característica que explica el avance de las economías es la división del trabajo, que implica fraccionar la producción de los bienes en diferentes segmentos. Ésta permite a cada persona especializarse en una sola tarea y ser más eficiente en ella —a diferencia de la producción del artículo en su totalidad, que provoca distracción con actividades dispersas—, impulsando la productividad del trabajo.
Ello genera producción excedente que se puede intercambiar por otros bienes creados por terceros, que a su vez producen más, gracias a la misma división del trabajo. La mayor oferta de bienes reduce los precios, lo que se traduce en mayores niveles de bienestar ya que hay cada vez más personas que pueden adquirir bienes y servicios.
Smith argumenta que cada individuo busca alcanzar el mayor rendimiento de sus recursos al menor costo y, también, que cada persona conoce mejor que nadie sus oportunidades y el contexto en el que puede actuar. A través de la famosa “mano invisible”, que es simplemente una analogía, dicha búsqueda del bienestar individual impulsará el progreso de la sociedad, debido a que el éxito personal depende de que nuestra actividad tenga valor para un tercero, quien de otra forma no se interesaría en lo que producimos. Es decir, sólo nos beneficiamos si beneficiamos a alguien más y, mientras más personas se sumen a la búsqueda de su progreso, lograremos mayor riqueza y bienestar. En este sentido, la economía no es un “juego de suma cero”, donde unos pierden para que otros ganen, un concepto que nunca entendieron los marxistas.
Adam Smith defiende las economías de mercado, en las que las personas son libres de buscar sus propios intereses y generar el círculo virtuoso de prosperidad a través del interés personal, por lo que busca eliminar: barreras a la entrada de nuevos competidores, restricciones al comercio, monopolios, así como controles de precios y otras medidas que distorsionan el libre flujo de información en los mercados. Dichos tratos preferenciales y privilegios indebidos fueron promovidos por los propios empresarios, enemigos de la competencia, que hacían todo lo posible por lograr que el gobierno protegiera sus negocios.
De esta forma, con instituciones que aseguren la impartición de justicia, las personas tendrán confianza para ahorrar, realizar inversiones, producir, comerciar y formar asociaciones que impulsen su beneficio y el progreso de la economía en su conjunto.
En cuanto al gobierno, Smith sostiene que su rol debe ser, primordialmente, proveer seguridad y justicia y proteger a los miembros de la sociedad de conflictos internacionales, así como construir infraestructura, siempre y cuando beneficie a la sociedad en su conjunto.
El pensamiento de Adam Smith ha sido fundamental para el desarrollo de las economías. Es claro que la estrecha relación entre el fortalecimiento de las libertades económicas y el cumplimiento del estado de derecho, son condiciones necesarias para el progreso y el bienestar de los países. No es difícil demostrar que las economías que cumplen con estas condiciones, son las que tienen mayores niveles de desarrollo, generan más recursos para reducir niveles de pobreza y alcanzan estándares de vida superiores en su población.
Por ello, en Grupo Salinas promovemos en nuestras actividades diarias y a través de diversas iniciativas, el fortalecimiento de instituciones que faciliten la formación de mercados libres, fomenten la creación de empresas y promuevan la competencia en todas las industrias, generando prosperidad incluyente. Tenemos la firme convicción de que el progreso resulta del círculo virtuoso en el que entornos de libertad propician la innovación, lo que genera mayor competencia en los sectores económicos e impulsa la prosperidad de las familias.
Presidente y Fundador de Grupo Salinas
https://www.ricardosalinas.com/
Twitter: @RicardoBSalinas
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