Recientemente publiqué (La iluminación de Bitcoin) junto con Pascal Hügli, Daniel Jungen y la editorial de mi amigo, Saifedean Ammous. Para mí, Bitcoin ha sido una experiencia reveladora; una vez que comprendes lo que significa esta , ya no puedes dejar de pensar en su impacto. Es imposible ignorar que el dinero fiduciario, o fiat —como el peso, el dólar, el yen, o cualquier otra moneda emitida por el banco central de un país— pierde valor segundo a segundo y que, al mismo tiempo, Bitcoin se revaloriza. Esa simple observación, reforzada por el hecho de que cada día más personas entienden que Bitcoin es el nuevo oro, explica por qué me he comprometido a difundir esta idea.

Vengo de una familia de varias generaciones de . Mi padre, en particular, promovía la moneda de plata sin valor nominal: quería que la pieza se revaluara al precio de mercado para que sirviera como ahorro accesible a la gente con pocos conocimientos financieros. Se pasó años impulsando ese proyecto, pero se topó con la realidad: la acuñación de monedas y la emisión de billetes están en manos del Estado, y los “gobiernícolas” son tan cavernarios que te golpean con su garrote si no obedeces. Esa gente detesta todo lo que sea una divisa fuerte, pues su negocio depende de que el papel se devalúe y ellos puedan gastar antes de que eso suceda.

Lo viví en carne propia. Recuerdo perfectamente agosto de 1971 cuando Nixon rompió la paridad oro–dólar: yo tenía dieciséis años y mi padre, muy alarmado, me explicó que el dólar estadounidense ya no estaba respaldado por el oro. Ahora solo era un token de papel que no se podía canjear por nada. El dólar se devaluó en términos de oro.

El mundo entero entró en una era de inflación que en México provocó una severa crisis en 1982, cuando el peso se desplomó de veinte unidades por dólar a tres mil. Cuando vives una devaluación así, es cuando entiendes la importancia de una moneda segura que no se devalúe.

Lamentablemente, el fraude del fiat es magistral: le roba el valor a las personas sin que se den cuenta. Debido a que no se puede intercambiar por nada más, entonces no hay límite para la oferta del dinero que se puede producir. Los gobiernos imprimen enormes cantidades; mientras nos partimos la espalda trabajando para ganar cada peso, ellos simplemente dan “clic” en un teclado y fabrican dinero de la nada.

Hoy en día, en el mundo digital, ni siquiera se tienen que imprimir los billetes, se fabrica el dinero simplemente oprimiendo un botón y aparece la representación en una pantalla. Ahora los gobiernos pueden robar con mayor facilidad y es exactamente lo que quieren hacer con las monedas digitales del banco central. Por eso estamos obligados a rechazar toda injerencia del gobierno en la fabricación del dinero: ES UNA ACTIVIDAD TOTALMENTE FRAUDULENTA.

Hay que resaltar que producir billetes (imprimirlos), no es crear riqueza. El dinero ha sido prostituido por el Estado y nos ha obligado a pensar en el corto plazo, a endeudarnos y a ser menos comprometidos con las generaciones futuras al fomentar el irresponsable gasto público. Todo lo que toca el gobierno se convierte en basura. Esa es la verdad y por eso Bitcoin resulta tan novedoso: es una forma de escapar del abuso gubernamental y recuperar nuestra libertad y tiempo.

El gran gobierno necesita el fraude fiat para mantener su gasto, pero en cuanto la gente adopta dinero seguro como Bitcoin, el monopolio se rompe. En ese sentido, Bitcoin no es solo tecnología: es una declaración política de independencia financiera.

Por eso es indispensable educarnos. Aprender es un proceso continuo que exige exponerse a ideas nuevas y a quienes las promueven. De eso trata el libro: de presentar la primera gran innovación monetaria en más de medio siglo y de reflexionar sobre sus implicaciones.

Mi consejo es sencillo: entra a Bitcoin, pon tus ahorros ahí y no te salgas. Mi portafolio personal es 80% Bitcoin (y mineras de Bitcoin) y 20% oro (y mineras de oro). Nada más. He llegado a esa posición después de ver, una y otra vez, cómo el dinero fiat se quema en las manos de quienes confían ciegamente en él.

Ahora bien, invertir no consiste en acumular cada vez más y luego morir sentado sobre una montaña de riqueza. El viaje de la vida es breve; hay que disfrutar el producto del trabajo sin olvidar que tenemos familia, hijos, nietos. Si todos procuráramos dejar un mundo mejor del que recibimos, actuaríamos con más responsabilidad. En ese sentido, Bitcoin no solo protege patrimonio: fomenta la mentalidad de largo plazo que el fiat corroe.

Al final del día, Bitcoin es libertad. Y la libertad es el suelo fértil donde crecen la innovación, la responsabilidad y la verdadera prosperidad. Espero que este libro te impulse, como a mí, a cuestionar todo… y a descubrir en Bitcoin una vía hacia la auténtica independencia financiera.

Presidente y Fundador de Grupo Salinas

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