Por JORGE SÁNCHEZ ARELLANO

México enfrenta una crisis humanitaria. Miles de personas desaparecidas, otras más, desplazadas de manera forzada de sus hogares y múltiples manifestaciones de violencia acompañan nuestro día a día, al grado de normalizarla e integrarla a nuestra cotidianidad. En este contexto, deberíamos ver una Comisión Nacional de los Derechos Humanos fuerte, acompañando a las víctimas de violaciones, pero en cambio, vemos un ente desdibujado, invisibilizado, burocrático en su actuar y distante de su tarea de velar por la promoción y la protección de los derechos humanos.

Esta situación nos revela el desafío que enfrentamos en la materia y la necesidad de fortalecer las agendas de seguridad ciudadana, bienestar social y desarrollo humano. Por ello, resulta indispensable que en este proceso de renovación sexenal que encabeza la Presidenta de la República, la CNDH juegue un papel fundamental para el restablecimiento del tejido social.

La Comisión ha oscilado entre el cumplimiento formal de sus tareas y una deuda con la sociedad, pues en su misión rectora de proteger los derechos humanos ha estado ausente. Por ello, mi planteamiento como candidato a presidirla es que la CNDH responda en una doble vía: la primera, la tradicional como defensor de la ciudadanía frente a los casos particulares de violación a los derechos humanos; a la que añadiría el ser facilitador de los procesos de adaptación que la Administración Pública Federal está obligada a seguir, a partir de la obligatoriedad en el cumplimiento de los Derechos Humanos contenidos en la Constitución, Leyes y Tratados Internacionales a los que México se ha adherido.

La segunda, sustentado en este nuevo modelo de gestión y operación, propongo la no reelección de su titular, pues esta acción tiende a generar incentivos perversos que contaminan el proceso de continuidad, desvirtúan la labor de quien ostenta la Presidencia y dañan irremediablemente la imagen y desempeño de la Institución.

Con la implementación de estas propuestas pretendo conseguir que la CNDH reduzca la brecha que ha generado con la sociedad, resarcir la deuda con las víctimas de violaciones y promover la dignidad humana que amparan los Derechos Humanos reconocidos en nuestro País. Por ello planteo fortalecer su actuación, reconstruyendo procesos y fundamentos normativos, con especial atención en las personas que laboran en ella; vincular de manera proactiva a las instancias de la Administración Pública, al ser quienes se encargan de acatar las resoluciones e implementar en su actuación la perspectiva de Derechos Humanos; consolidar alianzas con los sectores social y privado para ampliar el ejercicio y protección de los derechos en todos los ámbitos y agendas posibles, y la no reelección de su titular.

El desafío es enorme y elegir a nuevo responsable de la CNDH no es un tema menor, ya que urge transitar a un modelo que le otorgue seriedad a la defensa y protección de los derechos humanos; donde luchar contra la normalización de la violencia sea un objetivo diario; donde el acompañamiento a las víctimas de violaciones sea su labor prioritaria, y sobre todo, donde la política no sea el eje rector de la actuación de su titular. Devolvámosle la fortaleza a la Comisión, los mexicanos necesitamos un organismo comprometido con los derechos humanos, no complaciente con el poder.

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