Por Anna Romanelli

Emprender no es fácil, y hacer crecer un negocio lo es aún menos. En un mercado donde el en sus primeros años, sobresalir es un desafío. En el caso de las mujeres mexicanas, son por definición emprendedoras que buscan obtener ingresos adicionales (31%), seguir su vocación (27%) más que por razones lucrativas y que además, privilegian la flexibilidad laboral (17%), pues esta les permite equilibrar sus responsabilidades familiares, carga que recae de forma desproporcionada en ellas.

Estos datos, tomados de la , nos permite entender los motivos que impulsan a estas mujeres a emprender. Aunque su representación es de solo un 19%, en un universo de 8.6 millones de emprendedores en el país, de acuerdo con el INEGI.

Estas cifras indican una notable disparidad que limita las oportunidades de muchas mujeres con el deseo de crear sus propios negocios y alcanzar independencia económica.

Este deseo de flexibilidad convierte al emprendimiento en una alternativa viable para conciliar la vida personal y profesional, aunque limita el tiempo y recursos que pueden dedicar a sus negocios.

El perfil de las emprendedoras mexicanas también está marcado por su contexto generacional y familiar. En su mayoría, son millennials (58%) -nacidas entre 1981 y 1996- que se caracterizan por el deseo de independencia económica, resilientes, adaptativas y conscientes de las dificultades que enfrentan. Además, muchas son casadas y tienen hijos, lo que subraya su interés en sectores como el comercio, servicios y manufactura, especialmente en áreas como comida, tecnología y cuidado personal, de acuerdo con el INEGI.

Sin embargo, el 82% de las emprendedoras en México opera en la informalidad, un dato que destaca la necesidad de políticas que incentiven su incorporación al mercado formal, pues la informalidad las excluye de beneficios importantes como la seguridad social.

Invertir en mujeres emprendedoras es rentable y genera un impacto social significativo. A pesar de ser más de la mitad de la población, el 36% de las líderes de mipymes declaró que la falta de financiamiento para su proyectos es la principal barrera que enfrentan, lo que representa un nicho de mercado desaprovechado. Además, cuando una mujer emprende y aumenta sus ingresos, beneficia no solo a su familia, sino también a su comunidad, generando un efecto multiplicador conocido como el “círculo de influencia”, donde el bienestar económico de una mujer impulsa el desarrollo colectivo.

Es por ello que, promover el emprendimiento femenino no es solo una cuestión de equidad, sino una estrategia económica. Las empresas lideradas por mujeres no solo crean estabilidad para sus fundadoras, sino que también generan empleos y promueven el desarrollo en sus comunidades.

Un estudio de McKinsey Global Instituteestima que cerrar la brecha de género podría aumentar el PIB de México en un 43% para 2025, lo que evidencia el potencial del emprendimiento femenino en el país.

Programas como de Pro Mujer son esenciales para fortalecer este tipo de iniciativas, pues proporcionan capacitación en habilidades digitales, de liderazgo, gestión, desarrollo personal, finanzas y ventas, ayudando a miles de mexicanas a acceder a herramientas cruciales que faciliten su éxito. Emprende ha beneficiado a más de 20,000 mexicanas y a más de 100,000 emprendedoras en la región, permitiéndoles construir y fortalecer sus negocios, con su modelo de capacitación híbrido.

Los resultados de estos esfuerzos son alentadores: el 92% de las emprendedoras mexicanas afirma que su vida ha mejorado desde que comenzaron sus negocios, y el 95% espera que este se convierta en su principal fuente de ingresos. Estos datos evidencian que, a pesar de las dificultades, estas mujeres tienen un gran potencial para transformar su realidad y contribuir a la economía del país.

Gerente Global de Educación y Emprendimiento de Pro Mujer

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