Por Adriana Gidi y Manuel Pérez Jiménez
Nueve de cada diez adultos en México vivieron al menos una experiencia adversa en su infancia, según la primera encuesta nacional sobre ACEs (Experiencias Adversas en la Infancia, por sus siglas en inglés). Más alarmante aún, casi una cuarta parte de la población vivió cuatro experiencias adversas o más durante sus primeros años –un umbral que, de acuerdo con la evidencia científica, está asociado a un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud física y mental a lo largo de la vida.
Estas cifras fueron presentadas durante la segunda edición delForo Internacional de Primera Infancia, realizado el 20 y 21 de noviembre por el Centro de Primera Infancia del Tecnológico de Monterrey y Fundación FEMSA, y ponen en evidencia la magnitud de la adversidad infantil en México y la urgente necesidad de abordar esta problemática.
¿Qué son las ACEs y por qué es importante estudiarlas?
Las experiencias adversas en la infancia son eventos traumáticos o estresantes que, en ausencia de apoyo, pueden afectar el desarrollo de los niños tanto en el corto como en el largo plazo. Entre ellas se encuentran el maltrato físico o emocional, el abuso sexual, la negligencia o ser testigo de violencia doméstica, por ejemplo. Desde que se estudiaron por primera vez en 1998, se ha demostrado que atravesar cuatro ACEs o más se relaciona con un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud física y mental, incluyendo obesidad, depresión, adicciones y enfermedades crónicas.
El impacto de estas experiencias está profundamente ligado al estrés tóxico que generan. Este tipo de estrés, al ser prolongado, puede alterar el desarrollo cerebral y las respuestas fisiológicas al estrés, afectando la salud de manera duradera. Sin embargo, la evidencia muestra que sus efectos pueden ser mitigados o incluso prevenidos mediante experiencias positivas en la infancia (BCEs, en inglés), como contar con adultos que brinden un cuidado sensible y entornos escolares que fomenten la resiliencia.
Un diagnóstico para México
La encuesta nacional sobre ACEs en México, realizada por el Centro de Primera Infancia con el apoyo de Fundación FEMSA y a través del grupo de investigación para el bienestar integral en la infancia del Tecnológico de Monterrey, es la segunda en la región: la primera fue desarrollada en Chile en 2021 por el Centro Cuida. Ambas se enmarcan en el trabajo de La Tríada, una alianza estratégica entre la Universidad Católica de Chile, la Universidad de los Andes en Colombia y el Tecnológico de Monterrey. La encuesta en México adoptó una metodología similar a la utilizada en Chile, con el objetivo de comenzar a construir un panorama regional sobre las ACEs que permita diseñar respuestas efectivas para mejorar el bienestar infantil en América Latina.
Para el estudio en México se entrevistó a 1,448 adultos y se recolectaron datos y muestras biológicas de 200 niños de entre 3 y 5 años para medir el impacto del estrés tóxico en su salud. Los resultados son alarmantes: casi 9 de cada 10 adultos mexicanos reportaron haber experimentado al menos una experiencia adversa en su infancia, y el 23% vivió cuatro o más. Entre las ACEs más comunes destacan la negligencia física (60%), la ausencia parental (33%) y la exposición a violencia intrafamiliar o abuso de sustancias (30%). Cuando hablamos de negligencia física, nos referimos al incumplimiento de necesidades básicas como alimentación, higiene y sueño, o a la falta de cuidados debido al consumo de alcohol o drogas por parte de los cuidadores.
En la población infantil, 4 de cada 10 niñas y niños han experimentado alguna forma de adversidad, siendo la negligencia emocional y la separación parental las más frecuentes. Por negligencia emocional entendemos la ausencia de atención, apoyo, cariño, estímulo o protección. Además, las muestras biológicas recolectadas buscan aportar evidencia sobre cómo el estrés tóxico impacta en el organismo y el desarrollo de los niños. Los resultados de esta parte del estudio estarán disponibles en 2025.
¿Qué podemos hacer?
El momento de actuar es ahora. La evidencia científica demuestra que es posible contrarrestar los efectos de las ACEs mediante intervenciones oportunas y políticas públicas que promuevan el bienestar infantil. Esto incluye fortalecer las capacidades de los cuidadores, desarrollar programas de crianza positiva y asegurar que las escuelas y comunidades brinden entornos seguros y estimulantes para los niños.
Desde el Centro de Primera Infancia también estamos trabajando en colaboración con instituciones internacionales como el Children’s Hospital de Los Ángeles y la Universidad de Stanford para desarrollar metodologías innovadoras y adaptadas al contexto mexicano. Estos esfuerzos buscan no solo abordar las ACEs, sino también promover experiencias positivas que actúen como un escudo protector frente a la adversidad.
Transformar la primera infancia en México es un desafío que requiere el esfuerzo colectivo de gobiernos, empresas, sociedad civil y comunidades. El impacto de las experiencias adversas no es irreversible, y actuar hoy puede marcar la diferencia en el futuro de miles de niños y niñas. Como sociedad, tenemos la responsabilidad de transformar el comienzo de sus historias, asegurando que cada niño crezca en un entorno que les permita alcanzar su potencial.
Dr. Manuel Pérez, Director del Centro de Primera Infancia, y Adriana Gidi, Directora Asociada del Centro de Primera Infancia