Actualmente se encuentra en la cartelera teatral de la Ciudad de México Persona, una adaptación de la obra cinematográfica de Ingmar Bergman. El autor de la adaptación, productor y director es el reconocido actor Gutemberg Brito, quien consiguió de su elenco una emotiva representación del clásico con escasos diálogos, pero con interpretaciones de inmensa calidad actoral. Los juegos con la iluminación y el continuo acompañamiento musical en vivo complementan y enriquecen el montaje de tal manera que uno se siente en presencia de una obra maestra en el escenario. No deje de verla, es una exploración fascinante y atemporal sobre distintos temas clásicos desde la infancia y la relación entre una madre y su hijo, hasta las relaciones de pareja, el erotismo y la violencia doméstica. La obra goza de un toque de actualidad notable, pero es posible advertir sus raíces en lo mejor del arte fílmico del siglo pasado. Usted disfrutará de un té gratuito desde la comodidad de su butaca en el Teatro Salvador Novo del Centro Nacional de las Artes, a la vez que se deja deslumbrar por las interpretaciones de todos los artistas involucrados en el montaje.
Ahora bien, para propósitos de esta columna es muy importante destacar las grandes dificultades que le fue preciso remontar a los artistas, y en particular a Gutemberg Brito, para llevar a escena la obra. Los apoyos al teatro en México han disminuido drásticamente en los últimos años. No nada más los subsidios del gobierno federal, sino de los estatales y no se diga de las embajadas acreditadas en esta ciudad. Es conveniente hacer una reflexión sobre la falta de un público teatral, pues éste se encuentra mayormente interesado en grandes producciones comerciales, pero también sobre la posibilidad de desarrollar ese público mediante mejores incentivos y apoyos por parte de las instancias públicas y privadas. El director intenta producir una experiencia estética integral sobre los espectadores mediante distintos recursos escénicos, pero no ha conseguido atraer las multitudes que requieren este tipo de montajes para sobrevivir. La política cultural, que en México nunca ha sido prioritaria, se ha vuelto aún menos trascendente en la actual administración. Mucho ganaríamos con una política integral de fomento al teatro en tanto educador del gusto y la inteligencia de las audiencias. No en balde los pueblos con la tradición teatral más rica son los más libres y prósperos del mundo. Las compañías teatrales de renombre como la Comedie- Française, la Royal Shakespeare Company, o la Royal National Theatre en Londres constituyen motivo de orgullo internacional para Francia e Inglaterra respectivamente, mientras que entre nosotros la Compañía Nacional de Teatro y no se diga otras compañías más pequeñas como la que montó Persona en el CENART, apenas tienen visibilidad pública. No se requieren gigantescas erogaciones presupuestales, bastaría con mejores esfuerzos de publicidad en espacios como el metro, las paradas de autobús y las redes sociales de las autoridades culturales. Si en lugar de utilizar los canales de televisión pública para impulsar la agenda partidista del gobierno en turno se le diera espacio a los artistas mexicanos, la historia tomaría un curso distinto. La comunidad artística y cultural mexicana, igual que la científica, ha pagado caro su respaldo ciego y acrítico a López Obrador. Han recibido castigos presupuestales inconcebibles en administraciones anteriores. No obstante, debemos recordar que lo que México pierde en ciencia y cultura no es un daño exclusivamente a esos gremios en su funcionamiento contemporáneo, sino un perjuicio a las futuras generaciones de mexicanos. Sería momento de que la oposición se acerque a las comunidades intelectuales (artísticas y científicas) para establecer una propuesta conjunta con miras a la integración de una agenda compartida para 2024. La formación estética, cultural y científica de los mexicanos puede y debe ser una prioridad política.