El México que conocimos (¿o creíamos conocer?) ya no existe. El domingo se esfumó para siempre el modelo político de la transición. Las consecuencias e implicaciones de ello las iremos valorando conforme veamos los contornos del nuevo modelo. Por lo pronto, solo podemos analizar lo inmediato, vale decir, las causas del resultado y sus principales damnificados. Debería ser una lección de humildad para quienes nos dedicamos al análisis político, pero sabemos que no lo será. La arrogancia es uno de los defectos más irremontables. El domingo se desmontaron muchos mitos, o al menos eso espero. Primero, la autodenominada sociedad civil no tiene fuerza electoral alguna ni capacidad organizativa en las campañas. No es lo mismo ir a una manifestación cada cuatro o cinco meses a gritar insultos contra el gobierno, que ofrecerse como voluntario para representar a la oposición en las casillas durante toda la jornada electoral. No es lo mismo tuitear y retratarse con gente famosa que hacer campaña. No es igual el esfuerzo y trabajo diario de la militancia que el activismo ocasional de fin de semana. Todos tenemos el derecho constitucional de hacer política, pero es hora de reconocer que no todos estamos igualmente capacitados para ello. Por eso existen los políticos profesionales. Segundo, el voto oculto es como el verso de Calderón de la Barca “un frenesí… una ilusión, una sombra, una ficción”. ¿Dónde quedó el voto oculto a favor de Xóchitl? ¿Y los switchers y todo ese aparato matemático tan sofisticado? NO hay tal. Un engaño mediático. Tercero, el argumento de que las encuestas no sirven quedó brutalmente desmentido. Si en algo fallaron las encuestas fue en que se quedaron cortas para estimar la dimensión del triunfo morenista. Quienes las descalificaron porque han fallado en elecciones recientes y le apostaron a su intuición, son como esos que cambian la medicina moderna por el chamanismo. La primera tiene elementos científicos, la otra es superstición. Cuarto, los pronósticos de nuestros intelectuales más famosos fallaron estrepitosamente. Perdón, así fue. Yo los voy a seguir leyendo, me gusta su prosa, me parecen personas inteligentes, capaces de ver la realidad desde perspectivas e interpretaciones innovadoras. Pero está claro que como analistas de temas electorales no funcionan. Nos quedaron a deber por su desconexión de la calle y lo que piensa el votante de a pie.

Ya veo a toda la comentocracia culpando de esto a los partidos. “¡Xóchitl era una gran candidata, maldito PRIAN!” No aprendieron nada del fenómeno populista. Los caudillos populistas surgen precisamente cuando más se desacreditan y atacan las instituciones partidistas. Siempre me ha parecido muy pobre e intelectualmente limitado el análisis que culpa de todo al desprestigio de los partidos. El PAN tuvo resultados favorables (no diría que estupendos) para el senado en Aguascalientes y Querétaro. Retuvo la gubernatura de Guanajuato. ¿Qué quiere decir? Malos resultados a nivel nacional, pero las estructuras partidistas locales construidas a lo largo de los años, tan despreciadas por los intelectuales, siguen siendo importantes en los territorios donde sí existen y pesan en las elecciones. El PRI, el partido sobre el cual se dice que se trata del organismo político más despreciado de México, derrotó por 8 puntos a la influencer más famosa del país en Monterrey y aplastó esa frivolidad dipsómana que llamaron “la nueva política.” De nuevo, las estructuras. En todo el resto del país, los priistas perdieron abrumadoramente porque ya no tienen estructuras. Como partido, caminan hacia la desaparición, pues no le apuestan a crear nuevas estructuras sino a hacer más negocios con las pluris. Su militancia migró a Morena y no se preocuparon por renovarla estos seis años. El propio MC logró retener Jalisco gracias a su estructura local allá. Si hiciera falta más evidencia, la aplastante victoria de Morena y sus aliados en todo el país demostró que la construcción de agrupaciones paralelas como los servidores de la nación, las asociaciones de vecinos, los líderazgos de manzana, etcétera, son la base de una operación electoral eficaz. Los editorialistas le tienen asco a la gente de las colonias populares y por eso le llaman corporativismo a la movilización electoral. Mientras sigamos así, fallaremos. Mientras la oposición siga despreciando aspectos concretos como el territorio y el recorrido puerta por puerta, fracasará monumentalmente. Pregúntese usted cuántas brigadas opositoras vio en los semáforos de provincia, cuántos voluntarios tocando la puerta en las colonias para pedir el voto por Xóchitl Gálvez. Yo nunca vi ninguno. Vi de varios candidatos locales, pero nada de los nacionales. Salgan, por favor salgan ya del club de los industriales y los hoteles y auditorios de Polanco y Reforma. El país necesita una oposición en la calle, que se baje de la banqueta a sudar pidiendo el voto y convenciendo electores.

El análisis de nuestra comentocracia arrojará estos días el mismo amasijo elemental de lugares comunes “compra de voto”, “programas sociales”, “elección de estado”, “fraude”, “ignorancia”, “desinformación”. A lo mejor los ignorantes y desinformados en temas electorales son otros. Ellos no lo reconocerán, pero usted sabe si les sigue creyendo. El problema es que, por creerles a ellos en su diagnóstico, nos quedamos sin contrapesos republicanos y sin oposición efectiva para los próximos años.

Analista. @avila_raudel

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