El 24 de junio de 2013 Silvio Berlusconi, ex primer ministro italiano, magnate mediático y uno de los hombres más ricos de Italia fue encontrado culpable de los delitos de abuso de poder y abuso sexual contra la menor de edad Karima El Mahroug. La sentencia del tribunal de primera instancia condenaba a Berlusconi a siete años de prisión y le prohibía ocupar cualquier cargo público el resto de su vida. Un año después, una corte de apelación absolvió a Berlusconi de todos los cargos. Finalmente, en 2015, el tribunal supremo de Italia refrendó la absolución integral de Berlusconi, lo que le permitió a éste ocupar un cargo como miembro del Parlamento Europeo (2019-2022) y como senador de la república italiana (2022-2023). En los días de la absolución final del ex premier italiano, vacacionaba en Italia un magnate mediático estadounidense que seguía con muchísimo interés el proceso judicial de Berlusconi. El norteamericano empezaba a considerar la posibilidad de postularse a la presidencia de su propio país. Se llamaba Donald Trump.
Numerosos intelectuales hablan de que hemos entrado en la era postliberal, en un mundo populista, oligárquico, proteccionista, etcétera. Me parece más sugerente la interpretación de Timothy Snyder, el famoso historiador de Yale, autor de libros tan exitosos como Sobre la tiranía, El camino hacia la no libertad y el más reciente On Freedom. En una entrevista reciente, Snyder describía la llegada al poder de Trump como el inicio de la era de la impunidad en Estados Unidos. Le llama la era de la impunidad debido a que Trump fue condenado a “libertad incondicional” (sic) después de ser declarado culpable de 34 delitos graves de falsificación de registros empresariales para encubrir un escándalo sexual. El caso de Trump ilustra negativamente que ya no existe la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos en Estados Unidos, pues si usted ostenta una posición de poder, los tribunales no tendrán capacidad de sancionarlo. El famoso rule of law, o en la horrorosa traducción española “el estado de derecho (sic)”, sello distintivo de las democracias liberales, es ahora un slogan muy difícil de presumir. Y es que, en los últimos años también estuvo a la vista la manera en que se designaron por consignas ideológicas los jueces de la Suprema Corte estadounidense. Hasta ahí el argumento de Snyder. No obstante, su descripción de la era de la impunidad es ilustrativa de una tendencia internacional más amplia. Con el regreso a la presidencia de Donald Trump, Vladimir Putin ganará la guerra en Ucrania, quedando impunes sus actos de invasión contra un estado soberano. El precedente para derecho internacional será funesto.
En otras latitudes, el viernes pasado un juez boliviano emitió una orden de aprehensión contra el expresidente Evo Morales después de que éste no se presentó ante un tribunal por la acusación de abuso sexual contra una adolescente con quien tuvo un hijo en 20216. Como se sabe “Evo es pueblo”, así que la izquierda se rehúsa a condenarlo por sus acciones de pederastia, luego de que incluso el gobierno mexicano lo paseó como héroe en un avión de la fuerza aérea. El dirigente populista vive atrincherado en la provincia del Chapare, en Bolivia, la sede de los sindicatos cocaleros que lo protegen para evitar su detención hasta con “tres cordones de seguridad”, según la agencia AP. Las democracias liberales son (¿eran?) por encima de todo democracias constitucionales, vale decir sistemas políticos donde el poder se subordina al derecho para que no exista ningún poder absoluto ajeno al control jurídico. Si la democracia liberal más antigua del mundo no se sujeta a derecho, será difícil que otros regímenes híbridos y/o no democráticos lo hagan. Piense usted, finalmente, en la llamada reforma judicial mexicana, donde fueron removidos todos los jueces para garantizar que el pueblo escoja otros completamente sometidos al poder ejecutivo. Estamos pues, como diría Snyder, en la era de la impunidad.
Analista.
@avila_raudel