La semana pasada murió en México, a los 103 años de edad, don Fernando Rodríguez Miaja , último oficial sobreviviente de la Junta de Defensa de Madrid durante los días finales de la guerra civil española . La noticia pasó absoluta y vergonzosamente inadvertida en la prensa mexicana. Ingeniero militar de formación, Fernando Rodríguez Miaja sirvió como secretario particular del general José Miaja, gran defensor de Madrid al final de la guerra. Rodríguez Miaja era el último combatiente republicano vivo de aquel conflicto.

El Colegio de México publicó sus memorias tituladas Testimonios y remembranzas. Mis recuerdos de los últimos meses de la guerra de España (1936-1939). Ahí, Rodríguez Miaja detalla el trauma de haber perdido la guerra y la inmensa gratitud por el recibimiento que el pueblo mexicano dispensó a los exiliados. Después del estruendo de los bombardeos, el sonido nuevo e inolvidable de las marimbas veracruzanas al desembarcar en este país. Me interesa resaltar las inquietudes políticas de don Fernando antes de morir. No tuve la fortuna de tratarlo personalmente, pero lo escuché en conferencias. En internet es fácil encontrar numerosas entrevistas a su persona. Tenía una preocupación recurrente por el resurgimiento de los autoritarismos en el mundo. Todavía en 2019, durante una ceremonia confesaba su “miedo” por la irrupción de nuevas fuerzas extremistas. Entrevistado, manifestaba “los demócratas pensábamos que se había derrotado a la reacción y que caminábamos ya hacia un mundo de libertad. Desgraciadamente resultó que la vida del mundo es circular. Estamos iniciando otra vez…”

Habiendo vivido en carne propia el odio de una población ideológicamente dividida, Rodríguez Miaja veía con desagrado la polarización inducida desde el poder. Escribió “el hecho de tratar los problemas de España desde distintos puntos de vista, incluso opuestos en la mayoría de los casos, de ninguna manera autoriza a descalificar al contrario de una manera tan burda.” La victoria del franquismo en España supuso la entronización de un caudillo machista, sin mundo, intelectualmente insignificante, enemigo de la ciencia a la que le retiró el presupuesto, predicador intensamente religioso y obsesionado con la moral. Además, entregó el poder a los militares. Persiguió a intelectuales y científicos que pensaban distinto, les obligó a huir. Entre otras cosas, esto le costó a España quedar a la zaga de las naciones europeas. Sus universidades siguen muy atrás de las francesas, alemanas y no se diga las británicas. Decía Enrique Tierno Galván, profesor universitario toda la vida, que la pequeñez científica de las universidades españolas explicaba que, a diferencia de otras naciones industrializadas, España siempre tuvo grupos dirigentes, pero jamás una clase política. Nadie esperó nunca que una universidad española desarrollara la vacuna contra el coronavirus. La fuga de cerebros españoles fue para provecho de la UNAM y El Colegio de México.

De don Fernando podría decirse lo mismo que del general Miaja. “Cumplidísimo caballero en toda la extensión de la palabra, hombre de pocas palabras, de llaneza brusca y sincera.” Galante con las mujeres hasta el final, en una mesa redonda, con más de cien años a cuestas, Rodríguez Miaja ruborizó a la periodista Laura García elogiando públicamente su belleza. Decía un poeta que la guerra civil española la ganó México, por los incontables beneficios que nos dejaron los transterrados en todas las áreas del conocimiento. Figuras como Rodríguez Miaja siguieron dando valiosísimas lecciones y advertencias para el cuidado de nuestra libertad hasta el fin. George Bernard Shaw escribió que lo único que aprendemos de la experiencia es que los hombres no aprenden nada de su experiencia. Ojalá no sea el caso respecto al legado del exilio español en México.

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