Desde la llegada al poder de este gobierno, los referentes internacionales de la discusión pública mexicana volvieron a ser los irrelevantes y atrasadísimos países latinoamericanos. La insignificancia intelectual, cultural, política, económica, militar, científica y tecnológica de América Latina se pasa por alto, pues la izquierda mexicana no sabe idiomas y se aferra a esta región para presumir alguna mirada internacional. En sexenios anteriores, México ya se comparaba (para mejorar) con los países de la OCDE y con las dos potencias industriales de América del Norte, a cuyo mercado pertenece gracias a un tratado comercial. Como un equipo de futbol al que obligan a bajar a segunda división, las plumas del régimen y sus simpatizantes en redes devolvieron el análisis al vecindario latinoamericano del subdesarrollo en todos los órdenes. Por algún motivo, creen que lo que suceda en Perú, Bolivia o Argentina tiene importancia para el resto del mundo. No solo eso, se le atribuye a las elecciones en esos países una trascendencia geopolítica desproporcionada. Es preciso imprimirle tintes épicos a la gesta de los populistas latinoamericanos. En estos días, el sonsonete de moda es rasgarse las vestiduras y gritar “¡ganó un fascista en Argentina! Prendan las alarmas”, aunque solo se hayan celebrado elecciones primarias, ni siquiera los comicios presidenciales reales. Como si la presidencia de Argentina, un país que no produce nada que no exista en otras veinte o treinta naciones y cuya relación comercial con México es insignificante, pudiera cambiar algo en el mundo. La presidencia de Argentina no modificará el curso de la guerra en Ucrania, no va a desestabilizar el euro, tampoco cambiará el resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses en 2024, ni afectará en lo más mínimo los cálculos chinos en torno a invadir o no Taiwán. En la medida que lleva décadas gobernada por el neoperonismo, la burocracia argentina se ha empeñado en robarle sus impuestos a los argentinos y con ello subsidiar electoralmente los movimientos filochavistas en otros países de la región. En suma, Argentina es nada más otro país sudamericano expulsor de migrantes debido a la tragedia humana del subdesarrollo, a pesar del desmesurado ego argentino. No es una referencia positiva en nada. Sirve, si acaso, como ejemplo de cómo tirar por la coladera la prosperidad y condenar un país a la miseria, la demagogia y el populismo.
No defiendo a Milei. Es un personaje impresentable, pero también internacionalmente irrelevante. Digo que se atribuye una jerarquía desmesurada a las elecciones primarias de un país periférico para volver a salir con el cuento de Pedro y el lobo. “Ahí viene la derecha”, “nos quieren quitar nuestros derechos”, “una ola de fachos crece, cuidado México.” Seguramente se refieren a todos los derechos de alta calidad ganados por Argentina, con su sistema de seguridad social primermundista y ejemplo planetario. En el caso de Argentina, como en el de casi toda la región, el único derecho es a la miseria, pues el país se descalabra año con año en todos los indicadores económicos sin importar quién gobierne. Pero la izquierda latinoamericana es incapaz de cualquier autocrítica. Es que Cristina es mujer, por lo tanto, debe ser buena gobernante. Es que los neoliberales quieren dar un golpe de estado, es que la prensa está controlada por la derecha. Es que esto y aquello. Mientras sigamos en un ejercicio de justificación de todos aquellos políticos que guarden afinidad ideológica con el gobierno mexicano, no será posible un análisis realista de lo que podemos aprender del exterior. “No llores por mí Argentina” dice la canción. Pero sí, mejor sí llora por México que se empeña en seguir ciegamente tu camino catastrófico.