El doctor Luis Rubio es uno de los analistas políticos mexicanos más prestigiados en nuestro país y en el extranjero. Acaba de publicarse su nuevo libro ¡En sus marcas! México hacia 2024, en el cual se ocupa, entre otras muchas cosas, de los desafíos que enfrentará el país una vez que concluya la actual administración.

1.- Este libro refleja un tono relativamente pesimista. ¿Han disminuido sus expectativas de largo plazo respecto al futuro de México?

El país cambió de curso en su afán por desarrollarse desde los ochenta, pero se encontró con múltiples obstáculos, esencialmente de carácter político, para los cuales aquellos gobiernos probaron ser incapaces de enfrentar. El presidente López Obrador llegó al gobierno sin esos compromisos o ataduras, lo que le confería la enorme oportunidad de emprender reformas cruciales en materia política que efectivamente liberaran al país para que pudiera sumarse a las naciones más exitosas del orbe, pero dejó pasar la oportunidad al intentar regresar a un pasado inasible, pero también indeseable. De ahí las preocupaciones que el libro refleja.

2.- Su confianza en la vigencia del liberalismo como propuesta para una vida digna se mantiene en este libro. ¿Cómo asegurar la sostenibilidad y respaldo popular al modelo liberal en el siglo XXI?

Basta observar la creatividad del mexicano y su ansia por desarrollarse para percatarse que es inmenso el potencial del país como sociedad liberal y economía de mercado. Los vendedores en las calles, los migrantes que buscan mejores oportunidades y los milusos son ejemplos palpables tanto del espíritu como de las enormes carencias e insuficiencias del sistema educativo, de salud y del gobierno en general. El problema no es de respaldo popular sino de capacidad (y disposición) gubernamental para crear condiciones para el desarrollo.

3.- Lleva usted una vida dedicada al estudio de las relaciones entre México y Estados Unidos. ¿Cuál es su apreciación del horizonte de estas relaciones a partir de 2024 y para los próximos años?

Estados Unidos sigue siendo el mercado más grande del mundo y, por lo tanto, nuestra gran oportunidad para producir y exportar bienes y servicios. La relación siempre será compleja, pero como pudimos observar en las décadas pasadas, esa complejidad se puede administrar cuando hay voluntad para ello pero, sobre todo, cuando hay claridad del objetivo que se persigue. Si México “se pusiera las pilas,” como dice el anuncio, y avanzara su desarrollo en parte explotando las ventajas de la vecindad, poco a poco iríamos disminuyendo las brechas en niveles de desarrollo y, por lo tanto, las fuentes de conflicto. La oportunidad es inmensa; la pregunta es si la aprovecharemos.

4.- ¿Qué puede hacer México para mantener relaciones sanas con China y Estados Unidos en el marco de un conflicto tan profundo entre estos dos países?

El conflicto Estados Unidos-China no tiene visos de solución, lo que eleva los riesgos a nivel global, pero para México esto constituye una gran oportunidad para atraer inversiones que, en otras circunstancias, habrían ido al gigante asiático. Por otro lado, las circunstancias geopolíticas hacen de la relación México-China un factor triangular: no es casualidad que la inversión china en México sea muy inferior, proporcionalmente, a la que caracteriza a otras naciones de la región. México se encuentra en la zona de influencia norteamericana y es en ese contexto que debe entenderse este complejo triángulo.

5.- En su libro usted detalla toda una serie de propuestas para que el próximo gobierno retome el rumbo. ¿Cuáles serían las medidas más urgentes que usted le propondría a los candidatos presidenciales?

Me parece que lo crucial no es retornar a un pasado que fue reprobado por el electorado, sino adoptar un objetivo transcendental que sume a toda la población y que, por lo tanto, contribuya no sólo al progreso del país, sino a disminuir o eliminar las tensiones políticas que nos caracterizan. Mi propuesta sería que adquiramos una verdadera obsesión por el crecimiento acelerado. Una vez encarrerados en eso, todos los problemas y obstáculos se pueden, primero, identificar y, segundo, encarar. Un objetivo grande, que atraiga y entusiasme a todos, obligaría a resolver problemas y enfocaría a toda la población, desde el presidente hasta al más modesto de los ciudadanos, en la solución de problemas.

6.- Usted analiza pormenorizadamente las inercias ideológicas y administrativas que lastran el desarrollo del país. ¿Por qué no han sido superadas en tantas décadas y cómo vencerlas?

No son tanto las inercias, como los intereses pequeños que se convierten en enormes obstáculos al distorsionar tanto los procesos políticos como en materia económica. La ley electoral consagra a tres partidos en un mundo de privilegios que les quitan todo incentivo a buscar el poder, supuestamente su razón de ser. Un sindicato puede obstaculizar la inversión en todo el sur del país, condenándolo a la pobreza. Favores fiscales o en materia arancelaria distorsionan todos los procesos productivos. El país está lleno de estos elementos que parecen pequeños, pero que al sumarlos se tornan en obstáculos hasta ahora infranqueables.

7.- En esta obra usted aborda la disputa entre democracias y autocracias. ¿Siente confianza en la victoria de las democracias? ¿Qué papel desempeña México en este conflicto?

México tiene una democracia extraordinariamente frágil que se ha debilitado todavía más en este sexenio, convirtiéndonos en uno de los ejemplos de la batalla en esta materia. Pero los avances y retrocesos en términos de democracia dependen no sólo de la voluntad de los políticos, sino de que la ciudadanía asuma su papel y fuerce a los políticos a someterse a la ley, rendir cuentas y dejar de violar sus derechos. México ha avanzado algo en esta materia pero su futuro democrático todavía está en veremos.

8.- Algunos establecen escenarios apocalípticos en torno a la inteligencia artificial. ¿Cuál es su valoración de este tema?

Yo sólo leo al respecto y disto mucho de haber entendido todas sus implicaciones, pero es claro que se trata de una fuerza que va a cambiar al mundo. Sin duda, alterará los mercados de trabajo, la forma de producir y la manera en que interactuamos las personas. Lo que es extraordinariamente preocupante, lo digo como lego en la materia, es el potencial de distorsión que entraña para los intercambios políticos. Me explico: si se le pueden poner palabras que nunca dijo en la boca de un presidente o se puede crear un ambiente de belicosidad, todo ello de manera artificial, entramos en un espacio en el que nada es real y la política deja de ser algo comprensible. Es decir, pasamos al mundo de la manipulación en el que, al final, nadie sabe para qué o para quién trabaja o, en última instancia, para qué existimos. No lo digo en tono apocalíptico, pero el inmenso potencial creativo también tiene su otra cara. La verdad es que todavía no sabemos nada de este nuevo mundo.

9.- La modernización educativa es una de las prioridades en su libro. ¿Cómo lograr una puesta al día de la educación de la mano del sindicato?

El problema no es el sindicalismo. Ese es un obstáculo que todo mundo tolera porque quienes requieren la formación y las habilidades que la educación debe proveer no lo demandan. El país es muy poco productivo y agrega poco valor porque la educación impide que eso cambie. Mientras no tengamos una presión generalizada por transformar al sistema educativo, ese pequeño impedimento que es el sindicato seguirá siendo un muro avasallador. Por eso digo que lo urgente es una obsesión por el crecimiento.

10.- Usted subraya la inaceptable desigualdad entre el norte y el sur del país. ¿Es posible remontar esa desigualdad en el curso de nuestras vidas?

Por supuesto que es posible, pero se trata de un desafío político, el de vencer a los cacicazgos que se benefician de mantener oprimido a todo el sur del país. Ni se enfrentan esos cacicazgos ni se desarrolla la infraestructura. No es culpa del norte: es responsabilidad de quienes toleran, o se benefician, de que se preserve el statu quo en esa región. Y eso lleva décadas. El enorme número de oaxaqueños exitosos en Chicago es prueba de que el impedimento no es la ciudadanía sino el entorno político que permite que exista.

Muchas gracias por la entrevista doctor Rubio.

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