En la ocasión anterior dejamos al doctor Newman preocupado por la pregunta principal de la reforma. ¿Cuántos votos se llevará la oposición? La primera y segunda parte de esta entrevista pueden leerse aquí:
https://www.eluniversal.com.mx/opinion/raudel-avila/como-se-hizo-la-reforma-de-don-jesus-parte-1/
https://www.eluniversal.com.mx/opinion/raudel-avila/como-se-hizo-la-reforma-de-don-jesus-parte-2/
Por favor prosiga doctor.
Fue un constante subir y bajar. En la izquierda había gente muy instruida capaz de sostener grandes discusiones doctrinarias, pero la mayoría eran figuras panfletarias que en corto llegaban a preguntarte qué es un distrito. El director del registro electoral llevaba 14 años en el cargo, y veía con gran gusto cambiar de chamba pues ya estaba muy cansado. Pero si no había otra oferta, prefería quedarse. La mejor oferta era “yo colaboro, les enseño cómo funciona todo lo electoral, pero ayúdenme a colocarme.” Y don Jesús “qué pasó con esto Newman y qué pasó con aquello”. Levantamos encuestas rancheras, pues no había dinero ni mucha costumbre de hacer encuestas en SEGOB. El estudio de cuestiones electorales en México en esos años era un exotismo. Lo más elaborado que nos decía la gente seria era “es posible que la izquierda tenga votación alta en las zonas en las que tiene anidación. En las que no, pues no.” Y yo les pedía más precisión. “Bueno, por ejemplo en Monterrey la izquierda no saca un voto, pero si te fueras a Guerrero, ahí sí.” Luego la cuestión de la cartografía, que es un asunto muy técnico. Yo preguntaba a don Jesús cómo íbamos a hacer eso si la institución no tenía cartógrafos. No era cosa de agarrar el mapa y dibujar un croquis. Traté de investigar quién hizo la cartografía vigente. Nadie sabía, pues se había trazado hacía 30 años aproximadamente. ¿Y cómo dividieron los distritos? ¿Con qué criterio? Entonces le hablaba a un delegado. “A ver delegado ¿cómo trazaron la cartografía y los distritos en tu estado?” Y la respuesta “Newman no sé, yo cuando llegué, ya estaba eso. Había que dividir el estado en 8 y así se dividió.” De acuerdo, respondía yo, el número de 8 divisiones estaba claro, pero porqué lo dividieron con ese trazo y no con otro. Cómo definían el tamaño de un distrito respecto a otro. “No pues ahí sí no sé Newman.” El nivel técnico de los funcionarios era bajo, ahora imagínate el de los partidos. No había computadoras, las listas se hacían a mano. Entonces supongamos que había elecciones en Chihuahua. Cuando te expedían tu credencial se enviaba una copia al municipio (amarilla), otra al estado (rosa) y una más (verde) al archivo nacional. Puesto que se trataba de elecciones locales, no tenía caso pedir el trabajo al archivo nacional. Entonces hablábamos al estado. “A ver delegado, ¿tienes ordenadas tus copias de las credenciales?”. “Ordenadísimas licenciado.” “A ver enséñame el orden”. “Es que mire usted, los paquetes más recientes aún no los clasificamos.” El delegado agregaba. “Es que mire usted, es más fácil tener actualizado el orden de los paquetes municipales. Por eso los más ordenaditos son mis delegados municipales, porque clasifican menos artículos. Entonces yo suelo pedirle a cada delegado municipal que haga lo propio.” Otro delegado estatal contaba la historia inversa. “No mire, la verdad yo desconfío de los delegados municipales. Son muy huevones y no alfabetizan las copias de las credenciales. En cambio, todas las copias del archivo estatal están bien clasificadas gracias a que tengo una espléndida directora de archivo. Yo confío en ella. Claro, eso es de las copias que me llegaron. A veces los delegados recogen la credencial, pero no me la mandan. Yo tengo registrado en el folio que se emitieron tantas credenciales, pero no me llegaron todas. Las que me llegaron sí están clasificadas, pero hay muchas que no me han llegado.” Y yo le interrogaba ¿cómo que no le han llegado? “No pues quién sabe dónde quedaron, pero han de estar por ahí…” .
No puedo creerlo, doctor. Un federalismo muy disfuncional…
¡Sí! Y entonces vuelves a la discusión técnica con las oposiciones. “Exigimos una nueva cartografía electoral”. Muy bien se les respondía ¿quién de ustedes quiere hacerla? ¿cuál es su propuesta? Silencio. Luego, la discusión presupuestal dentro del gobierno. Cuánto iba a costar hacer todas estas madres. Y don Jesús presionándome “qué pasó con esto Newman, cómo vamos con lo otro”. Mire don Jesús, tenemos problemas con el padrón también porque la gente se muda de domicilio y no avisa. ¿Cómo vamos a hacer el cambio? Hay muertos porque el registro civil no avisa. Las fallas son claras y explicables, pero cómo las resolvemos. Se nos ocurrió consultar otros padrones de la administración pública federal. “Ahí está Newman, póngase a trabajar.” Revisé la lista. Había padrones federales. Ahí les voy. La Defensa me dice “nosotros tenemos registro de los conscriptos, pero son puros hombres. La información de los hombres se la compartimos, pero no tenemos nada de mujeres.” No, pues no servía de mucho para el padrón electoral. “Segundo, tenemos los datos del conscripto cuando hizo el servicio militar hace 10 años, pero quién sabe dónde viva ahora. No está actualizado.” Vamos con la Comisión Federal de Electricidad “Tenemos un padrón, pero de tomas. Sabemos que hay una toma en Margarita 56 a nombre del señor Luis Pérez, pero yo no garantizo que el señor siga viviendo ahí. Si le sirve, le doy mi padrón pero…” No pues tampoco servía mucho. Ahora Relaciones Exteriores “yo tengo puros pasaportes…” Tampoco. Entonces vamos con el censo. La elección de 1979 ya estaba encima, pero no alcanzaba el tiempo. Necesitábamos que el censo poblacional de 1980 levantara la información que requeríamos. Eran 17 datos que el censo también pedía. Ahí estaba la solución y surge un problema jurídico. La ley establecía que el censo no podía dar información nominal. Y lo que nosotros pedíamos era nominal. “Resuélvalo con los jurídicos, chingado” tronó don Jesús. Y sí se podía, pues nos dijeron “el artículo quinto constitucional identifica las tareas censal y electoral. Las 2 son obligatorias y gratuitas, por tanto el constituyente las equipara. Consecuentemente, pasar información de aquí para acá no viola la norma. Se violaría la ley si la información se usara para otro efecto, pero aquí no.” Salvada la cuestión jurídica. Ahora entonces ¿cómo hacerlo? Juntas y juntas antes de decirle a los partidos. Había que estimar cuánto costaría y si se veía viable. Solo una vez hecho eso, proponer a los partidos para ver qué les parece. Pero mientras seguíamos con el problema de que en este país, todos los padrones estaban incompletos y desactualizados. Tuvimos qué investigar cómo se hacía en otros países. Los países más avanzados en esa materia tenían cédula única. Se discutió si de una vez se abría brecha para una cédula única, un instrumento más potente con un solo banco de datos y una sola credencial para todo. Sería muy eficiente, pero ¿quién lo hace? ¿a quién se lo confiamos?
Vaya, por lo visto es una discusión más vieja de lo que parece…
En Suiza lo hacen, pero es un país de sueño y la tarea corresponde a los cantones. Un cantón suizo equivale a una colonia en México. El control administrativo es perfecto, pero son 20 manzanas mano. Toda Suiza tenía 3 millones y todo el mundo estaba obligado por ley a registrarse. No se puede pagar la renta mientras no se presente una credencial actualizada. Todo funciona a toda madre. En México se veía medio difícil. Yo volaba a las poblaciones más apartadas y desde el cielo me preguntaba ¿cómo vamos a llegar a ese caserío de ahí?”. Estados Unidos era otro caso. No tenían registro electoral, pero eran muy prácticos. Todo mundo tenía un número de seguridad social. Tú como particular tenías un seguro privado y se lo comprabas a cualquier compañía, cada una de las cuales estaba obligada por ley a tener su archivo de clientes actualizado. La suma de esos archivos constituía la totalidad de la población general. La ley les decía que el gobierno tendría acceso irrestricto a esos archivos. Les convenía tenerlo actualizado por razones económicas. De eso vivían. Ellos tenían todo el incentivo para mantener su archivo completo y actualizado. Al momento de las elecciones, con base en esos archivos se emitían documentos de votación. Cada aseguradora imprimía documentos de votación que te llegaban. El gobierno no gastaba en credenciales de elector. Pero bueno, se nos acababa el tiempo investigando y teorizando. Ahí don Jesús dijo “esperemos que estos esfuerzos tengan seguimiento.” Y creó la dirección general de registro de población. Todos los estudios que hicimos se le pasaron a esa dirección para que continuara con eso. En el camino descubrimos que, en México, desde 1919, se intentó la cédula de identificación personal. Y en 1942 hubo un segundo intento. En 1961 otro tercer intento. Yo tengo copias de cédulas de 1919, 1942 y 1961. Al rato te voy a enseñar una. Pero a ver no nos distraigamos, ¿en qué íbamos?
En cómo iba a resolverse la parte técnica del padrón mediante información del censo.
Eso que hoy es INEGI, eran tres direcciones: la dirección general de estadística, la dirección general de censos y la dirección general de estudios del territorio nacional. Hicieron una propuesta. Mientras tú leías los datos del empleado del censo que iba al frente, otro iba a leer los datos del empleado del censo que iba atrás. Esa información se iría a lo electoral. La mecanización permitiría detectar homónimos, expedir credenciales y en la segunda vuelta se entregaba la credencial. Una vez resuelto esto, plantearlo a los partidos. Nos pusieron caras. Don Jesús dijo “vale la pena que los partidos muestren su anuencia a nuestro procedimiento, para que se acabe toda suspicacia.” Acordamos una reunión con el secretario de programación y presupuesto para firmar un convenio mediante el cual, el censo aportaría equis información. Los partidos políticos darían su anuencia una vez explicado todo. Pues Miguel de la Madrid no llegó… simplemente no llegó. Esto fue en 1979, poco antes de que don Jesús se fuera de SEGOB. Don Jesús tuvo que sortear la situación con los partidos. “Desconocemos qué pasó, seguro fueron causas de fuerza mayor…”. Entonces después de la reunión mentó madres. “¿Qué pasó?”. Y don Jesús furioso. Llamó a Miguel de la Madrid y lo encaró. La respuesta de Miguel fue muy simple “yo ya tengo la responsabilidad de sacar el censo. ¿Me voy a echar la responsabilidad de que algo salga mal? Me van a deshacer por el censo y ahora además los partidos.” Y no se presentó. El texto del convenio estaba redactado para que lo firmara el secretario. Don Jesús mentó madres, pero don Jesús se va porque se peleó con López Portillo. Dejó la secretaría a 40 días de la elección intermedia. En la elección de 79 ya estaba vigente la ley LOPPE, pero todavía ninguno de los cambios se había operado. Como ya te había dicho, se celebró esa elección con los distritos anteriores, pero la gente ya estaba entusiasmada con los cambios que vendrían por la reforma en la elección de 1982. El hecho es que don Jesús se fue.
¿Y entonces?
Llega el maestro Olivares Santana, a quien yo no conocía, salvo en televisión. Un personaje muy peculiar, muy amable, muy caballeroso, muy discreto y mesurado. Cual debe ser, yo presenté mi renuncia. Hay cambio de baraja, uno no debe estorbar. Y Olivares Santana me trata de una manera desconcertante. Lee mi renuncia, la ve y dice “Mire Newman. Reyes Heroles y yo tenemos cosas en común. La primera es la edad, somos contemporáneos. La segunda, los dos tenemos vocación por el magisterio. Él es un gran maestro de altos vuelos. Yo soy un humilde profesor rural, pero la vocación es la misma: Enseñar. Los dos hemos dedicado nuestro tiempo a la actividad política, ambos somos priistas. Repito, es un hombre de un nivel intelectual superior, pero me refiero únicamente a las similitudes. Al ver su renuncia me temo que usted me subestima. Con esta renuncia, usted está sugiriendo que no estoy a la altura de don Jesús.” Contesté que no era así. Y añadió “¿usted cree que a unos días de la elección intermedia donde se estrenará la LOPPE voy a prescindir del que sabe de esto? ¿Usted me cree pendejo? Tome su renuncia y no se va. Al contrario, tiene la responsabilidad de enseñarme qué es todo esto y cómo funciona.” Era un hombre muy abierto y buenísimo para la negociación. Con oficio, paciencia, inalterable, siempre buscando la mejor manera de convencer. Elaboraba argumentos que a nadie se le habían ocurrido para ofrecer, todo suavecito. Y siempre citaba adagios que achacaba a Díaz Ordaz y a Ruíz Cortines. Tener acuerdo con él era una delicia, una clase de política práctica. Siempre empezaba con anécdotas. Siempre. Por ejemplo “¿sabe qué tenía Díaz Ordaz que aprendió de Ruíz Cortines? Nunca recibir a nadie sin saber quién era. Nunca. Le pedía cita el señor Pedro y no sabía quién es. Dígale que le avisamos de la cita. Averigüe quién es Pedro, Newman. ¿Tenemos foto? ¿Cuánto mide y cuánto pesa? ¿En qué trabaja? ¿Está casado? ¿Tiene hijos? Todo.” Un oficio impresionante. Te recibía y preguntaba “¿su señora ya está mejor? Entiendo que estuvo delicada de salud. Llévele mis saludos y mire, le mandé comprar estos dulces a su niño, le van a encantar.” ¡Te conquistaba! Y así como tenía eso, ya sabía exactamente a qué venías. Esperaba que se lo dijeras para darse cuenta si eras directo o sinuoso. Te medía con información previa. Una enseñanza valiosísima. Nunca recibir a nadie sin saber. “¿A qué viene aquel señor, Newman?” Y yo le contestaba, no sé. “Pues averigüe. ¿Quién lo conoce? Hábleles por teléfono y dígales que el secretario está vivamente interesado en conocer a Pedro. Tú que lo conoces ¿qué tal es?” Y entre peras y manzanas te explicaban, es un hombre tal y cual, publica artículos, y de dónde es y a qué viene. “No lo vamos a recibir si no sabemos eso, Newman”. Una anticipación impresionante, que no tenía Reyes Heroles. Él estaba en el mundo de las ideas. Y aquí no, el asunto con Olivares era siempre qué hacemos con éste. Viejo mañosísimo.
¿Y el aprovechamiento del censo para levantar el padrón?
Se nos cayó por el incidente con Miguel de la Madrid. Entonces hubo un detalle interesante. Conocí a la directora del archivo nacional, allá por Popotla. Me impresiona mucho que tenía un salón limpísimo, todas las empleadas con delantal impecable de puntitos rojos y con el pelo levantado así. Todas con guantes para manejar documentación y doña Magdalena como capataz. Yo entro y todas se ponían de pie. “Está con nosotros el doctor fulano de tal. Viene a revisar nuestro trabajo. Señor, a sus órdenes.” Y yo preguntándole. “Mire, hay lugares que me deben credenciales. Pero sé exactamente quién me debe y cuántas, porque llevo control de las expediciones. Sé que si se han expedido tantas y recibido tantas, pues faltan tantas. Siguiendo la distribución, Querétaro me debe tantas. Michoacán me debe tantas, etcétera. Si usted manda una circular y me las concentran, las clasifico, pero necesito todas aquí. Y le puedo asegurar que todas las que me llegan, están bien ordenadas.” Todo mundo me había dicho que sus respectivos archivos eran un desmadre. “Aquí no doctor. Están ordenadas. Cáleme.” Y le doy un nombre y una dirección. “A ver muchachita, distrito tal… y aquí está. El señor se llama tal, tiene dos credenciales. Se empadronó en Jalisco y la segunda vez en Tacuba. Aquí credencial que llega, mis muchachas la organizan. Nada de interrupciones para ir al baño mientras hacen eso. Me faltan credenciales, pero si usted me las consigue, en una semana las tengo clasificadas.” ¡Una generala! Sección, distrito, domicilio, todo. “Doña Magdalena, si le concentro todas, ¿en cuánto tiempo me las clasifica?”. “Una semana porque sé que me falta un millón. De a tanto tiempo por credencial y las muchachas si se necesita, trabajan horas extra, cómo que no.” Si doña Magdalena mecanizaba el archivo, podíamos sacar unas hojas de computadora por distrito y sección a renglón saltado. Con esa información podíamos ir a las casas a verificar o actualizar la información. Con eso podíamos actualizar confirmaciones, correcciones y bajas. La señora Magdalena tenía cada sección organizada por calles. O sea que si lo metías a la computadora, te sacaba todos los empadronados por calle. Necesitábamos encuestadores y coordinadores de manzanas. Aplicamos el requerimiento gratuito previsto en la ley, se te nombra censor, pero si no podías, tenías que avisar. La campaña era “un vecino te visitará”. Ahí vamos con el tigre Azcárraga para promocionar la campaña en tv. “¿Qué piensan hacer? Nombre, están pinches sus anuncios. Ahorita les hago unos chingones” nos ofreció el viejo.
Un trabajo descomunal…
Y volvimos a los cálculos. Los mejores datos nos hacían prever que la oposición no solo no llegaría a 25%, sino ni siquiera a 20%. De modo que nos comprometimos a que cada partido tendría un porcentaje de diputados equivalente al porcentaje de votos. Entonces ya podíamos explicarle al PRI “Oye pero cómo, eso no nos conviene” reclamaban. Y le contestábamos “no te preocupes. Tu mayoría calificada sigue libre.” Entonces a convencer al PAN “Imagínense que sacan el 20%, todavía les va a tocar el 25% que está previsto para la oposición.” Era un gran incentivo para la oposición. Ahora amarrar a la izquierda “organícense como quieran, pero ya.” Al llegar con el PRI, ahí estaba… ¿Cómo se llamaba el papá de Layda? el negro Sansores. Todavía estaba don Jesús, me regresé un poco atrás. Y el negro reclamó “¿Oye Jesús para qué cambiamos el cartel si tenemos la plaza llena?”. Y Reyes Heroles en su estilo “no te hagas pendejo negro. Primero no la tenemos llena, las plazas se están vaciando. Y en segundo lugar, se salen a mitad de la corrida. No te hagas pendejo. Al revés, nos urge cambiar el cartel precisamente para que no se vacíe la plaza. Se nos está vaciando, se van a la pinche sierra ¿no estás viendo? Nos mientan la madre y nos acusan de represores. Y todo esto por culpa de las locuras de tu compadre Echeverría, que así trató a la izquierda. Si no hacemos nada, nos señalan de prohijar a la extrema izquierda. Y si hacemos algo, somos represores. O sea, la bebes o la derramas. Todo por los delirios pendejos de tu amigo Luis Echeverría. En el fondo Luis Echeverría era un ignorante, un pinche activista analfabeta, y en toda su vida nunca leyó un libro. Él leía nomás el capítulo que servía para pasar los exámenes. Yo lo conocí muy bien negro, así que ni lo defiendas.” Y entonces el negro preguntó “Bueno pues, y a mí en el PRI qué me toca.” Y don Jesús volteando conmigo “a ver Newman, explíquele.” Traté de convencerlo. “Usted va a ganar la inmensa mayoría de los distritos. Como ganará la mayoría, no le tocará reparto del 25%, tendrá un tope. En el supuesto de que usted gane todos los distritos, tendrá su mayoría calificada garantizada. Se reparte y no le afecta.” Y el negro “si así es, le entro.” No hubo mayor discusión. La pregunta otra vez es el número. 400 espacios. Aquel que tuviera más de 150 distritos de mayoría, no tendría reparto proporcional. En todos los casos, nos podíamos comprometer a que el porcentaje de votos diera porcentaje de curules. Ahí estaba el secreto y el atractivo de la reforma política. Más equidad no se podía. Siguiente asunto, ley de amnistía. Denme la lista de todos los que quieren fuera y en 72 horas todos estarán en su casa.
¿Y la cartografía?
Los expertos proponían dividir por AGEBs (áreas geoestadísticas básicas), pues decían que partir de los distritos no era buena idea. Lo ideal sería que un distrito fuese la suma de un número entero de AGEBs. Distrito tal integrado por las AGEBs 1, 17, 24, etcétera para que fuera un criterio traducible. Eso ya nos daba un lineamiento técnico, estaba prohibido partir AGEBs. La geografía fue diferente, pero equinumerable. Un distrito contenía un número finito y entero de AGEBs. Eso le facilitó el planteamiento a todos. Nada de agarrar la raya y ya. Había que seguir perímetro de AGEBS. “Aviéntame 8 modelos para distribución en Jalisco” y le decíamos a los partidos “escojan el modelo. Pónganse de acuerdo y voten.” El secreto es el acuerdo, si les gusta un modelo, convenzan a los demás. No tenían idea de cómo se comía eso. “¿Pero cómo sabemos la distribución de la votación?” Yo asumí que tenían la información histórica. No. Les dimos los datos electorales. Nosotros no íbamos a decidir. Convénzanse ustedes. Nunca lo habían hecho. Todavía con don Jesús compilamos la estadística electoral completa desde 1921. “Magnífico. Hagamos esto Newman. Vamos a publicarla. Y a todos los centros de investigación les vamos a regalar un tomo o los que quieran. Se acabó el mito de que faltan cifras. Ahí van a estar. La oposición dice que ocultamos las cifras. A usted le consta que es un desmadre, nadie sabe dónde las guarda. Si ya las tenemos, hacemos una edición chingona con El Colegio de México y entregamos 8 volúmenes.” El compromiso es que les íbamos a entregar eso y exhortarlos a hacer estudios electorales, con la propuesta de que sus estudios serían publicados en esa colección. Abastecimos de cifras electorales a todos y nos dimos cuenta que los partidos no tenían ni estudios publicados ni estudiosos del tema. No guardaban cifras, no sabían nada de nada. Un priísta me reclamó “a nosotros nos interesa triunfar, no los datos, no sean pendejos”. Había una incultura total. Tú les preguntabas cómo se repartían los plurinominales y ni los “intelectuales” o académicos sabían. Ni idea tenían. A la fecha muchos desconocen la fórmula… Incultura total de todos los partidos sin excepción. Ni el PRI con todo su presupuesto y el IEPES, nomás daba conferencias. Pero un departamento de estudios de prospectiva electoral nadie tenía. En fin, en términos generales, así fue como se echó a andar la reforma política de don Jesús.
Gracias doctor Newman