Continuamos la entrevista con el doctor José Newman Valenzuela, a quien dejamos la última vez incorporándose al equipo de la señora Carmen Romano de López Portillo, así como con Alejandro Carrillo Castro para efectos de la creación del DIF y otras tareas. Puede leerla aquí:https://www.eluniversal.com.mx/opinion/raudel-avila/como-se-hizo-la-reforma-de-don-jesus-parte-1/
Para efectos de comprensión del lector, presento una pequeña línea del tiempo de los acontecimientos aquí mencionados.
Etapa 1.- (1976-1978) La concepción, discusión, redacción y promulgación de la ley.
Etapa 2.- (1979-1982) Puesta en marcha y materialización de la reforma política, pero prácticamente ya sin la participación directa de Reyes Heroles, debido a su renuncia a SEGOB EN 1979.
Una vez concluidas sus tareas con la esposa del presidente López Portillo, Newman intentó reintegrarse al círculo de Reyes Heroles. Cuando quiso regresar al equipo de don Jesús, éste ponía reparos.
Continúe su relato por favor.
Fui a ver a don Jesús y rápidamente reaccionó. “¡No, no, no! Ya te fuiste para allá. Y quien a dos amos sirve, con alguno queda mal. No te me acerques porque no faltará gente que crea que yo te sembré allá. Entonces no.” “Pero don Jesús, no sea malo”, le dije. Pese a ello, me permitió seguir desde fuera los avances de la redacción de la iniciativa, que se presentó en 1977 y se promulgó en 1978. La elección intermedia de 1979 ya estaba encima, y no había tiempo de emitir una nueva credencial como prometía la reforma. Eso tuvo que hacerse después. No obstante, una vez promulgada, Reyes Heroles me invitó de vuelta. “¿Por qué no te vienes para acá? Hay que hacer todo lo que planeamos: una nueva cartografía electoral, un nuevo padrón, una nueva credencial…”. Había un chingo de cosas por hacer. Una vez que le agradecí a la señora Carmen, fui a ver al Presidente. El Presidente López Portillo muy afable me dijo “le agradezco que le haya ayudado a mi esposa. Lo estima bien. No sea ingrato, no la abandone. Pero entonces, ya se va con Jesús.” Y le habló por la red. “Jesús, te regreso a Newman”. Nunca dejé de ver a doña Carmen, a quien aprecié mucho. Voy de vuelta con don Jesús y me regaña. “Ahora está peor, me habló el presidente y me dijo que te tengo que recibir.” Él era así de enojón. Me incorporó por honorarios en 1978, sin un cargo preciso para organizar la redistritación, pero sin haber creado el nuevo padrón electoral. Pasando la elección de 1979, me hice cargo oficialmente de la Dirección General del Registro Nacional de Electores y solo entonces se crea el nuevo padrón. Un órgano técnico que no formaba parte de SEGOB sino de la Comisión Federal Electoral. Era el órgano administrativo al que le tocaba desempeñar todas las cuestiones en materia electoral. El nombre de registro de electores daría la impresión de que solo hacía el padrón, pero en la realidad hacía el padrón, la credencial, la geografía electoral, la cartografía pues. También el cómputo, registrar las votaciones, estadística electoral, en fin, todo lo operativo. Ya me hice cargo y ahí duré 9 años.
¿Qué le tocó hacer a su llegada?
La intuición de don Jesús era muy simple. “La oposición se ha venido quejando de que el régimen electoral es muy poco democrático. Su argumento es numérico. El país está dividido en 196 distritos. En cada distrito se elige un diputado por el principio de mayoría. Entonces en éste distrito hay 100 empadronados. El día de la votación acuden 80, y quien más votos saca, obtiene 45. Se lleva la diputación. Sin embargo, hay 35 votos emitidos que se tiran, porque no se traducen en nada. Entonces la oposición dice “El PRI tiene más dinero y por lo tanto termina ganando las 196 diputaciones. Y nosotros nos quedamos mirando, no obstante haber obtenido votos ¿esos votos qué? ¿No valen?” Ese era el argumento opositor desde 1946. En 1964 para atender ese asunto, se había creado la figura de diputados de partido. Ésta consistía en que cada partido que obtuviera equis porcentaje de votación, por ese simple hecho, se llevaría dos diputados. No importaba que hubiera ganado o no un distrito. Y después por cada determinada fracción, le toca otro. Terminada la elección, se hacía el cómputo de los diputados distritales de mayoría y casi todos se los llevaba el PRI. Unos pocos los ganaba el PAN. Posteriormente se hacía el otro cálculo y llegado el momento, se sumaban esos diputados de partido, a los 196 de mayoría. Primer problema: la irregularidad. La composición de la cámara era variable. 196 diputados de distrito y los otros dependía cómo salieran los votos. Podía ser una cámara de 215, 218 integrantes, una cosa rara. En principio, funcionó. En los 70s, la oposición afinó su argumento “los diputados de partido no están mal, porque tenemos curules. Pero analicemos, si dividimos el total de los votos del PRI entre los 196 triunfos que obtuvo, quiere decir que cada diputado le costó equis cantidad de votos. En cambio yo, partido opositor, tuve tantos votos y solo puedo aspirar a 6. A mí me sale más caro en términos de votos una diputación. A ellos les salen baratas las diputaciones y a nosotros, caras.” Era un argumento de peso. Se sumaron otros. “La cartografía está mal trazada, le da ventaja al PRI. Hay que hacer una cartografía electoral más equitativa, pues tiene mano negra. El padrón está lleno de muertos y votan, exigimos otro padrón. Las actas de cómputo tienen trampa, hay que reformularlas de otra manera. No cuadran.” En pocas palabras, se formó una crítica al aparato electoral para decir que no había equidad. Además, en la campaña presidencial de 1976 no hubo ningún candidato de oposición. El argumento de don Jesús era “es muy mal síntoma. Pueden decir que esto no es un régimen democrático. Los partidos de oposición no postulan candidatos. ¿Porqué?” La oposición argumentaba que era una forma de protesta, pero la realidad es que también había motivaciones internas. No resolvían a quien postular. Pero además había un escenario de tensión económica, así que había que cambiar la cuestión electoral. “Hay que hacer frente a las críticas. Necesitamos un régimen donde el costo en votos de los diputados sea parejo. Donde cada quien obtenga los diputados equivalentes a su participación en votos y de una vez, vamos a hacer todos los cambios para quitar las objeciones de la oposición que ve mano negra en todo” ordenó Reyes Heroles. Ese era el planteamiento. La pregunta como siempre, era cómo.
¿Y cómo se hizo doctor?
En un sistema de mayoría, si el cargo es único (presidente, gobernador, presidente municipal), el que tiene más votos se lleva todo. Cuando la oposición tenía representación, no era alícuota, vale decir, no corresponde al porcentaje de votación que obtiene. Así que la oferta de don Jesús era, “si participan, obtendrán un porcentaje de diputados lo más cercano posible a su porcentaje de votos. Segundo, revisaremos todas sus críticas, empezando por la cartografía electoral y haremos una nueva con su participación. Haremos un nuevo padrón”. Era una locura, pero ese era el compromiso, una oferta enorme. Don Jesús estaba convencido de que eso iba a avivar la participación y al PRI le hacía falta, así como a la oposición le hacían falta incentivos para participar. Salvo que fueran muy necios, aceptarían la oferta. Y al PRI le hacían falta competidores para avivarse, trabajar más en la tarea política territorial. No estaba reñido con darle una revisada técnica a todo el procedimiento. Acorde con eso, habíamos venido estudiando el padrón. Y sí tenía muertos. No les parecía tampoco la distribución de población por distrito. Ahora, la cartografía, aquí está Colima por ejemplo. ¿Cómo querían que se dividiera? Iba a ser una tarea de romanos para poner de acuerdo a todos los partidos. Operativamente era muchísima responsabilidad e iba a ser cara. ¿Cómo la abaratamos? Imagínate empadronar a todo el país.
¿Cómo se hacía el empadronamiento?
Hasta entonces, el empadronamiento era poner mesitas en puestos, en parques y convocaban a la gente a empadronarse. El no empadronado llegaba a la mesita, le daban tres boletas, metían una a la máquina, dictaban los datos, la sacaban, le pedían al individuo que la revisara para ver si los datos eran correctos. Te daban la original y eso era tu credencial de elector. Las copias se las llevaban y a partir de las copias se hacía la lista. En cualquier club primero te inscribes y luego te dan tu credencial. Según lo que te digo, aquí primero te daban la credencial y luego hacían la lista. Si ya te habían dado la credencial y por alguna razón, las copias se perdían en el camino, no ibas a aparecer en la lista. Llegabas a votar y no estabas en la lista. ¿Qué decía la oposición? “Hay dolo.” Teníamos que invertir el procedimiento porque si no, se prestaba a eso. La ley decía que si se te perdía la credencial, debías dar aviso. La gente no lo hacía. Era más fácil ir y otra vez empadronarse. La oposición decía “con eso, el PRI hace fraude.” No, la gente no avisaba y sacaba otra credencial. La otra crítica: hay muertos. La ley establecía que el registro civil estaba obligado a informar al registro nacional de electores el fallecimiento de cualquier ciudadano para depurar el padrón. El registro civil corresponde a las facultades municipales, entonces el registro civil de Oaxaca tenía formatos y procedimientos completamente diferentes al de Hermosillo. Segundo, cuando muere alguien, uno de la familia va al registro civil a sacar el acta de defunción. En la práctica pasaba esto “vengo a informar el fallecimiento de mi tío.” “Claro que sí señor, y ¿cómo se llama su tío?” “Pus le decimos Pancho. Francisco Vélez. ¿Vélez qué? No me acuerdo. Francisco Vélez” y así se registraba. Nomás que el señor se llamaba Juan Cristóbal Francisco Vélez García. Y luego, suponiendo que informaran al registro de electores “un señor Pancho Vélez murió.” Buscaban a Pancho Vélez y no había ninguno o había varios. ¿A quién dabas de baja? Entonces Juan Cristóbal Francisco Vélez García seguía en la lista porque nunca hubo la información completa para darlo de baja. Había que establecer un procedimiento homogéneo con el registro civil para el acta de defunción, que no se expidiera a no ser que el informante aportase el nombre correcto. Que presentase una credencial del muerto. Complicadísimo. La reforma se promulgó en 1978, no había tiempo de hacer todo eso para la intermedia de 1979, pero pasando esa elección había que hacer todo eso.
Realmente muy complicado. ¿Y la izquierda aceptó?
La izquierda tomó el camino de la clandestinidad. ¿Cómo lograr que dejaran las armas? “Si ustedes se registran, soltamos a los presos políticos” prometió don Jesús. La izquierda recelosa contestaba “ustedes quieren que dejemos la clandestinidad y luego no nos van a cumplir.” Una vez convencida la izquierda ¿cómo se va a distribuir la votación? Tenemos los registros históricos de la votación del PRI, también los del PAN. ¿Pero cuántos votos obtendría la izquierda? Sus partidos no estaban registrados. Y don Jesús me dice “a ver Newman, ponte a calcular numeritos.” Nueva pregunta ¿cuál partido de izquierda calculamos? Bueno, supongamos que todos se juntaban. Las encuestas no miden partidos que no existen. Necesitábamos un modelo matemático de cómo se constituiría la cámara. El PAN decía “Me opongo a que entren nuevos partidos. Me va a quitar votos.” Nuestro argumento era “la izquierda tiene derecho. ¿Cuáles votos te va a quitar si ellos apelan a otro electorado?”. Y exigían que se los demostráramos. Pero cómo íbamos a demostrarlo, si no teníamos datos. Entonces don Jesús empezó a vincularse con todos los dirigentes de izquierda “sus votos ya van a contar, pero también les ofrecemos una amnistía. Vamos a una competencia civilizada”. El problema de don Jesús era que el PRI dijo que no iba a apoyar nada hasta que le lleváramos los números. No había esos datos. En el PAN no querían el registro de la izquierda pues decían que esos eran partidos de asesinos y ateos que secuestraban empresarios. Entonces forzosamente había que empezar con la izquierda. Don Jesús estableció contactos de alto nivel y hablaba digamos con Arnoldo Martínez Verdugo sobre tesis políticas. Y luego, pues me mandaba a platicar con ellos. Y yo llegaba con una pregunta para ellos “¿por qué no han participado?” Y ellos respondían “nos proscriben. Nos persiguen. Nos han negado el registro.” No era cierto, nunca habían solicitado formalmente el registro. “Díganme cuándo solicitaron el registro” pedía yo. Nunca me dijeron. La realidad es que la izquierda mexicana seguía en la lógica estalinista de que el poder se obtenía por la vía armada. Registrar un partido político que participara en elecciones era una alternativa burguesa. Por tanto, en realidad era muy consistente que nunca hubieran solicitado registro. Pero ellos decían que el registro se les negaba y se les marginaba. Me encontré con mucha gente muy acelerada, cuya actitud era “nos quieren engañar y controlarnos.” Yo les preguntaba “muy bien, si ustedes participaran, ¿cuántos votos calculan que recibirían?” Obtuve respuestas como éstas “¡Todos!” Pero cómo que todos, les preguntaba yo. “Absolutamente todos, éste es un régimen antidemocrático. No participamos porque no nos lo permiten y tienen controlado al votante, manipulan todo. En el momento en que nosotros entremos a un proceso limpio, todo el pueblo de México votará por nosotros. Ya te dijimos.” La realidad es que nadie tenía datos ni estimaciones. “Nos temen y por eso nunca nos van a dar registro. Si se animan, van a ver. Los vamos a arrasar.” Y don Jesús molesto “¿Qué pasó con tus numeritos Newman?”. También había gente sensata que nos guió. Hubo alguien que nos explicó. “En el ámbito de la izquierda está el partido comunista, que en realidad tiene tres grupos. Si los invitan juntos, no van a querer. Después está este grupo que se desprendió, no los dejen fuera. Ahí está fulano de tal. Eran casi 90 agrupaciones de izquierda, todas subdivididas.” La izquierda tenía y tiene el mal de la fragmentación, porque como se trata de la lealtad a un dogma, todos se creían los intérpretes verdaderos del dogma. Y aquel es revisionista. Entonces se dividían. Estaban dedicados a la doctrina y les encantaba discutir y pelearse. Como no se organizaban para participar, había radicales 1, radicales 2, etcétera. Me echaban unos rollos “no van a hacer la nueva geografía. Van a decir que la hicieron. No van a diseñar una nueva credencial porque si hacen una credencial derecha, se les cae la votación. No se van a atrever.” Yo les objetaba “vamos a ir casa por casa a tomar los datos”. E insistían en que no lo íbamos a hacer. “Vamos a levantar un censo y ustedes podrán participar con nosotros para que vean que estamos levantando el censo. Con esa información la validamos juntos, eliminamos duplicados, expedimos credenciales y damos una segunda vuelta para repartir.” Y ellos insistían en que no, que algo estábamos tramando. Yo les preguntaba cómo querían la credencial y ellos contestaban que no tuviera los colores verde, blanco y rojo porque eran los del PRI. Bueno, concedido ¿qué más? “Que sea como un librito atractivo, como los pasaportes” exigían. Yo me preguntaba para qué, pero tomaba nota de sus demandas. Hubo un momento en que me dijeron que en lugar de credenciales de elector expidiéramos medallas de elector. Su argumento era “nuestra cultura es de usar medallas (como las de santitos). La gente se va a sentir interesada por obtener su medallita y cuidarla. Así no habrá duplicidad de credenciales porque la gente atesora las medallas.” Muy bien, supongamos que se concede. ¿Medallas de qué tamaño? La ley dice que la credencial debe contener estos datos. No caben en una medalla normal. “¡Pues háganla más grande!” Un trabajo difícil, porque don Jesús exigía sacar todo por consenso. Decía que si no se lograba el consenso, quien no estuviera de acuerdo iba a torpedear la reforma electoral. Y todo el esfuerzo sería en vano. Eso llegó al extremo de que todo se concursara: la credencial, la papelería, todo. Eran capaces de decir que en la compra del material había fraude. Me acuerdo haber ido a ver al secretario de comercio, Jorge de la Vega, preguntando cómo se organiza un concurso. Me contestó “no están obligados a concursar. La ley no los obliga. No sabe usted lo que es eso. Para empezar, se requiere un inventario de las compañías que sería deseable que participaran. Y si el concurso fuera internacional, imagine la representación de todos los países. Les va a tomar mucho tiempo nada más la investigación de a quién invitan, y luego el procedimiento. Presentación de posturas, reuniones, costos, les va a salir carísimo y muy tardado. No se metan a eso”. Y don Jesús insistía que sí nos metiéramos. Y de nuevo la pregunta sin responder ¿cuántos votos se llevaría la oposición? Esa pregunta crucial marcaba la viabilidad de la reforma.
Continuará el próximo miércoles