Durante las semanas previas a las elecciones intermedias en Estados Unidos, los medios de comunicación enfatizaban a la posibilidad de que los republicanos llegaran a arrasar, obteniendo una gran cantidad de asientos en las dos cámaras y por lo tanto la mayoría en el Congreso. Es lo que muchos, incluyendo medios de comunicación, coreaban como la “ola roja”. Casi todos en el partido también estaban convencidos de que sucedería, lo que hubiera resultado en bloqueos constantes al gobierno de Biden, para hacerlo ver como un presidente débil.
La realidad es que el senado quedó en manos demócratas, mientras que la Cámara de Representantes, en caso de que los republicanos obtuvieran la victoria, sería por un margen tan delgado que no mermaría las posibilidades de negociación política con el presidente.
Lo que sí pudimos ver en los resultados, es que el partido republicano está dividido entre los políticos tradicionales y los incondicionales de Trump, quien ha sido pieza fundamental para esa fractura. Los republicanos tradicionales se han estado retirando, mientras que ha llegado una nueva ola de políticos que están definiendo su futuro de acuerdo a sus lealtades e identidades, por encima de los proyectos de nación.
Sin embargo, estas elecciones nos permitieron ver que esa ola de candidatos recién llegados, que niegan que Biden haya ganado las elecciones en 2020, no pudo obtener el triunfo contundente que esperaban, que sus electores estaban muy involucrados en el proceso político escuchando los discursos y aterrizando esas retóricas en su propio proyecto individual. Y, aparentemente, también pudieron vislumbrar que votar por algunos de esos candidatos significaría un gran riesgo para la democracia.
Trump se dedicó a construir una base de apoyo, no solamente dentro de los grupos extremos de la sociedad, sino que esta vez dentro del propio sistema, donde varios de estos candidatos a puestos de elección clave, lo apoyarían en caso de que las elecciones no le favorecieran en 2024. Así vimos la importancia que le dio a las elecciones en los estados, desde los candidatos a gobernador, hasta los puestos menores, como procuradores, secretarios de estado y las legislaturas estatales. De acuerdo a las constituciones de cada estado, los que ocupan estos puestos tienen la capacidad legal de voltear una elección, aunque fuera por acusaciones y especulaciones falsas. Es por eso que la importancia de estas contiendas no estaba solamente en el Congreso a nivel federal, sino en estos cargos menores de elección popular. Así es que pudimos ver a Trump presente detrás de las campañas de muchos de ellos.
En estas elecciones Trump no estuvo en la boleta electoral, pero sí estuvo en la mente de los electores y en los debates públicos. Al ser el resultado tan poco contundente, significa que el electorado en general estuvo más enfocado en otros temas de su interés que en las rencillas y ambiciones de poder del expresidente. Esos temas fueron: la inflación, el aborto, la justicia social, el crimen, el racismo, la migración y la democracia. Esto es lo que se discutía en el espacio público, los medios de comunicación y las redes sociales y también, esos debates estuvieron matizados con el color de la retórica divisoria.
Los resultados muestran que esos temas tuvieron mayor relevancia en varios estados, independientemente de ser liberales o conservadores. Las nuevas generaciones parecen estar más interesadas en resolver su presente y su futuro, que sentirse identificadas con algún personaje que solamente busca llegar o mantenerse en el poder. Por ejemplo, se hablaba de la inflación combinada con el bajo desempleo, de la resolución en la Suprema Corte en contra de la libertad del aborto, de la seguridad en las ciudades y de la migración. Y todos estos competían con los temas de identidad política y división social.
La revista The Atlantic publicó que “ganó la democracia”, ya que, si la victoria hubiera sido para los candidatos con identidades políticas, los cuales basaron sus retóricas en conspiraciones y verdades alternativas, le habrían tejido una alfombra segura para que Trump llegara al poder, cuestionando los procesos democráticos e incendiando al núcleo duro que lo apoya.
Al parecer, una gran porción del electorado se ha cansado del espectáculo de la política incendiaria, de los protagonismos personales, de la polarización y de la continua batalla por adherirse a un candidato o partido. Tal vez estamos entrando a una nueva era, en la cual las identidades políticas que son estériles ya no tienen validez y, que ahora, los nuevos electores están cambiando para regresar a la política propositiva donde se discutan sus intereses y valores.
Académica de la Universidad Iberoamericana y especialista en Política y Medios de Estados Unidos