Cualquier fenómeno sólo puede ser desentrañado desde su origen. El petróleo no nos lo escrituro el diablo sino el subsuelo. Su existencia fue conocida desde la época de los mexicas a través de su producto derivado: el chapopote, que emanaba de los yacimientos. Era utilizado como medicamento para infecciones de boca, como incienso en los rituales y como iluminante de las antorchas. Los españoles se sirvieron del mismo para calafatear las embarcaciones y como ungüento para las armas a fin de evitar su oxidación. Con la Independencia la propiedad del subsuelo, que correspondía al soberano, se trasladó a la nación.

Durante la segunda mitad del siglo XIX los países industrializados requirieron aceites y lubricantes para la industria emergente, detonando una incipiente fiebre de petróleo y su refinación. Maximiliano, acorde su talante modernizador, otorgó concesiones para su explotación. Porfirio Díaz, en un acto de “munificencia feudal”, derogó la ley minera en beneficio de los propietarios superficiales. Traslado de la soberanía nacional a los terratenientes. Privatización precursora que incrementó notoriamente la producción, sedujo a las calificadoras de entonces y mejoró la posición de su régimen ante las potencias. Llegaron los capitales, en su mayoría ingleses y norteamericanos, que se expandieron por todo el Golfo de México. El primero pozo fue perforado en 1904 y en 1908 se inició el refinamiento en keroseno y Diesel, mismo año en que comenzó explotarse Dos Bocas.

Francisco I. Madero decidió imponer en 1912 el impuesto del timbre por producción de crudo y volvió ríspida la relación con las empresas. Estallada la Revolución, el eminente ingeniero poblano Pasto Rouaix coordinó las comisiones de minas y del trabajo en la Soberana Convención Nacional Revolucionaria de 1914 y plasmó las normas avanzadas, después recogidas por los artículos 27 y 123 de la Constitución. Venustiano Carranza en 1915 facultó al gobierno para la inspección y autorización de obras petroleras, con lo que ninguna podía iniciarse al margen de su autoridad.

Durante el régimen post-revolucionario los intentos de reforma naufragaron en los Acuerdos de Bucareli de 1923, en tanto el gobierno de Calles y su Maximato priorizaron la estabilidad financiera sobre un litigio contra las compañías que invocaban la no retroactividad de la ley, considerándola confiscatoria. Las investigaciones de Lorenzo Meyer explican la interrelación entre voluntad política, situación económica y argumentos legales en ese tiempo. Pondera igualmente las decisiones de Lázaro Cárdenas que significaron el parteaguas entre “un pasado de explotación colonial y un proyecto económico independiente”. El momento culminante de la 3T, merced a una extensa movilización popular. El rescate de la nación.

La huelga estallada contra la compañía británica “El Águila” fue dirimida mediante laudo favorable a los trabajadores. La demanda de amparo interpuesta por las petroleras fue desechada por la Suprema Corte en sentencia elaborada por el Dr. Mario de la Cueva sostuvo que la retroactividad no era aplicable cuando mediaba una Constitución creadora de un nuevo derecho. A partir de entonces los hidrocarburos fueron puestos al servicio de la economía interna y no exportamos un solo barril de petróleo, salvo escasas operaciones con nuestros aliados en la Segunda Guerra Mundial.

Cuarenta años después el director de Pemex, Jesús Reyes Heroles planteó los requerimientos financieros de la empresa; las alternativas eran: crédito externo, exención fiscal o elevación de precios. Esta última fue la vía escogida a condición de elevar sustancialmente los salarios que en 1976 llegaron a su pico más alto. La súbita reducción de la oferta de hidrocarburos causada por las guerras del Medio Oriente, provocó la elevación de los precios internacionales. López Portillo, embelesado con los descubrimientos del Golfo y la hipotética “administración de la abundancia”, elevó desmesuradamente la producción, provocando el derrumbe de los precios y el endeudamiento nacional.

Comenzó así un ciclo de privatizaciones y desregulaciones conducente a la reforma energética de 2013 que permitió a los capitales privados a intervenir en el sector energético al amparo del dogma neoliberal. La desastrosa herencia que recibió López Obrador se originó hace cuarenta años de gobiernos tecnócratas que poco o nada invirtieron en la capacidad de extracción, almacenamiento y refinación de combustibles. El asfixiante régimen fiscal de la empresa anuló su rentabilidad. Es indispensable redimirla de esos fardos para que vuelva impulsar el desarrollo del país.



Diputado federal

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