Emilio Pradilla Cobos
El Estado Mexicano muestra una profunda distorsión, pues una muy pequeña parte de la sociedad (élite política, económica y mediática) establece los términos de su funcionamiento, controlando gobierno y territorio y subordinando al resto de la sociedad.
Desde las revoluciones contra las monarquías absolutas en Europa en los siglos XVII y XVIII, para abrir las puertas al desarrollo capitalista, hemos estado sometidos políticamente a democracias liberales. Los países latinoamericanos, incluido México, desde sus independencias entre 1810 y 1825, la adoptamos por convicción y/o la importamos —bajo presiones conocidas— de los países hegemónicos europeos o los Estados Unidos —independiente desde finales del siglo XVIII—; aunque con frecuencia este sistema “democrático” fue sustituido por regímenes militares dictatoriales.
Hay tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) que “representan al pueblo”, siempre mencionado y nunca definido, pues incluye a todos sus muy desiguales miembros, en quienes “delegamos” nuestro poder, pero que actúan realmente en función de sus intereses partidarios, con base en mayorías relativas en procesos electorales llenos de intervenciones legales e ilegales de los poderes económicos y políticos constituidos. En la región, la mayoría de los poderes ejecutivos han emanado del ejército y/o militares en ejercicio o retirados —en México hasta 1946— que en algunos casos han absorbido o eliminado a los otros dos.
En nuestro país, ahora asistimos a un proceso acelerado de militarización que ha llevado a los militares a controlar actividades para las cuales no han sido calificados, mediante reformas constitucionales originadas del poder ejecutivo, que no estaban en el programa votado en las elecciones.
El Ejecutivo y el Legislativo están formados por políticos “profesionales” escogidos por los partidos sin consulta efectiva a los ciudadanos votantes, que tenemos que elegir entre nombres que desconocemos, por emblemas que no nos transmiten sus programas implícitos.
En México, el judicial estaba formado mediante procesos tecnocráticos ajenos a la ciudadanía que no conocíamos, pero desde la elección del 1 de junio pasado, ha sido tomado por el partido dominante mediante elecciones llenas de problemas y triquiñuelas, entre las cuales la menos oculta ha sido la de los “acordeones”, con muy, muy baja participación de votantes.
Estos procesos electorales han sido operacionales y han estado controlados por el partido mayoritario mediante las acciones de los adinerados y otras prácticas fraudulentas que forman ya parte de la picaresca local y ante las cuales no tiene opciones una oposición también acostumbrada a ellas.
Hoy en México, los tres poderes que conforman la democracia liberal, lejos de ser autónomos e independientes, están sometidos al control antidemocrático de un solo partido, que ha reemplazado al viejo Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el control político y de los poderes estatales.
Debemos superar esta democracia liberal que solo nos convoca a elegir cada periodo a quien será el ungido democráticamente para gobernar “en nuestro nombre”, y reemplazarla por otra en la cual nosotros mismos decidamos sobre nuestro futuro.
Integrante de Por México Hoy. @pormxhoy