Bosque Iglesias Guzmán
El 14 de abril de 1931, hace 94 años, se proclamaba la segunda República Española como resultado del respaldo mayoritario a las candidaturas escépticas del anterior orden monárquico en las elecciones municipales de ese año. Rápidamente, la República Española se convirtió en un referente del avance en derechos y libertades sociales, y durante su vigencia, en el periodo de entreguerras, mientras en Europa se incubaban los totalitarismos fascistas, la República reconoció la igualdad jurídica entre hombres y mujeres, evitó que la naturaleza, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas o las creencias religiosas fueran fundamento de privilegio jurídico; desde el año de su establecimiento reconoció el derecho al voto de las mujeres, entre otros avances en los derechos de las clases trabajadoras del campo y la ciudad. La segunda república española tuvo una existencia más bien fugaz, ya que en el verano de 1936, con el levantamiento de las fuerzas armadas en un golpe de inspiración fascista, España entró en una guerra civil de 3 años, en la que mientras las fuerzas sublevadas recibieron el apoyo de Berlín y Roma, las democracias liberales europeas brillaron por su ausencia ante el embate contra la República. Un caso excepcional fue el de México, que bajo el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas hizo manifiesta su solidaridad y acogió a cientos de republicanas y republicanos en el exilio, entre los cuales podríamos mencionar a intelectuales de la talla de Adolfo Sánchez Vázquez o don Luis Villoro, y a muchos más que desde la casa de España en México, que después se transformó en el Colmex, contribuyeron con grandes aportes para el florecimiento del pensamiento emancipatorio en México.
A propósito de la segunda república española, y su rol como referente de avances en derechos y libertades, me propongo reflexionar sobre los imaginarios políticos en el campo izquierdista y progresista frente a los desafíos contemporáneos en México y el mundo. Un tema que ha capturado la atención de la discusión pública nacional durante los últimos meses ha sido la tensión en la relación bilateral con los Estados Unidos de Norteamérica a raíz de la llegada, por segunda ocasión, de Donald Trump a la titularidad del poder Ejecutivo en dicho país y su latente amenaza de imponer aranceles comerciales como medida de presión política y palanca de negociación para cumplir con su agenda electoral.
El papel que ha jugado la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, en respuesta al vendaval declarativo y las polémicas medidas arancelarias de su contraparte estadounidense ha causado diversas impresiones, y, si bien, ha logrado salir a flote en la turbulencia, no ha dejado de ser llamativo que su apuesta sea por defender el mercado común y el esquema desigual de integración económico-productiva que se ha consolidado como el mayor resultado de la doctrina neoliberal en México, y es consecuencia directa de los treinta años de vigencia de su instrumento insignia: el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, ahora T-MEC.
Sin pretender profundizar en los desafíos que implicaría re-estructurar la matriz económica y productiva del país tras 30 años de dicho tratado, que no son nada menores, quisiera subrayar lo impactante que es que la administración que se enuncia como segundo piso de la que en el sexenio pasado, por decreto declarativo, clausuró, canceló, o dio por finalizado el neoliberalismo en México, oriente su abordaje del diálogo con la administración Trump a defender la política de libre comercio, y la estructura económica resultante de la implantación de la doctrina neoliberal en nuestro país.
En ya varias de sus conferencias de prensa matutinas, ante preguntas de periodistas que sondean si una posible respuesta frente a las amenazas de Trump pudiera ser que México buscara un mayor acercamiento con el bloque económico de los BRICS, la presidenta Sheinbaum ha sido muy enfática en su defensa del mercado común Norteamericano como primera opción. ¿Por qué le resultará tan complicado a la segunda administración morenista plantear un horizonte de desacoplamiento del NAFTA/T-MEC? ¿Se tratará de una estrategia para no preocupar a los mercados, para no tensar más el diálogo con Estados Unidos? ¿Podrá ser, acaso, consecuencia también de un imaginario político estancado en el status-quo de los últimos 30 años? ¿Será que este imaginario ha ido siendo colonizado por el pensamiento neoliberal y unipolar atrofiando la posibilidad de visualizar otros horizontes?
Y más allá del desafío coyuntural para la actual administración en México, también resulta llamativo como otros gobiernos de adscripción socialdemócrata o progresista se han visto opacados por su incapacidad para trazar horizontes e imaginarios lo suficientemente atractivos, o conectados con las preocupaciones de segmentos mayoritarios, y, frente a los desafíos que configuran la crisis epocal contemporánea, son cada vez más los casos de corrimiento hacia las derechas y derechas duras autoritarias en procesos electorales recientes. Este repunte y ascenso de las derechas populistas muy patente en Europa y Estados Unidos, pone en evidencia que los vacíos que está dejando la crisis capitalista y de la democracia liberal, están siendo ocupados por la regresión autoritaria de los discursos de odio y de las políticas de exclusión.
Hay una tarea muy importante en los terrenos de la disputa ideológica y de la batalla de las ideas: se necesita refrescar la imaginación creativa de las izquierdas, y reconectar con los dolores y preocupaciones profundas de sus bases históricas para poder trazar horizontes que movilicen la acción política hacia otras coordenadas. Dotar de una dirección que se perciba a su vez viable y atractiva a los esfuerzos por salir de la crisis epocal. Yayo Herrero, autora ecofeminista española, señalaba en una conversación reciente cómo, frente a la crisis ecosocial nos es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, y creo que en superar esta incapacidad de imaginar alternativas al orden económico hegemónico, que ha ido configurando nuestra capacidad de proyectar futuro, reside un desafío ineludible para cualquier proyecto político en clave emancipatoria.
En su carta contra el capitalismo del desastre, escrita en 2022, Herrero plantea:
"Si lo necesario en tiempos de potenciales catástrofes es percibido como políticamente inviable, entonces ¿para qué la política? … Si lo necesario no es viable ¿cómo se van a sostener las vidas? ¿Qué vidas son las que se van a priorizar? ¿Cuáles son las que se van a abandonar? ¿A quién –como se preguntaba Javier Padilla en su libro– vamos a dejar morir? La ultraderecha lo tiene claro, y por ello en su discurso quiebra la razón humanitaria. En su lógica, como no caben todos, hay personas a las que hay que abandonar. Para hacerlo con comodidad les retira su condición de humanidad y las declara amenaza."
…y, si bien, queda todavía el desafío técnico y programático de construirle viabilidades a ese mundo y sociedades poscapitalistas que, a la fecha, se perciben como inviables y fantasiosas, el primer paso sigue siendo poder trazar imaginarios y horizontes que orienten nuestro actuar, nuestra práxis, hacia esa dirección.