Carlos Lavore
El “ordenamiento global” impulsado por el neoliberalismo tiene entre sus premisas básicas la libertad de flujos y movimientos de bienes, servicios, personas y capital, indispensables para la apertura de mercados y el libre comercio a escala mundial. La consecución de esas libertades, provocan efectos distintos según se trate de los países del norte desarrollado o del sur en vías de desarrollo, entre los que nos encontramos. En los primeros forman parte de su evolución y acuerdos para la integración, en los segundos es una imposición, aceptada por los gobernantes de turno, que establece un vínculo desigual con incremento de colonización, dependencia y despojo, en nombre del progreso.
Las contradicciones del modelo y, en los últimos años el factor China, su desarrollo y expansión, inducen el retorno de aranceles y de políticas industriales proteccionistas, sobre todo en EU, poniendo en cuestión al libre flujo de bienes. Se sacude el sistema multilateral de comercio. Y también las fronteras, con libertades restringidas al flujo de ciertas personas. Son tiempos antinmigrantes.
A pesar de ello, hay una dinámica de más de 40 años, establecida desde las premisas mencionadas con notorias consecuencias para nuestros países. Veamos en qué consiste cada una y que representa en esta fase de reacomodo del modelo.
El libre flujo de bienes necesita la eliminación de barreras arancelarias, restricciones comerciales y cuotas de importación o exportación, para facilitar el intercambio de productos entre países, con mercados abiertos, donde las materias primas y manufacturas puedan circular libremente, bajo las reglas de las ventajas comparativas, promoviendo la competencia y reduciendo los precios.
En México (y en América Latina) es el caso de los recursos naturales, extraídos en condiciones de despojo, que transitan hacia puertos y frontera norte, con destino a su transformación. O de los productos agrarios cultivados para satisfacer la demanda de EU cambiando patrones históricos, en tanto se importa el 70% de los alimentos. O de la maquila productora de muchos bienes que forman parte de cadenas de valor globales, controladas por grandes corporaciones transnacionales y sus países de origen con economías avanzadas, que aprovechan mano de obra y ubicación estratégica del país, capturando los mayores beneficios. (en México hay más de 5 mil maquiladoras y 21 armadoras de autos). Son bienes que deben moverse libremente a partir de localizaciones y relocalizaciones que no se definen por las potencialidades de las regiones con su población, sino a partir de las necesidades de los países desarrollados, en particular de EU.
México participa en 14 tratados comerciales que involucran a 50 países, pero el TLCAN (1994) y el T-MEC (2018) son tratados que determinan un vínculo mercantil preferencial casi excluyente, con magros resultados para el país. En 30 años se incrementó notablemente la concentración de riqueza, los asalariados perdieron poder adquisitivo y la tasa de crecimiento fue muy inferior al período histórico anterior. (ver José Luis Calva, “No lloremos la probable muerte del TLCAN/T-MEC”, El Universal, 25 enero 2025)
Flujo de servicios. Apertura plena de mercados para que servicios como banca, seguros, transporte, comunicación, tecnología y turismo puedan ofrecerse en cualquier parte del mundo. Esto implica la eliminación de restricciones regulatorias que limiten la entrada de empresas extranjeras a los mercados locales o al flujo de recursos financieros.
A partir de la firma del TLCAN se desarrollaron notablemente los servicios de importación y exportación, financieros (bancos, casas de bolsa y aseguradoras), telecomunicaciones, turismo, consultorías diversas. Todo en función de la impronta global.
Las tecnologías de la información y la comunicación se desplegaron rápidamente para facilitar operaciones de todo tipo en tiempo real. Corporativos de grandes empresas, bancos, aseguradoras y fondos de inversión, se asentaron y transformaron la fisonomía de las ciudades con una arquitectura también globalizada (por ejemplo, el corredor Reforma – Santa Fe en la Ciudad de México).
Los medios digitales, a la par de facilitar el intercambio transformaron pautas de comportamiento social en vastos sectores propiciando individualismo, alienación, consumismo, colonización y dependencia, lo que puede agravarse con la nueva alianza gobernante en EU, de la que participan los gigantes de las redes que controlan datos de todos y deciden que información circula.
Los servicios de transporte privilegian la vinculación terrestre hacia el norte, con ferrocarriles para carga y automotores para pasajeros, relegando la articulación territorial del país, el uso de los mares y las necesidades de la población.
Los servicios turísticos se multiplicaron alentando mega desarrollos costeros, urbanizaciones sin control, mercantilización y folclorización de costumbres y desplazamientos de población en ciudades, con efectos negativos sobre comunidades, formas productivas, cultura y medio ambiente.
El capital financiero internacional es de los grandes beneficiarios de este proceso de liberalización de regulaciones con su entrada al sistema bancario y al mercado de valores, la adquisición de empresas estratégicas, su participación en diversos extractivismos y la presencia de fondos de inversión especulativos.
La liberalización y expansión de servicios puso al país en situación de dependencia de la inversión externa y de vulnerabilidad ante crisis financieras internacionales, fuga de capitales o cambios en el modelo global. Al mismo tiempo el territorio muestra las distorsiones de una ocupación de tipo extractivista, con soporte físico que se construye en función de necesidades que no son las propias.
Flujo de personas. Se trata de facilitar el movimiento de personas entre países, ya sea por motivos laborales, de negocios, turísticos o educativos.
Es la idea de un mercado global sin restricciones, donde la fuerza laboral pueda desplazarse libremente para maximizar la eficiencia económica y el crecimiento, reducir costos y facilitar el ajuste dinámico de la economía global. Pero aquí hay matices.
El movimiento de personas vinculadas a los negocios es necesario para la transnacionalización de la economía, facilitando el funcionamiento de las grandes empresas y del capital financiero, con un mayor intercambio global.
La libre circulación de personas en el ámbito del turismo es clave porque representa una fuente significativa de ingresos, fomenta la apertura de mercados y refuerza la interconexión global. Su expansión requiere la liberalización de políticas migratorias y la construcción de equipamiento, para permitir la llegada masiva de turistas, lo que beneficia a empresas transnacionales del sector (aerolíneas, cadenas hoteleras, plataformas digitales como Airbnb, inmobiliarias) en desmedro de las comunidades locales.
Sin embargo, el flujo de personas es el más contradictorio de los flujos liberalizados. Por un lado se busca aprovechar el capital humano global y facilitar la operación de las grandes empresas y las corporaciones financieras, a la par que se detona un crecimiento exponencial de los flujos turísticos.
Por otro lado se impusieron barreras y limitaciones a la migración de los excluidos, desplazados o despojados por el mismo proceso económico en los países del sur. Además de las migraciones internas propiciadas por cambios en los patrones productivos o por situaciones de despojo (campo, minería, maquila, turismo).
La agenda migrante no tiene solución con el actual modelo de mucho para pocos y nada para muchos. La libertad de flujos y movimientos de personas no los incluye y ello se traduce en desplazamiento forzado y tráfico ilegal de personas, con serias consecuencias humanitarias y políticas, como hoy se muestra en las fronteras norte y sur del país.
Flujo y movimiento de capital o libre circulación de dinero, inversiones y recursos financieros, sin fronteras ni horarios, facilitadas con el gran desarrollo de las tecnologías de la información y comunicación, que permiten a ciudadanos, empresas, fondos de inversión y crimen organizado mover su dinero y activos en tiempo real y sin restricciones.
En México la liberalización de los mercados financieros facilita que la Inversión Extranjera Directa (IED) se convierta en la palanca para el despliegue de la maquila manufacturera y automotriz. Los fondos de inversión controlan numerosas empresas nacionales y transnacionales así como buena parte de los commodities (minerales metálicos, energía, ganadería y agricultura), además de su presencia especulativa en el mercado de valores y cambiario. Por ejemplo, Black Rock, gigante mundial, es el fondo de inversión mayoritario en la Bolsa de Valores de México y tiene participación en América Móvil, Cemex, Femsa, Alfa, Citibanamex, Bimbo, Pemex (infraestructura y exploración), Televisa, Grupo México, entre otros.
La banca que opera en el país adquirió alta concentración y un margen de utilidad de los más altos, incluso en tiempos de pandemia. Cinco grandes bancos (BBVA, Banorte, Banamex, Santander, HSBC) controlan el 77% de los activos financieros. Solo Banorte está en manos de capital nacional.
Por su parte las remesas de los migrantes en EU se convirtieron en los ingresos más importantes para el país. Los expulsados nos salvan, al menos hasta hoy.
El capital financiero es la llave de la dominación y el despojo, por su capacidad especulativa global y de influencia sobre la localización territorial de las inversiones. Pueden apreciarse los resultados en el tiempo. Profundos desequilibrios regionales y desigualdades sociales, concentración de beneficios y riquezas en pocas manos, gran dependencia y vulnerabilidad del país ante inestabilidades globales (1994 y 2008) o cambios en las políticas del norte.
Algunas propuestas
El conjunto de estas libertades es incorporado al pensamiento nacional (o una parte de él) como la base del progreso y de lo que debe ser en materia de desarrollo del país, dibujando crudamente la colonización que padecemos y que debe revertirse.
Es determinante pensar al país desde las regiones con su población y en función de ello, proveer el soporte físico, definir cuáles son los bienes naturales que se aprovechan, que alimentos y manufacturas se producen y después, cómo y con quién se efectúa el intercambio, cómo se mueven los bienes, sin alineamientos excluyentes.
De igual modo los servicios deben repensarse en función de las necesidades nacionales para que toda la población se beneficie y el país transite hacia una mejor integración, con la construcción de infraestructura, la regulación de las actividades extractivistas (incluida la industria turística), la autonomía energética y alimentaria, el control normativo de los medios digitales y el desarrollo tecnológico
Las personas deben transitar libremente, pero no desde la desesperación, el hostigamiento o la persecución. Es necesario revisar la concepción del desarrollo nacional (y de Latinoamérica) para que la población tenga la oportunidad de resolver su vida en el país, la región, su pueblo, su comunidad.
El control del capital financiero, en todas sus variantes de intervención, requiere una cruzada regulatoria internacional. Mientras sucede, a nivel nacional hay necesidad de establecer límites a la especulación, el despojo, los abusos bancarios, la predominancia en las decisiones, para que su participación ocurra en términos de un proyecto soberano, con riqueza distribuida equitativamente.
La realización de México como país no depende del T MEC ni de EU ni del modelo impuesto, sino de una visión soberana del desarrollo, insumisa y descolonizada, que reconozca como punto de partida la situación de subordinación y dependencia en que nos encontramos, que exprese a las múltiples resistencias y experiencias organizadas que se despliegan en el territorio y las haga protagonistas de un proyecto nacional realmente independiente, igualitario, democrático y progresista.
Integrante de @pormxhoy