Emilio Pradilla Cobos

El gobierno mexicano vive una contradicción que ahondó su predecesor y que amenaza su desempeño económico e internacional en lo relacionado con el T-MEC, y con los indocumentados que pretenden llegar a la frontera; trata de integrarse a los Estados Unidos, y mantener la soberanía nacional, una dualidad imposible de cumplir, como lo demuestra un siglo de intervencionismo político y militar de la potencia en la región, y que el futuro gobierno de Donald Trump amenaza.

La presidenta aboga por la integración de toda América Latina con Canadá y Estados Unidos, repitiendo la frase de la “empresa para la Iniciativa de las Américas” formulada el 27 de junio de 1990 por el presidente estadounidense George Bush la cual proponía la integración en el libre comercio desde Alaska hasta Tierra del Fuego. Esta propuesta atrapó a México en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y luego, en el primer gobierno de Trump, en el T-MEC. Pero la Presidenta quiere que ello ocurra garantizando la soberanía y autodeterminación nacional.

Ahora, en el segundo mandato de derecha de Trump, su imperativo político se ubica lejos de estos objetivos, con su amenaza de 25% de aranceles a los productos enviados de México si no se cumplen sus exigencias de frenar las migraciones “ilegales”, el tráfico de fentanilo, y los productos chinos enviados a su país, tareas que le quedan grandes a los gobiernos de la “cuarta transformación”.

Recordamos que el supuesto integracionista-soberanista simultáneo ha sido negado por el país hegemónico del capitalismo, en el pasado y el presente. Ahí están las intervenciones políticas y militares en México -se perdió la mitad del territorio “soberano”-, Centro y Suramérica en el siglo XX, muchos policías armados de USA en México, o la captura del Mayo Zambada, que niegan la soberanía. En el mismo sentido obran los chistes-amenazas anexionistas o intervencionistas de Trump y sus “hombres”. Y que la gran mayoría del intercambio mercantil de nuestro país se realiza con el vecino, al tiempo que significa un porcentaje muy bajo para este; y que la casi totalidad de estos intercambios los llevan a cabo las trasnacionales, una dependencia económica casi absoluta hacia el país vecino que va contra la integración equitativa. Estados Unidos es la potencia económica y militar hegemónica, solo amenazada por China, y contra cuya amenaza se orienta la política del presidente estadounidense.

No hay integración económica y, a la vez, soberanía nacional con el vecino del Norte.

Esta contradicción se manifiesta en otro aspecto: Trump exige frenar la migración de mexicanos y otras nacionalidades a USA, acusándolos de “asesinos y narcotraficantes”; pero México recibe más de 60 mil millones de dólares de remesas anuales que significan un alivio para la economía, y así lo reconoció AMLO en varias ocasiones. ¿Cómo frenar las migraciones ilegales de connacionales y otros migrantes del mundo hacia Estados Unidos y, al mismo tiempo, mantener el creciente flujo de remesas que salvan al país del déficit de la balanza de pagos, presionada por las importaciones del vecino país? Perseguir migrantes y mantener muy altas las remesas suena también contradictorio.

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