Emilio Pradilla Cobos

Las metrópolis mexicanas no han dejado de crecer desde su fundación por los españoles durante su colonización o por los mexicanos a fines del siglo XIX. Hoy, la Zona Metropolitana del Valle de México, la ciudad real, con más de 22 millones de habitantes, es la mayor de América Latina; tres ciudades mexicanas están entre las nueve más grandes de la región; y hay muchas otras que crecen sin parar. Las alimentan demográficamente el crecimiento de la población ya urbanizada y las migraciones de otras áreas, en particular el campo donde siguen existiendo muchas razones para la migración, empezando por la pobreza que sigue siendo mayor que la urbana y lacera gravemente a los campesinos, muy deficitarios en infraestructuras y servicios sociales (Pradilla, Márquez y Castillo, 2024: 251 y ss.).

El crecimiento poblacional significa, necesariamente, el aumento rápido del área urbana, mayor que el de la población por la presión de los grandes urbanizadores y sus obras modernas repletas de jardines, y de la demanda de infraestructura y servicios públicos, y los déficits de ellos, ante la falta de respuesta de las empresas privadas -por no ser rentables- y del sector público que dedica su inversión a obras suntuarias como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), los trenes Maya e Interoceánico y El Insurgente a Toluca, y sus deudas, básicamente al servicio de sectores específicos de la acumulación de capital: Turismo y empresas trasnacionales.

Los déficits de infraestructuras y servicios urbanos siguen creciendo y acumulándose, pues el sector público que debería atenderlos, ahora predominantemente en manos de MORENA, ante la mirada metalizada del privado, invierte en banalidades, y sigue sin tener proyectos y programas efectivos de reducción de estos mediante sus acciones, y la calidad de los que realmente realiza es muy desigual entre los que ofrece a los sectores de medios y altos ingresos, y los que entrega a los de bajos ingresos. Vialidad pavimentada y sin saturación, transporte público eficiente, vivienda adecuada para la vida de los sectores de bajos ingresos, agua potable no contaminada y disponible todo el tiempo, energía eléctrica segura, drenaje suficiente, ausencia de inundaciones periódicas por las lluvias, y otros servicios faltan crecientemente en nuestras ciudades.

Aunque ha disminuido la proporción de pobres en los últimos años, básicamente debido a los apoyos monetarios a sectores vulnerables y el aumento al salario mínimo, que se reducen con la operación del sistema económico, esta baja ha sido menor en términos absolutos debido al crecimiento demográfico, pero ha aumentado la desigualdad económica y social pues los ricos se han hecho más ricos, a una velocidad anual asombrosa, mucho mayor que el crecimiento económico y los ingresos de los pobres. Y el que estén en la Constitución no significa mucho, pues el PRI y ahora MORENA la cambiaron mediante mayorías absolutas logradas artificialmente, y podría volver a ocurrir.

¿No será el sistema económico-social el responsable de estas falencias? ¿No será la desatención de estas demandas por los gobiernos llamados “progresistas” lo que lleva a una parte del electorado -cerca del 10 % en casi todos los casos- a que los abandonan electoralmente y voten por la extrema derecha, creyendo que ella si lo va a resolver? Valdría la pena pensarlo pues aquí puede pasar también.

Referencia

Pradilla Cobos, Emilio, Lisett Márquez López y Mercedes Castillo de Herrera 2024 El desarrollo territorial desigual en América Latina (Ciudad de México: Universidad Autónoma Metropolitana).

Integrante de Por México Hoy

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