Por Carlos Lavore

(Texto presentado en “DIÁLOGOS IMPOSIBLES, democracia en disputa”, conversatorio realizado el 5 de julio de 2025)

En memoria de Roberto Eibenschutz, amigo, compañero y maestro.

“Lázaro Cárdenas decía: No puede existir democracia política mientras no se imponga la democracia económica. La democracia en los Estados capitalistas sólo será teórica. Siempre influirá el más fuerte.” Citado por CC en “Por una democracia progresista”.

En el sentido de la cita estimo que 1988 es un parteaguas. En ese momento se definió un camino de lucha hacia una cierta democratización y, al mismo tiempo, comenzó la imposición del modelo neoliberal de acumulación capitalista. Caminos bifurcados.

“Lo económico adquirió predominio y determinó transformaciones brutales, sin concesiones. Lo político, subordinado, fue el espacio para conceder al reclamo civil, sin renuncia del control: paulatinos avances democráticos, creación de organismos intermedios, cierta tolerancia a la manifestación. Pero la ortodoxia económica no admitió discrepancias ni políticas alternativas. Y sucedió la entrega.” CL, “Entre la extinción y el rescate”.

A partir de entonces, ciertos avances de la democracia formal alimentaron expectativas y discursos que no tomaron en cuenta la necesidad de cambiar la estructura de poder financiero y económico. La orientación del reclamo democratizador no incluyó la democratización del poder económico.

Esta separación fue alimentada desde las corporaciones mediáticas, analistas e investigadores, en el afán de cimentar una democracia liberal con una institucionalidad suficiente en sí misma, más allá de lo económico.

Se fue gestando un divorcio entre las múltiples resistencias comunitarias y reclamos de la sociedad y las formas de representación política e institucional. Éstas se reproducen a sí mismas, con variantes de color, por el reiterado afán de un ilusorio poder, sin proyecto colectivo, desentendidos de transformaciones reales. La superestructura política no representa ni expresa la verdadera realidad social. En esencia, es un espacio de control del poder real sobre el devenir nacional.

Hoy se intenta instalar un discurso transformador, con tintes de soberanía progresista, que contrasta con una realidad de gran dependencia y subordinación a los intereses del norte, al capital financiero y a las grandes empresas.

Ese poder es el que ha modelado nuestros países y lo sigue haciendo. Con las actividades productivas y el territorio organizados en función de sus necesidades. Con extracción de recursos y explotación de mano de obra. Nuestro modelo es el de ellos.

El siglo que corre ha dado varios ejemplos “progresistas” en AL, que dibujaron algo así como un neoliberalismo de izquierda. Extractivismos diversos, con políticas sociales de contención y el poder real intacto, al que se suma, como poder, el crimen organizado.

Igual en México. Programas sociales diversos y, al mismo tiempo, minería, maquila, producción agropecuaria, turismo. Tren Maya, Corredor Interoceánico, polos industriales, infraestructuras, transporte. Todo en función de las necesidades externas, los vínculos con el norte y los grandes capitales. Hoy, por ejemplo, la Península de Yucatán y Chiapas están en la mira del extractivismo depredador, con muchas resistencias por cierto, al igual que las iniciativas y políticas mencionadas.

En todo el territorio, colectivos y comunidades se enfrentan a un modelo que no es incluyente ni respetuoso. Si lo fuera no ocurrirían las agresiones a Cherán, el acoso a los zapatistas, el hostigamiento a las madres buscadoras, el asesinato de los defensores ambientales. Despojo, violencia, corrupción e impunidad.

La democracia liberal ya no es suficiente para las expectativas de acumulación del capital. El poder establecido necesita aumentar la contención del reclamo social, de las organizaciones territoriales, sectoriales y comunitarias, demasiado expandidas tal vez. De ahí las mutaciones del modelo hacia versiones políticas cada vez más autoritarias. Es un signo global.

Los cambios en México parecen responder a esa premisa, en tanto ninguno de ellos afecta al poder financiero y económico. El control político es férreo y el social también…por ahora. Las instituciones se modifican en función de las necesidades del capital, no de la sociedad, aunque el discurso diga lo contrario. Hay en esto una suerte de colonización cultural y política, o mucho cinismo, o ambas.

La institucionalidad del país está en proceso de control autocrático de todos los poderes, incluido el mediático, con las FFAA en rol militar, empresarial, financiero, político y de seguridad pública. Y el crimen organizado ocupando espacios en el territorio, en política, en actividades económicas y financieras. En los hechos, este entramado cívico – militar – criminal – mediático, es funcional a la acumulación de ganancias y está modificando todas las relaciones, más allá de sus confrontaciones y disputas

La verdadera dimensión progresista, de izquierda, de un gobierno está en su disposición a impulsar la organización comunitaria, a convocar a la sociedad a organizarse, a apoyar los colectivos con diversas inquietudes y se puede medir por su comportamiento ante los poderes reales, financieros y económicos. De cuál es la voluntad política para ponerle coto a ese poder y a su tasa de ganancia.

“México no podrá desarrollarse utilizando todas sus potencialidades mientras se tenga, como ahora, una economía férreamente dependiente y subordinado a los intereses hegemónicos que dominan la política y las finanzas de los Estados Unidos” CC, Por una democracia progresista.

Entonces…donde te encuentro democracia…necesitamos…

1 Incorporar la dimensión económica al reclamo democrático. Descolonizar el pensamiento y darle integralidad. Sin democracia económica no hay democracia política. El poder financiero y económico debe acotarse, en el país y en el mundo.

2 Analizar las experiencias de organización productiva y política, colectivas, comunitarias, cooperativas. Sean agropecuarias, pesqueras, zapatistas. Como la Unión de Cooperativas Tosepan, el municipio de Cherán, las cooperativas mayas en Yucatán, los comunes en Chiapas. Son la referencia para visualizar una economía solidaria, distributiva, no especulativa, así como distintas formas de prácticas democráticas y de organización institucional.

3 Discutir el modelo de desarrollo progresista desde esas experiencias, apuntando a una verdadera distribución de riqueza y a una participación democrática real en la cuestión pública, desde abajo, sin condicionamientos ni simulaciones. Revisar el papel del Estado, del capital financiero, de las grandes empresas, de la sociedad. Pensamos en un Estado muy diferente al actual, con mayor presencia, regulador del mercado y la riqueza, impulsor de más participación y más organización social y comunitaria, sin clientelismo. Con planeación participativa en todos los órdenes.

4 Articular las resistencias en todas las dimensiones en que existen y actúan. Y promover nuevas. Esta conversación es resistencia y hay que continuarla. Construir la mayoría política y social que impulse y dé sustento popular al proyecto de país igualitario, con justicia, libertad y soberanía. Reales, no discursivas.

5 Lo más importante. Impulsar el cardenismo como concepción, referencia histórica y proyección a futuro. Lázaro Cárdenas conceptualizó políticamente y llevó a la práctica los postulados de la Revolución. Cuauhtémoc Cárdenas hace lo mismo, actualiza el ideario en lo político e ideológico y le da proyección a futuro. Nos corresponde darle sentido práctico, estudiando, organizando y actuando.

El cardenismo es lo que puede dar identidad política a las múltiples resistencias en búsqueda de una alternativa construida desde abajo, entre todos.

@pormxhoy

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