Estamos ante un sobreviviente, un observador agudo y un estratega minucioso del suspenso.

Sobreviviente de la guerra imperial de Hitler; observador del fin de la Guerra Fría que buscó sellar el destino de la URSS como fracaso de modelo y potencia imperial.

Como un telar de proyecto de vida diseñado por sí mismo, pertenece a una generación estoica frente a la humillación histórica: él idolatra a Yan Berzin (fundador de la inteligencia militar soviética y creador de grupos de espías en todos los países europeos).

Sus biógrafos lo describen como un hombre solitario, temerario, impredecible, que no acepta la disidencia y administra un Estado represor brutal, neo totalitario.

I. El nido familiar como lección histórica biográfica.

Vladimir Putin padre, en el ejército en los primeros días de la guerra entre la Unión Soviética y Alemania, sufrió heridas en el campo de batalla: con ambas piernas destrozadas, le postraron a su discapacidad. María, su madre, estuvo a punto de morir de hambre y perdió a varios de sus hijos antes y durante la misma guerra.

Nacido en 1952, Vladimir Putin nació en Leningrado: "era una ciudad colmada por el hambre, pobreza, destrucción, violencia y muerte. Apenas habían pasado ocho años desde el fin del sitio de Leningrado, que comenzó cuando las tropas nazis rodearon por completo la ciudad, cortando todas las conexiones con el exterior, el 8 de septiembre de 1941, y terminó 872 días después: murieron más de un millón de civiles, víctimas del hambre o del fuego de artillería, que no cesó durante todo el bloqueo (...) cientos de miles de civiles murieron en él, presas de las bombas y el hambre" (Putin:el hombre sin rostro, pág. 21).

II. El nido del poder como experiencia de planes consumados por el espionaje político y administración de temores políticos y sociales.

En agosto de 1999 Boris Yeltsin le nombra su Primer Ministro de Rusia, en un contexto de atentados terroristas en centros comerciales/barrios residenciales.

Desde esa posición y ante la guerra con Chechenia, V. Putin decidió medrar para que el Presidente Yeltsin y él - que no tenía oficialmente autoridad sobre el Ejército ruso-, impulsaran un decreto presidencial para la reanudación de combates contra chechenia, asumiendo para sí la potestad de ordenar a las tropas rusas combatir a Chechenia: “Ese mismo día, Putin efectuó una de sus primeras apariciones en televisión: 'Les daremos caza —dijo sobre los terroristas—. Dondequiera que los encontremos, acabaremos con ellos.

Incluso si los encontramos en el retrete, los liquidaremos allí'. Putin no prometía llevar a los terroristas ante la justicia ni manifestaba compasión por los cientos de víctimas de las explosiones.” (Gessen, M. Putin: el hombre sin rostro, pág. 21).

III. El laboratorio del nuevo nido. La geopolítica como estrategia defensiva nacionalista/imperial.

Putin exige que las potencias mundiales y sus aliados no canten la paz a costa del futuro de Rusia. Su guerra es “la del tipo que Occidente no sabe pelear: quiere ver a Occidente fuera de esfera de influencia rusa y la garantía de hierro que Ucrania no se unirá a la OTAN” (M. Eltchaninoff).

Putin ejerce ahora la doctrina de la geopolítica de la dignidad (busca regresar a Kiev -la madre de las ciudades rusas-, a su morada imperial), como estrategia nacionalista defensiva.

Abramos un árbol de escenarios:

1. Putin suspende unilateralmente la guerra.

Implicaría para Putin consumar su meta: no invasión territorial y sí, la aceptación unilateral por Ucrania de derrota militar y el cambio de su élite política actual.

2. Putin suspende de manera forzada la guerra.

Al sostenerse la prolongación de la resistencia cívico-militar de Ucrania con apoyo en la opinión pública global anti Putin, el nudo diplomático fuerza a Ucrania/ Rusia a una estabilidad insatisfactoria: “Rusia acepta que Ucrania rija autonomía e independencia política en Crimea, respetando su independencia” (Henry Kissinger, The Washington Post, febrero 2022).

3. Putin pierde el control político y mediático mundial y decide escalar la guerra.

El dominio de Putin del control de los acontecimientos se pierde y el reloj de la guerra marcha en contra de Putin:

Ramzan Kadyrov, presidente de Chechenia y aliado clavede Moscú cuestionó ayer al Kremlin y advirtió que la táctica de Rusia en Ucrania es lenta y disfuncional: “los ucranianos están armados hasta los dientes con nuevas armas y municiones, artillería pesada de nueva generación, y seguimos poniendo nuestras esperanzas en que ucranianos entren en razón (…) pido a V. Putin que dé a todas las unidades especiales orden para que puedan acabar con los nazis/terroristas que mataron a nuestras mujeres, ancianos y niños en la República de Chechenia”. La fricción escala en paranoia y episodios de confrontación bélica, con el despliegue potencial de armas nucleares o el ensayo de armamento sofisticado bioterrorista.

Mientras daño humanitario y éxodo de refugiados es inmenso, nos toca observar y actuar como civilización, ante el proceso que abre esta nueva geopolítica como arma nacionalista defensiva y del suspenso para el futuro del mundo.

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