Una mujer sincera y honesta, hija de padre negro jamaiquino y de madre hindú, abogada de profesión, quien ve en la justicia el fin último de su acción política, emerge como relevo competitivo de los demócratas ante la dimisión del Presidente Joe Biden.
Todo parece alinearse en su favor para hacerse de la candidatura del Partido Demócrata en la Convención Nacional del 19 al 22 de agosto próximo.
Veremos si los prejuicios raciales y machistas que aún padecen los estadounidenses podrán ceder hacia el entendimiento de la igualdad que debe existir entre todos los seres humanos, o si las campañas presidenciales Harris/Trump los profundizan, con nuevas tempestades y dardos políticos que ahonden la polarización.
Biden debió reflexionar profundamente sobre su creciente debilidad psicofísica para tomar esa decisión además de que se presentaron circunstancias poco afortunadas sobre sus capacidades cognitivas y encuestas nacionales que mostraban su declive consistente.
A pesar de su inflexibilidad inicial para dejar la candidatura presidencial, en los hechos fue orillado a considerar seriamente que Kamala Harris es la líder política ataviada de virtudes y capacidades suficientes para enfrentar a un Donald Trump creciente y dominante, sobreviviente ante la adversidad.
Consideramos que ahora los americanos tienen ante sí dos propuestas radicalmente distintas para dirigir a la nación.
El dilema central en ellas es y el qué se espera de la Presidencia estadounidense ante una nación potencia mundial que aún posee fortalezas militares, tecnológicas y económicas para preservar su hegemonía global.
Esta disputa tiene a su vez un telar geopolítico: la mayoría de mandatarios aliados de la OTAN y ante el liderazgo de facto pro trumpiano de Viktor Orban en la esfera europea, ven esperanzadas como la candidatura y eventual triunfo de Kamala Harris, puede parar en seco las consecuencias sobre la Unión Europea de las dinámicas autócratas dominantes de conflictividad internacional que implican las guerra ruso-ucraniana, el conflicto árabe-hamas-israelí y los que estén en ciernes para los próximos meses y años.
Trump es el candidato confrontacional quien desea acumular capital sin límites y adquirir poder político para asegurar sus fines personales.
Hábil en la comunicación entraña un espíritu dominante, neonacionalista, que postula recuperar el orgullo a los americanos y particularmente al universo blanco, conservador y ultraderechista.
Harris deviene de raíces profundas, sus orígenes milenarios le aportan claridad en sus propósitos, es una activista consumada de sus causas desde el sistema judicial y desde el Ejecutivo federal, en pro de las personas agraviadas y necesitadas.
El amor que su madre le prolijo y las enseñanzas justicieras recibidas en su niñez por su comunidad negra forjaron en ella valores y convicciones que le palpitan una mujer excepcional.
Desde México vemos con aliento cómo el proceso político presidencial muestra un escenario de riesgo real al ex Presidente Trump, quien daba su reelección por consumada después del atentado fallido.
Estamos ante una extraño giro del destino político, con menos de 100 días de duelo de campaña para saber quién triunfará en la Presidencia:
Una campaña demócrata que busca recuperarse de la circunstancia Biden, una Vicepresidenta Harris en plena luna de miel política hacia la candidatura con electores que se habían desencantado del mandatario y segmentos clave como los jóvenes, las mujeres y potenciales votantes afroamericanos, que habían asumido como inevitable el regreso de Trump.
Falta ver cómo logra Harris recuperar a electores latinos, lastimados y resentidos por la Presidencia Biden/Harris y que en una proporción importante favorecen una política proteccionista y más radical anti inmigrante, pero encarnada por Trump.
Las encuestas nacionales, si creemos en ellas, muestran este vaivén de las voluntades electorales: a Harris recuperando con sagacidad el terreno perdido, afianzando su imagen nacional cuando las encuestas durante años le reflejaron como una Vicepresidenta gris e impopular, pero ahora con gran capacidad de alinear liderazgos a todos los niveles en el Partido Demócrata y recuperar la confianza de donadores que estaban alejándose de la campaña e impulsar el entusiasmo de redes de miles de voluntarios en el país pro Harris.
Conquistar el voto popular nacional parece que no representará mayor problema para la campaña presidencial de Harris frente a Trump.
El duelo será brutal y sin escrúpulos por el Colegio Electoral, instancia que define quién gobernará los próximos 4 años.
Trump por su lado se mantiene firme en su método de desacreditación de su futura adversaria, ha decidido tácticamente descartar debatir hasta que Harris se confirme como candidata del Partido Demócrata y cultiva su seducción política con uno de los nichos más importantes que pueden definir la elección: electores cristianos.
Sí, ese es un nicho que cautiva dado el aura de protegido por Dios que busca esparcir después de que sobrevivió ileso al atentado de asesinato: en la Cumbre de los Creyentes el pasado viernes, en su discurso Trump prometió a los electores cristianos del país que “si me ayudan a ser electo, en cuatro años no tendrán que volver a votar, porque mi nuevo mandato solucionará todos los problemas. Lo arreglaremos también que no tendréis que volver a votar”.
El sueño de los líderes republicanos, antes y durante la era de W. Bush hijo, ha sido modificar el sistema electoral de tal manera que la hegemonía del partido republicano se extienda durante varias décadas.
Ahora con Trump, se asume que su retorno a la Presidencia podría implicar la anulación del sistema democrático, la reconfiguración de los distritos electorales y con esta insistencia, la búsqueda de una dominación autócrata con el control de toda elección bajo designios gubernamentales y del Presidente.
De acuerdo con su clara biografía, Trump no aceptará, bajo ninguna circunstancia, perder la contienda.
Los debates, la elección nacional y el Colegio Electoral, deberán ser ganados de manera arrolladora e incuestionable por Harris, si quiere asirse realmente del mando de la nación de las barras y las estrellas.
Por eso, la intempestiva presencia de Harris en la campaña presidencial revitaliza el duelo brutal por la Presidencia estadounidense, que con Trump en la disputa, actualiza la lucha existencial del sistema de vida y método de poder que estadounidenses han preservado para sí hasta Biden, y que ha sido el canon dominante respecto de sistema democrático y liberalismo político en Occidente.