Por la amenaza y las tragedias que ha contraído COVID-19, la nueva ética de la protección y la liberación de los demás, es la lección universal no aprehendida.
Esto es resultado de la preeminencia del egocentrismo del “yo primero” y el “nosotros primero”, asegura el filósofo italiano Roberto Mancini.
Es la sed de poder y del capital, de acumulación, el egoísmo, lo que pervive y domina en nuestro sistema de vida y lo que nos hace negar la humanidad de la que somos capaces, para comprender en toda su magnitud lo que estamos viviendo.
“Cualquiera que sea el tipo de mal que nos golpee, ya sea una guerra, un terremoto o un virus, la calidad de nuestra respuesta es muy diferente, que varía mucho dependiendo de si somos una humanidad dividida, perdida detrás de ideologías de competencia, lucro o raza, o somos una comunidad solidaria y democrática” (R. Mancini)
El hechizo del poder a escala mundial, a nivel individual y colectivo, se mantiene intacto y negamos con ello la experiencia de la dignidad humana, como si no fuésemos una comunidad universal que tiene el mismo hogar.
El capitalismo avanzado contemporáneo sigue las manecillas de su reloj.
Como proyecto político universal, con la fase neoliberal consagró su cultura depredadora del ambiente, de las economías y de las sociedades.
Ahora, con el predominio de intereses geopolíticos con las vacunas anti COVID-19, las potencias mundiales y las empresas transnacionales de la industria farmacéutica y biomédica avanzada, lamentablemente actualizan las premisas del capitalismo, no las de la solidaridad universal.
Ahora, con el predominio de la educación online por el confinamiento obligado, no estamos afrontando sus efectos desde la gestión pública educativa y desde la deliberación social con los jóvenes y la niñez, el cómo los niveles de deserción, de hartazgo, de desencanto, de hacinamiento y desigualdades por brechas tecnológicas, de cómo las violencias, el hostigamiento y acoso, se trasminan del hogar-escuela a la escuela-tele hogar.
Mientras imperan el hechizo, la sed de poder, se niega la violencia y la inequidad que producen y las sociedades y grupos vulnerables, viven en la desgracia existencial, la incertidumbre, la violencia y el sufrimiento social no visibilizados y por ende, irrelevantes a los ojos de todos.
En efecto, sólo la transformación del sufrimiento social en pasión, en coraje ético cívico por la justicia universal, puede coadyuvar a que se produzca una nueva cultura de la humanidad.
El hechizo de poder y del capital, seguirán convirtiendo a las sociedades en instrumentos sin valor, a arruinar el mundo que habitamos.
¿Estaremos dispuestos a redescubrirnos como seres humanos?;
¿A fomentar un gobierno no sobre personas (y por lo tanto que las asumen como objetos/súbditos), sino sobre problemas/desastres/sistemas y políticas?;
¿A incentivar habilidades y didácticas genuinas por transmitir en el hogar/aula saberes socialmente relevantes y habilidades que sólo maduran con la educación?
¿Será posible fomentar sentido de corresponsabilidad para hacernos cargo de las situaciones y desgracias propias y ajenas?
¿Impulsaremos una cultura universal y sostenible del cuidado de cuidadoras/es y pacientes?
¿Desarrollaremos una deliberación participativa de nuestras prioridades para construir una economía vital, compartir saberes, recursos y reorganizar nuestra vida común en el nuevo hogar mundial que alecciona la pandemia?
En México, ¿estamos listos para regresar a las aulas?
Necesitamos encuentros de escuela de madres/padres y docentes.
Necesitamos impulsar terapias de grupo de madres/padres y docentes juntos.
El país cuenta a nivel nacional con profesionales de Trabajo Social, eje potencial de una red de grupos de trabajo de padres de familia, psicólogos y docentes para que razonemos el dolor y las enseñanzas/secuelas de la pandemia.
Necesitamos nuevas asignaturas en los colegios en donde se privilegie la ética cívica, la
didáctica comprensiva, la memoria sobre las/los deudos, el amor a la vida, la certidumbre de que la humanidad saldrá adelante.
Se requiere un encuentro nacional y regional con sindicatos de docentes, antes de decidir verticalmente la apertura.
México está de luto por cerca de un millón de muertes por el método Gatell, los mismos que perdimos por la Revolución mexicana.
Rescatemos los valores comunitarios que nos vienen del mundo indígena, nuestro antídoto nacional contra prácticas neoliberales.
Enfrentemos los traumas sociales no asumidos ni visibilizados. Más gobernanza, menos control, temores sociales y gobernabilidad.
Evitemos que el hechizo de la muerte, por inanición ético-política y moral, nos sigan ganando la partida.