El mal no es nuestra naturaleza, sino nuestra tortura”. Roberto Mancini
Al verdadero y generoso Médici mexicano del siglo XXI
La ilusión de quien detenta el poder del gobierno, de una nación, de una institución, de una empresa, de un espacio micropolítico, es permanente y la misma: es posible poseer y ejercer el poder absoluto.
Esa ilusión es raíz propia en toda locura de poder, tanto como el egocentrismo es veneno de la voluntad de poder, porque el poder no es un medio ni un dócil servidor de los intereses y objetivos humanos.
Trascenderlo, superar la auto complacencia y la idolatría al propio poder, puede resultar en la clave de la salvación ética/espiritual, de modo que evitando la propia autodestrucción, se podrá acompañar la construcción del bien común y/o la transformación de historias y destinos comunes.
El poder en efecto, sólo piensa en sí mismo, en crecer, en expandirse; no sirve a nadie más que a sí mismo; de modo que el poder, en la vida colectiva, establece el mando, no el gobierno.
La presencia de lo eterno en nosotros -de lo divino en la esfera de creencias que cada quien porte sobre el cosmos- vacuna tanto de la certeza de vivir para la muerte, como de la convicción de la infinitud del mal que habita en los individuos.
El demonio está en el poder y sobre todo, en promover la cultura del poder, que también reproduce sus efectos en las empatías cómplices, en conductas y acciones destructivas de la humanidad, del entorno y los valores que inspiran a personas y sociedades.
Nuestro primer acercamiento
https://www.eluniversal.com.mx/opinion/pedro-isnardo-de-la-cruz-y-juan-carlos-reyes/satan-y-la-politica-mexicana/, fue desde los sabios aportes del libro Satán. Una autobiografía.
Ahora lo hacemos desde las premisas del filósofo italiano Roberto Mancini, quien en su libro Il senso nella vita. Ragioni e prospettive per una conversione di civiltà (Franco Angeli, 2024), ha deletreado con agudeza otros contornos del poder, fusión siempre del reino de Satán/la maldad.
Para Mancini, la dinámica compleja - caótica, las incertidumbres sobre nuestro presente y futuro, la velocidad a la que se suceden todos los acontecimientos de la vida del mundo que habitamos, promueven en nuestras relaciones sociales más estrechas, la cultura del poder/la muerte/el mal, lo que nos distancia de Dios, de nosotros mismos y de los demás.
Quien se asume poderoso se concede al mal, se regocija en sus paranoias, reconstruye representaciones de la verdad en su vida y se da la última palabra sobre quienes son y qué puede esperar de los otros.
Resumamos las tesis de Mancini que abarcan la historia de la humanidad y las coyunturas por las que atravesamos en el mundo actual:
- Abandonar la lógica de la maldad implica sintonizar con la vida y cuidar todas las relaciones vitales: el poder conlleva el hábito de la opresión, la violencia y la competencia.
- El poder siempre ha considerado la condición decisiva para defenderse tanto de la muerte como de los peligros de la vida. El poder parece ser un medio siempre eficaz y flexible, capaz de adaptarse a los objetivos que deseamos perseguir.
- El poder se compone de imposición y autorreferencialidad. Transforma las relaciones interpersonales y sociales en un circuito donde dominados y dominadores se complementan en una cadena sin fin.
- Gobernar verdaderamente significa escuchar a una comunidad social, sintetizar sus ideas y responder a sus problemas.
- Las transiciones interiores y existenciales mediante las cuales los individuos pueden escapar de la dictadura del ego narcisista y liberar su alma, es decir, su subjetividad más profunda y humana.
Mancini acepta que la política es cada vez más irredimible.
En fin, para Mancini la vida es un don misterioso de la naturaleza/Dios/la divinidad, que nos pone en un estado de aceptación que debemos asumir con responsabilidad.
Pero la mente, la arbitrariedad, la voluntad y cultura del poder humano, introducen el desorden, la depredación, las violencias y el caos en la vida.
Se ensaya así la autocomplacencia del control sobre el destino propio (tan ansiado), del poder del control, del que asume que controla la vida (la suya y la de los demás), transitando a la crisis de sentido de la vida de la que nos hablan el neoyorkino Yehuda Berg y el italiano Roberto Mancini en sus escritos:
El poder y su ego cultivados como hierba maldita, conlleva instrumentar el valor de la vida y de los demás.
En el sentido de Hanna Arendt, cuando hablamos de los poderosos o los gobernantes que se asumen con poder absoluto o poder incontestable, no se trata de la monstruosidad abismal del demonio que conquista al o la poderosa y les siembra su semilla, sino de un individuo o una dama ordinarios banales decía Arendt, que al asumirse y presumirse con poder, se regocijan en su pequeño ego espejo, pierden su capacidad de preservar su conciencia moral o de distinguir el bien del mal, que desdeñan las consecuencias y capacidades destructivas derivadas de sus acciones y decisiones, para sus entornos o para el mundo.
Estamos hablando de autocomplacientes del mal, del poder devenido en estupidez ética, espiritual, afectiva, política y gubernamental.
Dietrich Bonhoeffer -teólogo protestante mártir de la resistencia anti nazi- nos legó a su vez una variante de la problematización que hemos abordado: “la estupidez es peor que la maldad (es decir, generar sufrimiento a otros conscientemente), debido a que la primera puede ser manipulada y utilizada para los fines de la segunda.”
En la muerte de la conciencia y del cosmos ético -a los ojos de todos y de sus íntimos- se escucha la voz de la cara dura y desnuda de la toma del poder maligno de la voluntad del político, funcionario, gobernante, y ante ello nos debemos atener o resistir para asumir o enfrentar los daños, evolucionar o revolucionar.
En la política mexicana, prevalecen desde hace más de una decena de décadas, inercias de poder, enriquecimiento, corrupción y negligencia en la función pública, desde donde diversos actores -en todos los niveles federal, estatal y local y de los tres poderes de la República- demuestran al país que sigue privando tres inconsciencias:
- inconsciencia patriótica -en el sentido de Maurizio Viroli- dado que la gente percibe y está convencida, de la ausencia generalizada de gobernantes guiados por un alto sentido del bien común y que carecen de vergüenza para dar la cara a la verdad de sus fechorías;
- inconsciencia de su circunstancia -en el sentido de Ortega y Gasset- de actores/gobernantes que a pesar de todos los escándalos que han minado su credibilidad, trayectoria política y su evidente nivel de colusión con poderes ilegales y criminales -ellos y sus asesores- persisten en sus lógicas facciosas de poder y en el daño patrimonial a sus mentores y a la nación, y finalmente
- inconsciencia política, manifiesta en sus carentes tres cualidades que Max Weber asumió de todo verdadero político profesional (mesura, responsabilidad y pasión) manifiesta en sus desdenes por las realidades que les han puesto en su lugar y evidenciado sus negocios/riquezas a espaldas de la nación, que les impide asumir que les ha llegado su estado más inverosímil de no poder y de fracaso político.
Los autocomplacientes de su propio poder, debieron de y han de dejar de pensar que pueden hacer lo que quieran en nuestro país.
Pedro Isnardo De la Cruz es Doctor en Ciencias Políticas y Sociales y profesor en la UNAM. Publicó en 2017 Decisiones estratégicas presidenciales en EUA: El aprovechamiento de la ocasión en crisis de Seguridad nacional y Terrorismo. George W. Bush y Barack Obama (2001-2012).
Juan Carlos Reyes Torres es Licenciado en Derecho por la Universidad Iberoamericana, con estudios en Ciencia Política y Administración Pública por la UNAM y profesor de Teoría del Estado.
Coautores de Para entender la 4T (2019), con el sello editorial de Stonehenge México.

