Política y Economía siempre indisolubles, como suposición científica, no pueden separarse.
-Agustín Guillermo Carstens
Pareciera que en los días que corren los fundamentales de la economía mexicana, las coyunturas y los principales indicadores económicos en México, Estados Unidos de América y el mundo no inquietan al Presidente.
El Presidente mexicano es un estratega político, un mariscal de campo excepcional en materia electoral, un luchador social exitoso en el poder político, domina las encuestas y es un inquieto actor político en el concierto internacional con una agenda propia.
Ahora se necesita su capacidad de moldear a favor de la sociedad el complejo mundo económico.
El inquilino de Palacio Nacional no se inmuta ante los nubarrones negros que se avecinan.
Una guerra regional extendida por el conflicto ruso-ucraniano, nuevas variantes del virus del Covid, decrecimiento y disminución del comercio mundial, entre otros factores.
Es claro que no hubo ni habrá espacio ni resolución para crear un Consejo Nacional Económico y Social para la República Mexicana, tanto en los años finales de la Presidencia de Trump, como en el contexto crónico de demandas migratorias centroamericanas y mundiales que se nos agrava.
Ahora, si se analizan las consecuencias para la economía popular del crecimiento de la tasa anual de la inflación por el nivel de los precios, preocupaciones serias serían externadas.
Así, para abatir el crecimiento desmesurado de la inflación la receta está probada:
El Banco de México, ejerciendo cabalmente su autonomía, utilizando el marco legal del cual se encuentra atribuido puede, en coordinación y seguimiento de la política monetaria de América del Norte, incidir favorablemente en el control de la inflación.
Así lo hizo el Banco Central en las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado.
El Banco de México es el único emisor de papel moneda y el único proveedor de reservas bancarias.
El Banco central afecta la oferta de crédito, procura el ahorro de los agentes económicos, afecta los tipos de interés bancarios y de mercado, afecta el tipo de cambio e incide en la fijación de salarios, entre otras facultades.
Durante décadas ha demostrado con hechos y resultados su capacidad para contener la inflación, provenga de dónde provenga.
Es momento de apoyar al Banco y confiar en su estructura de capital humano.
A su vez, necesitamos ver al Presidente AMLO más activo en el tema económico, escuchando al Secretario de Hacienda -quien también cuenta con un largo caudal de conocimientos y experiencia-, y al Embajador de México en las Naciones Unidas.
El Presidente ha mentado defender un paradigma que no separe la política económica y la política social.
En este sentido es clave intervenir a tiempo ante el sonido de las tempestades internas y externas.
Y esto es posible hacerlo también buscando incidir en las élites ricas mundiales y los organismos financieros, nichos clave de los procesos de reestructuración de deudas soberanas de las naciones.
¿Qué si es posible dejar como legado en lo económico lo que resta de su sexenio? Implica gravitar en un proceso de economía política interna e internacional.
I. Retomar la agenda de la deuda externa de los países más pobres y emergentes.
El Grupo de los 20 -de los bancos centrales del mundo-, se visualiza disfuncional respecto a la guerra rusa, que se prolongará en su campo bélico y en sus consecuencias mundiales.
El G7 y G8, de las economías y las naciones potencias occidentales más industrializadas, sin Rusia desde hace varios años, dejaron de ser el eje de la geopolítica y la economía mundial del futuro.
La agenda de las pobrezas, desigualdades y los desafíos recesivos mundiales, sugieren que dichas instancias representan un vacío que debe subsanarse.
¿Hacia dónde?
II. Promover la transformación de la ONU, en principio con la disolución del Consejo de Seguridad de la ONU, y la creación de una agenda global retomada en un Consejo de Desarrollo Comunitario y Humanitario Sostenible Mundial.
México puede ser un actor clave para convocar y trazar rutas de reflexión vinculante para que tengamos un horizonte de gestión y monitoreo de las agendas, devastaciones y desplazamientos actuales y futuros inherentes al cambio climático y las que implica erradicar las consecuencias sociales y sobre el crecimiento económico, del pago de intereses y de las deudas contraídas por naciones al amparo de crisis sistémicas propias de la era neoliberal.
III. La pandemia mundial sigue vívida, oficial y lastimosamente.
Es necesario que la agenda presidencial valore el inicio de una reforma a fondo del sistema de salud pública y de cuidados del país, a pesar del menor carácter mortal de la pandemia.
La persistencia de la pandemia y la ausencia de un sistema global de investigación biomédica que dé certezas sobre el desarrollo de vacunas y medicamentos de alta gama y a disposición de las sociedades de países pobres y emergentes como México, sugiere ciclos de elevado costo en miles de millones de dólares e ingente en pérdidas de vida, por lo que representa el virus en sí en cuánto a su riesgo de muerte, y sobre todo el carácter estructural de las comorbilidades preexistentes a dichas sociedades, con precarias capacidades de liquidez y reacción en segmentos de clase media pero sobre todo, en comunidades y familias de por sí ya en condiciones de vida ahogadas y precarias.
IV. En materia de redistribución del ingreso, la Presidencia de AMLO debe dejar su huella, más allá de la expansión de la franja de programas sociales por transferencia directa a sectores vulnerables del país.
Mientras, la manta nacional registra una dolorosa realidad: para resolver el día a día, los hogares acuden a préstamos rápidos a tasas de usura ilimitadas, se exprimen las redes de economía familiar.
En efecto, “la incertidumbre (71%) y la preocupación (66%), son las percepciones preeminentes al momento de pensar en el retiro de la vida laboral, con sólo 38% que siente anhelo y emoción; en contraste, 84% de mexicanas y mexicanos le preocupa no contar con suficientes ahorros para su retiro” (CONSAR / Consejo de Opinión Pública, UVM).
Una reforma fiscal redistributiva tampoco ha sido un tema central, mientras entidades/municipios del país tienen menor capacidad de recaudación y déficits presupuestales cada vez más opacos y perniciosos, además de que los sueldos y salarios de personal de salud, educativo y escenarios de quienes viven de la producción agropecuaria, afrontan espirales insostenibles.
Sí, al país le hace falta un gran sistema de planeación de la gestión federalista de proyectos, inversiones e intervenciones que le prepare ante nuevos escenarios inhóspitos de la economía internacional.
Desde todas esas esferas será posible fortalecer la economía de fin de sexenio y el monitoreo mundial de las presiones sobre la economía nacional.
Pero en política cambiaria, la lección histórica en esa materia es clara para las presidencias de México: la no acción, el respeto a la autonomía de las decisiones del Banco de México.
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