Una de las concepciones clásicas del poder, es como capacidad para determinar la conducta de otro.

Esto puede lograrse de diversas formas: el castigo, la recompensa y la persuasión.

Hasta ahora Donald Trump se ha enfocado en los dos primeros.

Castiga con aranceles a los países con los que EUA tiene un déficit comercial (China) y premia a los que hacen compras extraordinarias a empresas estadounidenses (Arabia).

Este enfoque se conoce como hard power o poder duro.

Es la capacidad de un país para coaccionar a otros a través de medios militares y económicos.

Implica el uso de la fuerza, sanciones económicas o incentivos financieros.

Es el "palo y la zanahoria" de la política exterior.

Con este enfoque Trump ha conseguido victorias interesantes.

Por ejemplo, gracias a la presión que ejerció sobre Panamá consiguió que una empresa hongkonesa que operaba 2 puertos en el canal se viera obligada a venderlos al fondo estadounidense Black Rock.

Con ello se aseguró de que ante el aumento de la influencia China sobre Hong Kong, los puertos quedarán fuera del ámbito de influencia de Xi Jinping.

El problema es que el uso desmedido del “hard power” daña la percepción de los líderes y ciudadanos del mundo sobre Estados Unidos, lo cual se traduce en actitudes y conductas desfavorables.

De acuerdo con las investigaciones de Susan Fiske de la Universidad de Princeton y Nicolas Kervyn de la Universidad de Lovaina (Bélgica), evaluamos a las organizaciones y países de la misma forma que a las personas, es decir, pensamos en ellos como “agentes intencionales”.

Esto significa que nuestra actitud hacia un país depende de la percepción que desarrollamos sobre sus intenciones hacia nuestro país y hacia nosotros como individuos.

Al evaluar a las personas y países buscamos de forma no consciente la respuesta a 2 preguntas: ¿Qué intenciones tiene hacia mí? y ¿Es capaz de cumplir esas intenciones?.

Las acciones y declaraciones de Trump, por ejemplo, la frase “América First” (Primero América) son procesados como una declaración de intenciones.

¿Qué pensarías de un jefe que dice abiertamente en el trabajo que lo más importante es él y que se pondrá siempre en primer lugar él?

Lo más probable es la desconfianza hacia él y de sus intenciones hacía ti.

Guardadas las proporciones, es equivalente a lo que sucede a nivel de las relaciones de Estados Unidos con otros países.

Si perciben que un país tan poderoso como los Estados Unidos tiene intenciones negativas hacia ellos, entonces es inevitable que experimenten desconfianza y temor.

La generación de estos sentimientos hacia un país se traduce en acciones desfavorables.

Por ejemplo, de acuerdo con una encuesta realizada en marzo por LEGER -una empresa canadiense de investigación de mercado- el 36% de los canadienses que planeaban viajar a Estados Unidos, ya habían cancelado sus reservaciones.

A su vez, un estudio del Banco Central Europeo resalta que los consumidores están muy dispuestos a alejarse activamente de los productos y servicios estadounidenses, tendencia que podrá mantenerse a largo plazo.

Pero Estados Unidos no solo está haciendo un uso desmedido del hard power, sino que ha renunciado a valiosos instrumentos de soft power/poder suave.

Soft Power es la capacidad de un país para ganarse la confianza de otros países y convencerlos para que respalden sus proyectos.

Se basa en exponer su cultura, sus valores políticos, sus instituciones, sus políticas exteriores y en estimular que sean percibidas como legítimas.

Se trata de hacer notar que cada iniciativa está movida por buenas intenciones y que se cuenta con la capacidad para cumplirlas.

Medidas como la cancelación del 83% de los programas de la agencia estadounidense de desarrollo USAID representan un abandono de las acciones de soft power.

USAID distribuía ayuda humanitaria en 120 países.

Su impacto llegó a representar el 42% de la ayuda humanitaria distribuida en todo el mundo.

Al eliminar estos programas Trump pone en riesgo la salud y la vida de muchas personas en las zonas más desfavorecidas del planeta y priva a Estados Unidos, en lógica indiscriminada de hiperpoder, de la posibilidad de ganar la confianza y buena voluntad de los países a los que apoyaba USAID.

Una combinación de mucho hard power y poco soft power está produciendo que Estados Unidos le genere desconfianza y desprecio de consumidores, empresarios y líderes políticos alrededor del mundo.

Debilitar la confianza en Estados Unidos tendrá costos graves para su poder político y económico.

Al menos que se asuma como precio político de la nueva toma de decisiones y de las nuevas reglas del juego del orden mundial que desea impulsar, cada pequeña victoria conseguida sólo con ejercicio de hiperpoder, construye la tragedia política inversa e inadvertida: debilidad, desconfianza y desprecio político en el Presidente Trump y en su nación.

Pedro Isnardo De la Cruz es Doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Publicó en 2017 Decisiones estratégicas presidenciales en EUA: El aprovechamiento de la ocasión en crisis de Seguridad nacional y Terrorismo. George W. Bush y Barack Obama (2001-2012). Es especialista en temas de sistema político electoral y seguridad pública y diseñó la metodología de análisis estratégico y cualitativo DISENSUM aplicada a campañas presidenciales.

José Antonio Dorantes es consultor en comunicación, relaciones públicas y manejo de crisis, con especialidad en el desarrollo de mensajes para activar cambios de percepción en el ámbito político, el cuidado de la salud y las finanzas personales. Tiene una certificación en Marketing Digital por la Columbia Business School y una en Leading Organizational Change por el Massachusetts Institute of Technology.

¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios