Después de un mes, el paro estudiantil en la Universidad Autónoma de Querétaro parece que llegará a su fin este jueves. Después de varios encuentros y desencuentros las partes fueron capaces de modificar sus posiciones originales, negociar y llegar a acuerdos. Si la suspensión de la vida universitaria afectaba a la mayoría, la conclusión del paro nos beneficia a todas y a todos y voy a explicar por qué.

En primer lugar, porque el estudiantado de esta universidad pública mostró que no es apático. Se organizó para protestar y no permitir que nuestra institución fuera incapaz de resolver casos de acoso, discriminación y violencia. Las y los jóvenes de la UAQ mostraron que las reglas, creadas por nosotros mismos y con que operamos internamente, son limitadas para enfrentar, de manera efectiva, sus problemas que tienen que ver nada más y nada menos que con su dignidad, integridad física y desarrollo académico.

Es natural que la capacidad para reflexionar, inconformarse y actuar ocurra en la universidad. Fue esta “libertad para razonar” (Sen) la que se manifestó en la UAQ y por tanto ahora diversas instituciones la voltean a ver como ejemplo. “En mi universidad, las jóvenes tienen miedo de denunciar”, me expresó una colega de una institución formadora de maestros. Pero para poder ser verdaderamente un referente, esta libertad debe seguirse cultivando y ampliando para construir argumentos basados en el razonamiento, no en una supuesta superioridad basada en atributos personales o académicos.

Segundo, al tener abiertos los diversos campi que componen la universidad, se sientan las condiciones materiales y reales para demostrar que tanto autoridades como estudiantes y docentes podemos hacer las cosas distinto. No debe hacer represalias hacía los jóvenes, ni mucho menos revanchismo. Además, se puede anticipar que, ante las libertades ganadas, las denuncias van a crecer en los próximos días y aquí los equipos directivos y administrativos tendrán que estar muy alertas para encauzar todas las demandas dentro de nuestro marco legal. El paro nos exigió a pensar que requerimos autoridades que resuelvan efectivamente los problemas del estudiantado, no que se aprovechen de ellos. “Educo en la verdad y en el honor”, dice nuestro lema.

Tercera razón por la cual pienso que ganamos más al tener la universidad abierta que cerrada: podemos discutir y organizarnos mejor para delinear una agenda de investigación interdisciplinaria y a largo plazo que contenga varias áreas de estudio como la referida al acceso equitativo y a la participación de la mujer en la educación superior de México y en las diversas carreras, hasta ahora “masculinizadas”. El avance científico y tecnológico requiere de las mejores mentes del país y del mundo.

Otra área de investigación podría ser la concerniente con el enfoque organizacional y de políticas públicas para explicarse por qué la implementación de los protocolos para prevenir, atender y combatir la violencia de género en la universidad es tan complicada. De hecho, la actualización al protocolo de la UAQ es parte del pliego petitorio próximo a desahogarse. Por su experiencia y capacidad, la UAQ podría incluso organizar un congreso interuniversitario sobre violencias y enriquecer con ello, la agenda regional y nacional al respecto. Regresemos entonces a clases cultivando la capacidad de razonar libremente.

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Investigador de la UAQ

 

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