En la última colaboración, comentamos sobre las percepciones que los dueños y gerentes de las pequeñas y medianas empresas (Pymes) mexicanas tienen sobre tecnologías que habilitan procesos de negocios.
Aunque la capacidad tecnológica de una Pyme es un factor crítico para mejorar su operación, y con ello, incrementar su productividad, también es necesario considerar el rol de las “habilidades suaves” de los emprendedores y directivos en el éxito de las Pymes y los nuevos emprendimientos.
Generalmente, un nuevo emprendimiento es el esfuerzo de una persona o de un equipo muy reducido, por lo que al considerar el factor humano es posible entender mejor el fracaso de los emprendimientos.
Para tratar de entender cómo el comportamiento del emprendedor que fracasó puede llevar al nuevo comienzo, en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac llevamos a cabo una investigación en la que tratamos de comparar los comportamientos que llevan a un emprendedor a relanzar el mismo u otro emprendimiento, y los comportamientos que lo llevan a no emprender una vez más.
En particular, analizamos la manera en la que un emprendedor se relaciona con su equipo de trabajo, los problemas que enfrenta y los recursos con los que cuenta. Entrevistamos a cerca de 20 emprendedores en la Ciudad de México, quienes se encontraban en diferentes momentos: algunos de ellos habían entrado al mercado con éxito, mientras que otros habían fracasado al hacerlo.
Entre quienes habían fracasado, algunos habían reiniciado su emprendimiento e incluso ya lo habían hecho dos o tres veces más. Otros seguían luchando por mantener su emprendimiento a flote, aunque sin mucho éxito.
Al analizar las entrevistas, empezamos a notar ciertos patrones de comportamiento que marcaban una clara diferencia entre aquellos que habían relanzado su emprendimiento y quienes no lo habían intentado, y de quienes sí lo intentaron, no habían logrado alcanzar el éxito.
Por un lado, los que no lograron relanzar su idea de producto –los llamamos emprendedores resistentes– se enfocan en repetir prácticas de negocio que no necesariamente son las mejores; no cambian sus procesos o ideas ante turbulencias externas.
Uno de ellos nos comentó: “Me emocioné al pensar que las impresoras 3D se venderían como pan caliente, pero cuando llegué a México nadie las quería. No pude pensar en otro producto para vender… me regresé a mi trabajo de oficina”.
Ellos adoptaron sus formas de hacer negocios a partir de talleres de capacitación que tomaron o por consejo de otros emprendedores a quienes les habían funcionado esos procesos de negocio. Piensan que están “aguantando a que el negocio vaya mejor” y visualizan los problemas como una carga.
En general, los emprendedores resistentes actúan solos al tomar decisiones importantes y una vez que lo han hecho, son rígidos al seguirlas. Como nos comentó una entrevistada que ya había tenido tres emprendimientos fallidos: “Yo sigo mis propias reglas y, si me equivoco, es sólo mi culpa… Así lo he hecho siempre”.
En el otro extremo del espectro están los emprendedores resilientes. Ellos se caracterizan por adaptar sus procesos ante las turbulencias, son flexibles y navegan con la corriente aunque no los lleve al lugar al que querían llegar.
Estos emprendedores normalmente se dejan acompañar de su equipo de trabajo, —“platico casi diario con mis socios”, nos dijo uno de ellos— y de forma importante cuando una idea no les funciona, simplemente la desechan. Un entrevistado nos expresó: “No tengo problema en admitir que la regué con mi negocio anterior, pero eso no me detuvo para empezar mi nuevo proyecto”. Todos nuestros entrevistados resilientes habían tenido más de un emprendimiento en su historia.
Las historias anteriores tienen impacto directo en varias dimensiones. Primero, la supervivencia depende de los diferentes grados de resiliencia que el emprendedor puede desarrollar. Segundo, los emprendedores resilientes han desarrollado capacidades que les permite seguir adelante ante ambientes turbulentos, una característica importante para trabajar en el entorno de México.
Finalmente, si como encontramos durante la investigación, la resiliencia es un factor que ayuda a empezar otra vez, es necesario incluirla como una habilidad clave para ser aprendida en los procesos de incubación y aceleración de empresas, tanto en las universidades como en los organismos que otorgan capital semilla.
Académico de la Facultad de Economía y Negocios,
Universidad Anáhuac México.
Email: pavel.reyes@anahuac.mx