México, desde los inicios de la fotografía en el siglo XIX, ha sido un país altamente fotogénico que atrajo a fotógrafos pioneros, como Desiré Charney (ca. 1863), de quien ya hablé en esta serie de artículos sobre de mis reflexiones del camino y éxito rotundo de la fotografía, acorde con la historia que me cuentan los libros de los especialistas que he leído.
Entrado el siglo XX, los conocimientos y procedimientos para hacer fotografías se habían perfeccionado y pronto llegaron a México como a otros países. Surgen entonces los fotógrafos mexicanos, para nuestra fortuna.
En esta ocasión me parece toral hablar del fotógrafo mexicano Agustín Víctor Casasola, quien nos lega un tesoro único al convertirse en el primero en el mundo en fotografiar exhaustivamente la Revolución Mexicana de 1910, un testimonio verdaderamente extraordinario. Su sueño era crear un archivo fotográfico para contar la historia gráfica de la primera revolución del siglo XX; murió sin poder realizar su sueño, sabiendo que muy pocos países cuentan un testimonio tan completo que valdría la pena publicar.
Sin embargo, su hijo Gustavo Casasola se dio a la tarea de publicar el archivo y lograr el sueño de su padre con una enciclopedia detallada en varios tomos que se publican en una primera edición en 1960, titulada Historia gráfica de la Revolución Mexicana; Gustavo Casasola se avoca a estudiar la historia y a dar coherencia al archivo que le heredó su padre y minuciosamente nos cuenta la historia con cientos imágenes de todo tipo, desde los caudillos, los presidentes que anteceden al movimiento revolucionario, sus generales, fotografía a Madero, a Villa y Zapata cuando se sientan en la silla presidencial en el Palacio Nacional, etc., son imágenes sorprendentes con un texto con las fechas precisas y los nombres de los protagonistas; hace fotografías tanto de los generales como de las soldaderas, de las batallas, de los muertos tirados junto a los cañones, de los tiempos de don Porfirio hasta la muerte de Pancho Villa (Doroteo Arango), en fin, un tesoro mexicano que confirma la fuerza de la fotografía como testimonios de lo acontecido, es decir, de la verdad de los hechos, esto gracias a la magia de la fotografía… (Continuará)