Hace algunas semanas atrás que un juez falló a favor de un grupo de protectores de animales para suspender, por la crueldad hacia éstos, las corridas de toros, dejando sin trabajo a cientos de trabajadores que han dado su vida para formar parte de la parafernalia que significa presentar las corridas de toros que por siglos han sido una tradición, desde luego heredada por nosotros los mexicanos apres la Conquista de México, espectáculo que ha permanecido a través del tiempo.

La llamada “Fiesta Brava” ha cautivado a miles de personas, entre intelectuales, hombres de negocios, celebridades y un público, en general, clase media, que abarrota las gradas del redondel para gritar sus emociones, ante la pelea vestida de luces, al presenciar la lucha entre el hombre y la bestia. La tauromaquia es un arte, dicen los aficionados, y orgullosamente México ha dado grandes figuras admiradas, como Lorenzo Garza Armilla, Armillita; Luis Procuna; Luis Castro, El Soldado; Silverio Pérez; Manolo Martínez y muchos más.

Ahora bien, si nos ponemos a pensar lo que se pierde al cancelarse las corridas de toros con el fin de evitar el sufrimiento del toro de lidia que durante aproximadamente 25 minutos sale al ruedo a pelear por su vida, tiene varios desenlaces: Si es muy bueno para seguir el capote y la muleta sin tirar cornadas y noblemente obedece al torero para que éste pase con facilidad al mando de su muleta, puede ser indultado y regresar a la ganadería para ser un semental y continuar con su cómoda vida. La mayoría de las veces el toro de lidia morirá por la espada del torero después de haber peleado con fuerzas, y si es muy malo, el público protesta y lo regresan al corral y salva su vida.

El toro de lidia nace en una ganadería de “élite” donde será alimentado, cuidado y vivirá entre cuatro a cinco años en un paraíso terrenal antes de salir al ruedo para pelear por su vida. Si comparamos la vida del toro de lidia, cuyo sufrimiento dura cerca de media hora, con las pobres vacas que por miles están condenadas de por vida a unas horribles máquinas para ordeñarles los millones de litros de leche que nos bebemos, o las pobres bestias de carga que no tendrán escape para cargar toda su vida lo que les pongan en la espalda, o los bueyes castrados que tendrán que jalar el yunque para hacer los zurcos de las cosechas toda su vida, o los pollos amontonados por miles en jaulas de las que nunca escaparán, yo me pregunto entonces qué caso tiene suspender las corridas de toros para salvar a unos cuantos toros de lidia de su pasajero martirio ante los otros animales mencionados en este texto que a diario, por años, sufrirán una miserable vida sin escape alguno.

¿No les parece entonces, estimados lectores, que los jueces en este caso carecen de criterio al pasar por alto, sin reflexión alguna, lo que significa romper con las tradiciones que han permanecido en nuestra cultura durante siglos, sin sopesar la verdadera tragedia de los animales que el hombre ha domesticado y esclavizado?

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