Fueron muchas las conversaciones que tuve con el profesor Salvador Elizondo, un papel importantísimo que jugó en su vida. Desde muy joven, en las diferentes escuelas y universidades en las que estudió en México y el extranjero, destacó como orador. A los 16 años impartía conferencias sobre Picasso para sus condiscípulos cuando cursaba la preparatoria en Ottawa, Canadá, según los documentos que he encontrado en su archivo.

Cuando me uní a él como su compañera de vida tuvimos muchas pláticas sobre nuestras sendas experiencias en las escuelas.

Me platicaba mucho de su paso por El Instituto México, situado en la calle de Mérida, como ya narré a ustedes en mi artículo anterior, sobre su emoción por leer en clase el libro“Corazón, Diario de un niño. Recordaba que su compañero de banca era Porfirio Muñoz Ledo, cuyo padre era inspector de escuelas por la SEP.

Yo a mi vez le contaba de mi emoción de ir por primera vez a la escuela“Brígida Alfaro, a donde también fue mi primo hermano, Mario Lavista, para cursar lo que se entendía como párvulos o preprimaria, tenía yo cinco años de edad. Yo no fui al kindergarten. El primer día de clases fue inolvidable para mí porque ese primer día aprendí a leer y escribir. ¿Cómo?, junto a un gran pizarrón habían colgados dos cartones grandes. Representaban la letra A, en tres excepciones la mayúscula de imprenta que imperaba al centro, abajo del lado derecho; en imágenes más pequeñas, la minúscula de imprenta, y el tercero con tres líneas, que asemejaban un acercamiento al cuaderno, la letra a manuscrita. Los niños, con la guía de la maestra, coreamos a, a, a, inmediatamente; el segundo cartón tenía la letra M en los tres ejemplos (de imprenta mayúscula, minúscula y la manuscrita), luego coreamos la letra m. “Como hacen las vacas”, dijo la maestra. “Ahora unamos los sonidos”, continuó, y todos coreamos: ma, ma, mamá…, luego pasamos al cuaderno para escribir lo aprendido ese día: mamá. Así de fácil, rápido y contundente era el método.

Escribo sobre episodios infantiles aparentemente banales porque tanto yo como Salvador pensamos que en la escuela primaria se aprende todo lo que seremos. Antiguamente, los tiempos de estudios y los programas de estudios obligatorios eran diferentes: A los cinco años a preprimaria (para aprender a leer y escribir); a los seis, a 1º de primaria (para perfeccionar la lectura, escritura y a sumar y restar); en 2º de primaria, (en cuaderno de doble raya, se empezaban los ejercicios de caligrafía, gramática, matemática) etc.

Para resumir, de 1º de primaria a 6º se aprendía todo. Los niños salíamos de 11 años de primaria y se ingresaba a la secundaria entre los 11 y 12 años de edad; ésta consistía de tres años. La preparatoria consistía de dos años, por lo que hacia los 17 años un joven estaba listo para entrar a la universidad y convertirse en un profesional en cinco años. (Continuará...)

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