Había yo dado punto final a la serie de artículos que he publicado sobre mi relación con El Fondo de Cultura Económica, la más importante y prestigiosa editorial 100% mexicana que ha tenido este país, casa editorial que otrora fue tan importante para la publicación de la obra del escritor Salvador Elizondo, a quien todos sus directores y demás funcionarios siempre trataron con respeto y deferencia, menos su director actual, que desairó y perdió dinero para el FCE al no respetar el contrato que, como heredera de sus derechos de autor, había yo firmado con el FCE para publicar completos Los Noctuarios (o Cuadernos de noche) de Elizondo que, a finales de 2018, estaban ya capturados para pasar a la imprenta.
Sin embargo, me faltó narrar a ustedes que durante los años de mi relación con el FCE visité varias veces a sus directores en el edificio situado en la avenida Picacho-Ajusco; en el pasillo que nos conduce a la oficina del director, en un muro largo, están (o estaban, no lo sé hoy en día), colgados permanentemente los retratos fotográficos de todos los directores que han estado al frente de dicha editorial, desde don Daniel Cosío Villegas en adelante, pero faltaban los retratos de sus dos últimos directores, Joaquín Diez-Canedo, hijo, y José Carreño Carlón, quienes lo dirigieron antes de que gobernara al país el movimiento de MORENA.
Para realizar los retratos, que debían ser de gran formato (50X60 cm), me contrataron a mí, debido, quizás, a que tenía yo la experiencia de haber realizado retratos de gran formato para ser permanentemente exhibidos en varias instituciones, como las fotografías de mi autoría que hoy penden en El Palacio de Medicina en la plaza de Santo Domingo, de los médicos eméritos Fernando Ortiz Monasterio, Ruy Pérez Tamayo, Juan Ramón de la Fuente, y otros tres más; así como los retratos en gran formato también de algunos directores en varios institutos de investigación de la UNAM.

Procedí de inmediato a tal honor y realicé las fotografías de ambos. Para uniformar los retratos, el Fondo de Cultura me mandó dos elegantes marcos de madera, iguales que los demás que, además, llevan una placa dorada con los nombres de cada uno. Trabajé arduamente en el cuarto oscuro, revelé los rollos, amplifiqué las fotos, las monté en sus marcos y entregué puntualmente.
Con emoción recuerdo que los retratos de Joaquín Diez-Canedo y José Carreño Carlón fueron colgados para ser develados, con cortinita y toda la cosa, en una pequeña ceremonia a la que me acompañaron varios funcionarios y empleados de mi tan querida casa editorial, quienes me aplaudieron y felicitaron… nunca pensé que esa discreta ceremonia fuera mi despedida de aquel Fondo de Cultura Económica tan entrañable para mí…

