Galia Tonella es el arquetipo de la mujer plena. Habla sin prejuicios, desdeña la corrección política, demuestra generosidad en el trato y se entrega franca, sin temor de asumir por igual sus luces y sus sombras. De hecho, una faceta trágica de su vida sirvió como insumo para escribir Pactos de placer, su primera novela, publicada por Editorial Rodrigo Porrúa en 2018. En ella se rescatan las ambivalencias del placer y el dolor, de la vida y la muerte, del bien y del mal, partiendo de las experiencias dolorosamente construidas en su paso por el penal de Atlacholoaya, en donde, entre otras mujeres, conoció a la reclusa que inspiró el personaje de “Regina”, y en donde descubrió en carne propia el alto precio que deben pagar quienes trasladan el mundo de la ficción al mundo de la realidad.

En La literatura y el mal, George Bataille sostiene que el mundo de la literatura es el mundo de la infancia perdida, en el cual la vida se sacia en el instante, en el goce inmediato, y en donde se actúa de espaldas a las prescripciones de la moral y del derecho, sin pensar en el mañana. ¿Considera que los presos pagan las consecuencias de haberse entregado al mundo de la infancia?

Sí, claro. Y te sorprenderías. Hubo escenas de crímenes narradas por las que, francamente, yo tenía que pararme a vomitar. Porque eran narradas igual que las contaría un niño que hace una travesura, que mató un pájaro.

Yo recuerdo que cuando era muy niña había tortolitas en la granja de mi abuelo. Entonces yo les jalaba la cabeza, y daban vueltas. Nunca quise matarlas como tal, nunca tuve la intención criminal de matarlas. Pero me daba risa observarlas dar vueltas mientras yo las estaba matando. Momentos después, veo a mi abuelo que venía caminando, con una expresión de espanto al mirar lo que estaba haciendo. Y entonces me levanto rápido y le grito: “¡Córrele, abuelo, no te quedes ahí parado! ¡Vete por el alcohol, que se están desmayando las gallinas!”. En mi interior, sí sabía que estaba haciendo algo malo.

En Pactos de placer, ¿existe un llamado a reconsiderar esta actitud?

Cuando las personas encarceladas te narran sus historias, lo hacen desde la posición de inocencia. “No lo hice”, “Yo no fui”. Y tratan de disculparse. La autojustificación es una actitud común en todas las personas. Entonces, la idea es que conozcan a un personaje que dice: “Yo sí fui”. Y que a través de Regina digan: “Yo no quiero ser así”. Porque nadie, en su sano juicio, quisiera ser la Regina de la segunda parte de la novela. Tenía todo para ser feliz, pero fue cobarde.

¿Qué proporciones de realidad y de ficción existen en la novela?

Toda la parte romántica es ficticia, desgraciadamente. Sin embargo, la parte sobre asesinatos, los crímenes narrados, es cien por ciento real. No hay nada ficticio. Es más, creo que lo suavicé un poco. La realidad es más cruda.

¿La novela está dedicada a las mujeres que están en una prisión?

Sí, porque yo estuve ahí, y a las muchachas no les gustaba leer. No se paraban ni las moscas en la biblioteca. Entonces quise escribir una novela que fuera de interés para ellas y que, al mismo tiempo, les aportara un poco de cultura general, a través de la cual tuvieran un panorama diferente de su México. Y que pudieran ver que, a través del amor, así como de las enseñanzas de alguien que tiene algo que enseñarte, puedes transformar tu vida. Quise que a través de la novela las muchachas se imaginaran un mundo diferente. Tú no puedes amar lo que no conoces. Por ello quise

presentarles un mundo diferente. Te puedo decir que es la novela más leída dentro de las prisiones.

Existe una deliberada intención de culturizar al lector, puesto que desfilan una gran cantidad de filósofos, poetas, escultores a lo largo de la novela; personajes que probablemente la media de las personas encarceladas no conoce

. Sí, claro. Traté de mostrarles que hay un mundo más allá. Cuando tú observas los cuadros de Toledo de forma superficial, probablemente pienses “¡Qué espanto!”. Y, no obstante, cuando profundizas en su mundo, ese mundo de tinieblas adquiere otro significado. Lo mismo ocurre con Nietzsche, El Marqués de Sade, Carlos Pellicer. Cada uno tiene una impronta dentro del mundo del arte y la cultura. Pero me enfoqué más en que ellas (las mujeres presas) descubrieran que en México existen lugares maravillosos, que somos extraordinariamente ricos en cultura; que se sintieran orgullosas de ser mexicanas.

En la configuración del personaje “Alberto” existe un homenaje a Víctor Contreras como escultor; éste esculpe la materia y aquél esculpe al ser humano. Regina fue esa Galatea a la que Alberto fue moldeando a través de culturizarla. ¿Qué significa para usted Víctor Contreras?

Es como mi segundo padre. La obra sí es un homenaje para él. Antes de que mi padre muriera, me dijo: “Ahí está tu papá”, y a Víctor: “Te dejo a mi hija”. Y, a lo largo de tantos años de amistad con mi padre, aprendí a verlo no sólo como ese gran escultor que es, sino como un gran ser humano, un moldeador de imágenes, de emociones. Y traigo mucho de él, en todos los sentidos.

Al pasar directamente al papel que juega la mujer dentro de la novela, pudiera interpretarse que los hombres (Alan y Alberto) ejercen un dominio de Regina mediante el sexo, la cultura y el poder. ¿Usted qué piensa?

Yo creo que es una entrega. Cuando existe una entrega, no hay dominio. Debemos pensar en función de la inteligencia. La inteligencia te dice que eres fuerza, voluntad, memoria y experiencia. Cuando sublimizas a través de la razón, cuando te colocas encima de la niebla y ves más allá, comprendes que es una entrega. Tú te entregas a quien quieres. Tú eres un regalo de la vida para ti mismo, y ese regalo se lo das a quien quieres.

¿No existe manipulación a través del sexo?

Sí, claro. En la novela no intenté presentarlo de esa manera. Si aprendiéramos a pedir: qué quiero, qué espero de ti, qué necesito de ti, no habría manipulación. Pero como tenemos esa lengua tan corta, no decimos lo que queremos. Cuántas mujeres viven un sexo frustrado porque piensan: “Ay, va a pensar que soy una prostituta”, “Va a pensar que esto dónde lo aprendí”, y viven una vida de frustraciones. Tenemos que aprender a pedir, a hablar desde el “yo”, no desde el “tú”.

Entonces, desde su perspectiva, ¿la situación de muchas mujeres deriva de una comunicación deficiente?

Y también la situación de muchos hombres. ¿Cuántos hombres tienen una amante o se meten con prostitutas por no saberle pedir a sus parejas lo que quieren? Si de verdad hablamos de equidad de género, tenemos que tomar primero la responsabilidad de nuestro sexo y de nuestra vida. Equidad de género no se trata de que “aunque no te lo merezcas te doy la mitad”. ¿Cuántos hombres han luchado por tener una posición, y de repente llega una mujer y se la dan porque es mujer? ¿No se te hace terriblemente injusto?

Creo que si una feminista la escuchara le diría que usted habla desde su privilegio

. Estoy totalmente de acuerdo. Ya te dije que somos lo que aprendemos a ser. Pero esto es lo que yo he hecho en mi vida. Si ellas no lo han hecho es su problema.

¿Pero podrían hacerlo? ¿Existen condiciones?

Claro que existen condiciones. Hay mujeres que no quieren estudiar, conozco a muchas. Y también hombres, eh. Estoy hablando, en general, del ser humano. ¿Quién es nuestro verdadero enemigo? Es la pereza.

En prisión, a usted le tocó convivir con mujeres de diferentes estratos sociales, recluidas por diversos motivos. ¿Qué opina de la despenalización del aborto? ¿Es una forma de liberar a la mujer, de destrabar otra expresión de su autonomía?

Mira, yo estoy a favor de la despenalización del aborto, dado que puede haber accidentes. Pero también quisiera que la mujer se hiciera responsable. Hoy existen tantos métodos anticonceptivos. En mi juventud, ir a comprar una pastilla anticonceptiva te ruborizaba, te exigía prescripción médica. Hoy en día, ¡por favor!, te las regalan en cualquier lado. Entonces, no quisiera que se usara la despenalización del aborto como una puerta a la irresponsabilidad, porque un aborto también te desgasta, moral, física y emocionalmente. Por ello considero que debemos tomar responsabilidad de nuestros actos.

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