El 4 de enero se celebra en México el Día del Periodista. Y es que en esa fecha, pero de 1926, murió Manuel Caballero, considerado por muchos como el precursor del periodismo moderno. Abogado de profesión (en ese entonces no existía la carrera de periodismo), Manuel ejerció la carrera como redactor en varios medios. Fue un informador crítico y se convirtió en uno de los primeros reporteros reconocidos en México.

Además de recordar el trabajo y el legado de Caballero, esta fecha nos permite reflexionar sobre el estado de cosas en cuanto al ejercicio de este oficio en nuestro país.

Lamentablemente, la violencia que afecta a todos los ámbitos, ha sido especialmente cruel en contra de las personas y los medios dedicados a informar. Son tiempos de amenazas, agresiones y atentados; de considerar a los críticos como adversarios; de persecución y acoso a la libertad de prensa. Hay ataques desde el ámbito político y también desde el criminal. Preocupa la delincuencia organizada y mas aún la desorganizada.

A este contexto complejo, hay que sumar nuevos retos producto de los avances tecnológicos. La Inteligencia Artificial es hoy capaz de analizar datos, automatizar procesos y generar contenido de forma automática. Con esto, buena parte de las tareas que hoy hacemos los periodistas, empiezan a ser absorbidas por las computadoras.

Ya desde hace años ha habido experimentos que han aprovechado a la Inteligencia Artificial para generar contenido en los grandes medios. Por ejemplo, The Washington Post cubrió en 2016 los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro con un robot llamado Heliograf, capaz de redactar artículos a partir del procesamiento de datos.

De esa fecha a la actualidad, la presencia de la inteligencia artificial en la generación de contenidos ha crecido exponencialmente. Pero no solo ha aumentado; también se ha sofisticado. Hoy los algoritmos son capaces de identificar los perfiles e intereses de los usuarios. Pueden también identificar su estado de ánimo y hacerles llegar contenido afín a sus opiniones; textos que no cuestionan sus puntos de vista, al contrario, los refuerzan.

Los lectores se sienten cómodos consumiendo aquello que es compatible con sus preferencias y dejan de explorar posturas contrastantes. El resultado es que la opinión pública se divide a niveles tales, que el diálogo es imposible y la comprensión del otro es inexistente.

Para colmo, las nuevas tecnologías nos han llevado aceleradamente a la era de la posverdad. Difundir noticias falsas es muy sencillo y rápido, mientras que desmentirlas es complejo y lento. Hoy no aventaja el que dice la verdad, si no aquel que convence con su narrativa y personalidad. Pesa más el carisma, que la integridad o la congruencia Es el paraíso para los demagogos y el infierno para quienes persiguen la verdad.

@PaolaRojas

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