Donald Trump se convertirá en el 47º presidente de Estados Unidos a partir del próximo 20 de enero. Aun cuando muchos al interior de su partido dudaban de la pertinencia de tenerlo como candidato, los republicanos lograron con él la mayoría en la Cámara de Representantes y el Senado.

Las encuestas nuevamente fallaron. Casi todas anticipaban un resultado muy cerrado. La poca credibilidad que aún tenían las casas encuestadoras, terminó de dilapidarse con el contundente triunfo del candidato republicano.

El primer efecto para México luego de este resultado fue una sacudida para el peso, que casi alcanzó las 21 unidades por dólar, su peor cotización en dos años. Logró después una ligera recuperación, pero sigue muy presionado y volátil. En 2016, luego de la primera victoria de Trump, el peso también se vio afectado. Solo que en esta ocasión, los expertos temen que el daño se prolongue al menos todo el próximo año. Y es que viene la revisión del TMEC, con la incertidumbre que eso conlleva. Están además las amenazas de imponer aranceles a las importaciones desde nuestro país.

Poco antes de las elecciones, Trump repitió que, de ganar, lo primero que haría sería informar a Claudia Sheinbaum que deberá frenar el flujo de migrantes y drogas hacia su territorio. De no ser así, crearía un impuesto de 25 por ciento a todas las importaciones mexicanas; además de impedir que los vehículos fabricados en nuestro país se vendan en el suyo.

Durante toda la campaña no paró de lanzar amenazas vinculadas al comercio, la migración y la seguridad. Esos tres temas fueron su eje y los mezcló con eficacia para capitalizar el odio y el miedo de sus posibles votantes. Fiel a sus formas, volvió a acusar a los inmigrantes de ser una avalancha de criminales y de drogas. Se comprometió también a deportar un millón de indocumentados al año y a seguir con la ampliación del muro fronterizo.

El gobierno de México se dice listo para los retos diplomáticos y económicos. Parecen confiados en que la retórica agresiva de Trump era sobre todo electorera. Además, cumplir sus amenazas tendría efectos económicos adversos para Estados Unidos. Si nos impone el famoso arancel de 25 por ciento, generaría una inflación muy difícil de manejar. Y si deporta masivamente a migrantes, afectaría a muchas cadenas productivas que requieren de esa mano de obra.

Si algo lo posicionó por encima de los demócratas, fue su buen manejo de la economía, por lo que es poco probable que tome decisiones que le descompongan el panorama económico.

Sin embargo, su discurso xenófobo ha despertado un repudio que ya afecta la cotidianidad de los millones de mexicanos que viven allá. Puede que no haga deportaciones masivas ni imponga aranceles, pero los ataques a ese segmento de la población seguramente seguirán por una razón muy sencilla: le han dado popularidad.

Este Trump aún más radical, incita a un odio que crece cuando se combina con el miedo. Para colmo, el letal fentanilo que entra desde México alimenta con fuerza esa narrativa.

Urge diseñar mecanismos para contrarrestar esa propaganda nociva que lastima a los mexicanos que viven allá. El gobierno mexicano debería tejer estrategias para difundir masivamente, las valiosas aportaciones que nuestros paisanos hacen a los Estados Unidos. Se fueron huyendo de la miseria o la violencia; nos rescatan con su trabajo extenuante y sus remesas. Les debemos mucho. Es lo menos que toca hacer por ellos.

@PaolaRojas

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