La eutanasia es, ante todo, una conversación sobre dignidad. Hoy el debate suele mezclar muchas acciones, por lo que es importante su definición: es el acto o procedimiento, por parte de un médico, para producir la muerte de un paciente, sin dolor y a petición de éste, para terminar con su sufrimiento. No es todo lo que acelera la muerte, ni todo lo que “se deja de hacer”. Es una acción excepcional, después de agotar todas las formas posibles de ayuda.

En el ámbito mundial, el tema se ha discutido y aprobado en pocas naciones. Se han construido marcos legales en Países Bajos, Bélgica, España, Australia, Canadá, Colombia, Ecuador, Italia, Luxemburgo, Nueva Zelanda y Uruguay con distintos alcances. En México, hoy la muerte médicamente asistida está penalizada y el respiro legal se llama voluntad anticipada y cuidados paliativos.

Esta semana conversé con Samara Alejandra Martínez Montaño. Su experiencia la ha llevado a defender la muerte digna y a impulsar el proyecto de la “Ley Trasciende”, para legalizar la eutanasia en México. Samara vive con insuficiencia renal crónica en etapa terminal, lleva años de tratamientos, diálisis peritoneal por 10 horas cada noche, pastillas, inyecciones y dolor físico profundo.

La escuché describir cómo es la agonía cuando el cuerpo ya no puede más: el organismo se intoxica, los órganos se agotan, puede haber alucinaciones o violencia, el líquido llega a los pulmones. No me habló de muerte, me habló de dignidad: de no pelear con la realidad y de abrazar el final con amor.

Samara me hizo ver que en la conversación pública falta hablar del tema sin miedo, con precisión, con empatía, y sobre todo, con compasión. Escucharlos a ella y a otros enfermos terminales es mirar a los ojos del sufrimiento, sin tabúes. Cuidados paliativos y eutanasia no son acciones excluyentes, al contrario, son complementarias. A veces bastan los paliativos; a veces no.

La “Ley Trasciende” busca definir, reconocer y garantizar el derecho constitucional a la muerte digna; modificar la Ley General de Salud y el Código Penal para que no se criminalice la decisión autónoma y libre de pacientes con padecimientos crónico degenerativos, amenazantes o discapacitantes sin alternativa médica, mayores de edad, en pleno uso de sus facultades mentales, con procesos claros, estándares jurídicos, técnicos y éticos y siempre con objeción de conciencia.

No pretende “promover la muerte”: busca humanizarla, que nadie tenga que morir sufriendo con dolor, con miedo y con agonía. Pide llamar a las cosas por su nombre: eutanasia cuando un profesional, a petición expresa, administra un fármaco; suicidio médicamente asistido cuando el paciente realiza la acción final con los medios indicados. Se trata de respetar la autonomía y acompañar con humanidad hasta el último aliento.

Escuchar a Samara es trascender el miedo: “no debo convencer a nadie de mi dolor, pero sí puedo crear conciencia y tratar de que empaticen”.

En aquellos casos en los que la enfermedad cierra todas las puertas, toca abrir una para la compasión.

@PaolaRojas

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