Ayer se celebró el Día del Padre en México y otros países. Es un buen pretexto para revisar cómo vamos en cuanto a paternidad responsable, positiva y presente.
De acuerdo al Inegi, en México hay poco más de 21 millones de hombres que se identifican como padres y que viven en la misma casa que sus hijos. Según el Censo de Población y Vivienda 2020, el 56 % solo tiene estudios de educación básica, mientras que el 97 % realiza alguna actividad económica.
Las que son alarmantes son las cifras de padres ausentes; en México hay más de cuatro millones de familias en esa circunstancia. Se trata de ausencia física y económica, lo que significa que esos hogares subsisten en su mayoría gracias al trabajo de una madre autónoma.
Las mujeres en esta condición enfrentan muchas dificultades. Según el Instituto Mexicano para la Competitividad, muchas de estas mujeres buscan empleos con horarios flexibles para poder atender a los hijos. Eso las orilla a ganar menos (de por sí existe aún una brecha salarial por razón de género) y a quedarse en la informalidad, sin acceso a prestaciones y seguridad social.
Existe también una violencia institucional que permite que muchos padres dejen de cumplir con sus responsabilidades y no castiga a los deudores alimentarios. De cada diez madres autónomas, siete denuncian a los padres de sus hijos por no cubrir la pensión alimentaria. Sin embargo, solo dos de cada diez reciben ese pago para la manutención de los menores. Eso lo que nos dice es que muchas de las denuncias no prosperan. Existen además una serie de artimañas como el usar prestanombres, mostrar a la autoridad recibos falsos o cambiar de constantemente de trabajo para no pagar la pensión.
Por otro lado, las mujeres representamos la mitad de la fuerza laboral remunerada, pero seguimos encargándonos de buena parte del trabajo doméstico. En México, las mujeres realizamos 2.3 veces más tareas domésticas que los hombres. Eso, además de agotador, es injusto.
Existen, sin embargo, algunos avances relevantes. La Encuesta Nacional Sobre Uso del Tiempo reportaba hace quince años que el 60 por ciento de los padres que vivían con sus hijos destinaban tiempo a su cuidado. Actualmente creció a 73 de cada 100. Sin embargo, prácticamente la totalidad de las madres dedicamos tiempo a esa actividad y casi triplicamos las horas destinadas a ese fin.
La función del padre no se limita a lo económico. Lo óptimo es que se involucre en la crianza de los hijos y sea parte central en su formación. Lamentablemente en México, según el censo del Inegi de 2022, hay un 40 por ciento de familias que no cuentan con la figura paterna. Peor aún, cuando algún hijo nace con una discapacidad el porcentaje de abandono paternal es aún mayor.
Hay mucho camino aún por recorrer para convertirnos en una sociedad en la que la paternidad responsable sea la regla. Si bien los cambios sociales y culturales toman tiempo, el que existan políticas públicas con perspectiva de género acelera el avance. Pronto habrá por primera vez en la presidencia una mujer que, como tal, entiende los retos que representa la maternidad en un entorno que no respalda suficientemente a las madres. Veremos si eso se traduce en una diferencia consistente para muchas.