“Si el gobierno de Estados Unidos y sus agencias quisieran atender el grave consumo de fentanilo en su país, podrían combatir la venta de estupefacientes en las calles de sus principales ciudades, lo que no hacen y el lavado de dinero que se genera por esta actividad ilegal que tanto daño ha hecho a su población.” Así respondió la presidenta Claudia Sheinbaum a Donald Trump, luego de que él hablara de una alianza intolerable entre los cárteles de la droga y las autoridades mexicanas.
El argumento es impecable. Estados Unidos tiene un grave problema de salud derivado del consumo de opioides. Ante eso, señalan con énfasis a los extranjeros que introducen esas drogas a su país, pero mencionan muy poco a sus miles de cómplices estadounidenses. Para distribuir las sustancias ilícitas y para lavar los millones de dólares que genera su venta, los cárteles del narcotráfico necesitan aliados allá. Sin embargo, eso no lo dice Donald Trump. Él sigue las reglas básicas de un demagogo: las fallas las causa alguien más, idealmente alguien de fuera. Si las soluciona él es un héroe, si no, alguien más es el villano.
Por otro lado, las armas indispensables para el sostenimiento de las bandas criminales son obtenidas en Estados Unidos. Hay un informe del Departamento de Justicia estadounidense, que señala que el 74 por ciento de las armas aseguradas en México entre 2017 y 2021 provenían de su país. A eso también se refirió la presidenta en su respuesta a la acusación esgrimida por Trump. “Si en algún lugar existe tal alianza, es en las armerías de los Estados Unidos que venden armas de alto poder a estos grupos criminales.” También de eso tendrían que hacerse cargo.
El fenómeno del narcotráfico es complejo y tiene muchas aristas. Hay violencia, miedo, adictos, complicidades y mucho dinero. Las bandas criminales se superan a sí mismas constantemente. Encuentran nuevas fórmulas, usan tecnología, implementan estrategias y siguen adelante enfermando y matando a miles de personas en ambos lados de la frontera. Lo mejor que les puede pasar, es que los gobiernos que podrían frenarlos estén confrontados.
Si el interés de quienes gobiernan es realmente frenar la letal invasión de opioides, tienen que trabajar de forma coordinada. Ya nuestro gobierno planteó que no busca una confrontación con su vecino y aliado. Ya también reiteró su intención de trabajar coordinados para combatir a los grupos que generan violencia y trafican droga.
Esta propuesta será seguramente rechazada en el discurso desde la Casa Blanca, pero podría ser aceptada en los hechos desde las agencias federales y las oficinas gubernamentales.
Por otra parte, de este lado de la frontera toca reconocer que no siempre está claro el límite entre gobernantes y criminales. Tenemos autoridades coludidas con delincuentes en los diferentes niveles de gobierno.
Aquellos verdaderamente comprometidos con el combate a los criminales la tienen difícil. Desde allá, tendrán que trabajar sin esperar reconocimiento, pues los ataques contra los mexicanos seguirán mientras generen aplausos, independientemente de los resultados. Desde acá, el reto será aún mayor: tendrán que actuar con sigilo y eficacia en contra de un enemigo impredecible y que se ha infiltrado en todas partes.
@PaolaRojas