El pasado 4 de junio hubo una marcha en la Ciudad de México en contra de la gentrificación. Vecinos de las colonias Condesa y Roma convocaron a protestar por la transformación de sus barrios a partir de la llegada de muchos extranjeros a la zona. Los precios de las viviendas aumentaron drásticamente y los comercios y servicios en la zona también se encarecieron. Pero no es solamente el aspecto económico; les preocupa también la pérdida de identidad cultural.
Basta recorrer algunas calles de esas colonias para confirmar que el idioma que predomina es el inglés. Es precisamente de ese idioma de donde proviene el termino gentrificación. La gentry es la clase social alta. Los británicos llamaban así a la nobleza o burguesía terrateniente.
Estos barrios se han puesto de moda entre los nómadas digitales; aquellos que trabajan en línea para empresas extranjeras, ganan en dólares y gastan en pesos. Las opiniones en torno a su llegada masiva se dividen. Pars los propietarios que ven aumentar el valor de su inmueble, es una buena noticia. En cambio, para aquellos que rentan es terrible. De hecho, el aumento en el costo del alquiler ya empieza a causar el desplazamiento de los residentes originales.
La gentrificación no es un fenómeno nuevo. En las grandes ciudades e siempre ha habido desplazamientos que transforman el entorno. Las más de las veces son impulsados por empresas inmobiliarias, que son las grandes ganadoras cuando un barrio aumenta su valor. Ganan ellos y ganan los funcionarios que les otorgan los permisos.
La marcha fue convocada por el llamado Frente Antigentrificación de la CDMX, que planteaba movilizarse pacíficamente por las preocupaciones legítimas de quienes viven ahí. El problema es que la movilización se salió de control. Hubo agresiones, robos y vandalismo. Aún pueden verse en las bardas y fachadas de la zona mensajes como “gringo go home”.
Esas imágenes de desprecio a los estadounidenses fueron retomadas por los medios de comunicación en la Unión Americana, especialmente aquellos que respaldan la política antiinmigrante de Donald Trump. Se convirtieron en un argumento más en contra de los millones de mexicanos que viven allá. Es lo último que necesitan los paisanos que de por sí son discriminados, agredidos y viven con la angustia permanente de ser deportados.
Hay mucho por solucionar en los barrios gentrificados de la Ciudad de México, pero la xenofobia no debe ser la vía. Y es que el problema con los discursos de odio, es que nunca se sabe hasta dónde llegarán y a quién afectarán.
@PaolaRojas