A las mexicanas y mexicanos: El próximo 30 de julio, como cada año desde 2014, celebraremos el Día Mundial contra la Trata de Personas con el objetivo de sensibilizar a los gobiernos y sociedad civil del orbe sobre la gravedad de este delito, la situación de las víctimas y las muchas vulnerabilidades y amenazas que acechan a las personas, particularmente a las niñas, niños y mujeres.
Es impostergable terminar con la explotación, apoyar a las víctimas y prevenir los contextos de desigualdad, discriminación y violencia que operan en beneficio de los enganchadores y tratantes.
Sabemos que éste es un delito trasnacional, que México es país un país de origen, tránsito y destino de trata de personas, que en nuestro territorio hay rutas establecidas y poblados donde impunemente se comete este ilícito. También, que somos el primer lugar en el mundo en producción y distribución de pornografía infantil y el segundo en abuso sexual de menores de edad. Asimismo, que la trata es uno de los tres ilícitos más lucrativos para la delincuencia organizada junto con el narcotráfico y el tráfico de armas.
Es un delito aberrante que cosifica a las personas, quienes son vendidas, explotadas, abusadas y violentadas. Un crimen al que cualquier calificativo le queda corto, ya que las víctimas son despojadas de su dignidad y derechos, dejándoles huellas físicas y emocionales para toda su vida.
Es un delito silencioso porque las víctimas no denuncian debido al terror de ser revictimizada y porque la sociedad es indiferente. Nadie sabe, nadie escucha, nadie mira, y por lo tanto, nadie denuncia; ante la barbarie y la crueldad se mantiene impávida.
Tenemos mucho por hacer desde el Estado y la sociedad, por eso es que hoy me parece fundamental poner énfasis en algunos retos que debemos enfrentar desde el ámbito público. El primero de ellos, es convocar a un exhaustivo análisis para promover la reforma del marco normativo en materia de trata de personas a nivel federal, lo cual implica, entre otros aspectos: 1) Reflexionar sobre la pertinencia de incorporar en la Constitución la trata de personas como una forma moderna de esclavitud, a fin de darle la visibilidad que le corresponde. 2) Decidir si debemos seguir manteniendo una Ley especial o debemos incorporar un nuevo apartado en el Código Penal Federal, y hacer lo consecuente en las entidades federativas, ya que la dispersión normativa contribuye muy poco a la erradicación de este delito. 3) Actualizar los tipos penales y supuestos normativos a la realidad actual, eliminar lagunas, antinomias y colisiones normativas, lo que genera una mala integración de las carpetas de investigación y por lo tanto permite a los tratantes sustraerse de la mano de la justicia. 4) Legislar en materia de seguridad cibernética, pues es claro que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación son utilizadas para la comisión de estos delitos. 5) Generar bases de datos y establecer mecanismos de coordinación institucional a nivel nacional, a efecto de determinar efectos causales entre el delito de trata de personas, los feminicidios y las desapariciones de personas. 6) Revisar la proporcionalidad de las penas, ya que se ha puesto toda la severidad de la norma en los tratantes, pero no en los clientes; ¿qué diferencia hay entre quien explota o vende a una persona y quien la compra?, a mi juicio, ninguna. La alta incidencia de trata de personas se debe precisamente a la alta demanda, si no hubiera clientes no habría tratantes ni víctimas.
El segundo y no menos importante, es que se tiene que fortalecer la atención, reintegración social y reparación integral del daño a las víctimas, con un enfoque de género, interseccional y de derechos humanos. Es decir, crear un andamiaje institucional y presupuestario que otorgue certeza y seguridad a las víctimas de trata, para que puedan empoderarse, ser autónomas e iniciar una nueva vida, lo que demanda generar instrumentos de colaboración con otras naciones a fin de que se pueda salvaguardar a las víctimas, si así lo desean, en un país diferente al de la comisión del crimen.
Emprendamos una acción colectiva para que ninguna persona sea valorada en pesos y centavos, para que nadie sea tratado como mercancía, para que los seres humanos no sean usados y desechados a placer por su prójimo.