A las y los mexicanos: El Informe Trimestral del presidente Andrés Manuel López Obrador, presentado el domingo pasado desde Palacio Nacional, reafirmó su convicción con la democracia y la justicia social y fue congruente con los principios y postulados que ha esgrimido antes, al inicio y durante su gestión. Es claro que su administración se centra en las personas, de ahí el enfoque humanista de la política económica y social proyectado para que ambas avancen en un mismo sentido.
A nadie le debería extrañar que esté decidido a romper el molde neoliberal impuesto en las últimas tres décadas, y cuyas políticas, llevadas al límite, fueron la causa de la decadencia económica, social, política, institucional y jurídica de nuestro país. Si hay pobreza, desempleo y desigualdad, si no hay insumos, medicamentos, médicos y camas suficientes para atender a la población de manera cotidiana y durante la emergencia sanitaria, es precisamente porque la combinación de neoliberalismo y corrupción dejó en el último lugar de la lista de prioridades a las y los mexicanos. No obstante, el Ejecutivo Federal garantizó que se está haciendo todo lo necesario para que enfrentemos la inevitable tercera fase de la contingencia en las mejores circunstancias.
El mensaje presidencial resume lo que el mundo entero desde hace tiempo -y, de manera particular, durante la actual pandemia- reclama y cuestiona debido al rotundo fracaso del modelo neoliberal, donde sus extremos privilegiaron a los mercados por sobre las personas. Es evidente que no ha funcionado para la inmensa mayoría de los habitantes del orbe, quienes sufren las consecuencias de su voracidad y falta de límites, de ahí que es preciso reflexionar profundamente para entender que la modernidad, el desarrollo científico y tecnológico y las nuevas formas de intercambio económico no tienen por qué ser contrarias al bienestar de los seres humanos, pues su fin último debe ser brindarles una mejor calidad de vida, en lugar de acrecentar su incertidumbre y sufrimiento.
En su mensaje, el presidente de la República fue contundente: no dará marcha atrás en la decisión de atender prioritariamente a quienes poco o nada tienen, a los grupos que históricamente han sido los más afectados por las fallidas políticas económicas y las crisis internas y externas.
“Primero los pobres”, por eso dará continuidad a la política de bienestar y a los programas que ya se están implementando, y cuyos beneficios ya son tangibles para millones de personas y familias. Asimismo, continuará canalizando de manera directa recursos para incentivar el mercado interno e impulsar el gasto público que genere millones de empleos para hacer posible la reactivación económica desde lo local.
Recuerdo la frase utilizada comúnmente durante las administraciones pasadas: “la cobija es una y no alcanza para todos”. Es verdad, pero la diferencia es que hoy la decisión en materia de política económica y social es que alcance para las mayorías y no para unos cuantos, para esa mayoría que más lo necesita. Cambió la fórmula que por décadas no funcionó y eso nos obliga a construir nuevos mapas mentales y paradigmas.
Dejó en claro que la directriz no es rescatar a las grandes empresas en detrimento de la mayoría de los mexicanos, como sucedió en aquel oscuro “error de diciembre” que acabó con la clase media y confinó a la miseria extrema a los que tenían la esperanza de superar la pobreza. No habrá dispensas fiscales, pues, aunque no lo dijo, sabemos que la consecuencia de que el gobierno deje de recaudar implicaría reducir los ingresos en perjuicio de las finanzas públicas y de la justicia distributiva, afectando los programas sociales y la inversión pública, así como los recursos que reciben las entidades federativas y los municipios, al romper con el Sistema Nacional de Coordinación Fiscal y mermar los ingresos que forman parte de la recaudación federal participable.
Fue enfático al señalar que a los 356 mil créditos a pequeños negocios familiares se agregarán 450 mil más en lo que resta del año, y que no se detendrán los proyectos de infraestructura en el área de comunicaciones, telecomunicaciones y transportes para impulsar el desarrollo. Sin embargo, el gobierno sí se apretará el cinturón, por lo que la austeridad y el adelgazamiento del gasto corriente serán medidas fundamentales.
No aumentará los precios de los combustibles para solventar la crisis, como se hacía en el pasado, y utilizará los recursos de los fondos de estabilización de los ingresos presupuestarios, de las coberturas petroleras y los que se mantenían guardados en los fideicomisos públicos para financiar el plan de reactivación económica, lo cual, desde el primero de abril, quedó consignado en los Precriterios de Política Económica emitidos por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
No podemos pasar por alto que el Banco de México ha ido reduciendo en las últimas semanas la tasa de interés, lo cual impulsará su ajuste en el resto del sistema financiero mexicano, posibilitando que los empresarios accedan a créditos más baratos para reactivar la economía en el contexto de desaceleración por el que atraviesa nuestro país, al igual que resto de las naciones.
Tal vez justo por las decisiones económicas anunciadas los bancos decidieron dar prórrogas de hasta seis meses en el pago de créditos e intereses de sus clientes, pues confían en que una vez que pase el estado de emergencia las cosas volverán a la normalidad gracias a la fuerza, unidad y solidaridad del pueblo, de los sectores productivos y del gobierno.
Lo que es un hecho es que el molde donde se daba forma a las viejas medidas contracíclicas que aumentaron la desigualdad se ha roto y se ha decidido optar por uno diferente, no como una ocurrencia caprichosa, sino como una respuesta fundamentada para poner un alto a los grandes problemas nacionales, ya que, como bien lo señaló el Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, el neoliberalismo lleva 40 años debilitando la democracia, y las injusticias que no se corrigen se heredan. Por su parte, Dani Rodrik (profesor de Harvard), quien lleva años alertando sobre los riesgos de internacionalizar la economía sin reservar espacio para las políticas locales de desarrollo, ha explicado en su extensa obra cómo la forma de globalización prescrita por el neoliberalismo dejó a individuos y a sociedades enteras incapacitados para controlar una parte importante de su propio destino.
Son comprensibles las resistencias de algunos y las legítimas demandas de otros, son respetables todas las ideas, incluso las que disienten del gobierno, pues esa es precisamente la riqueza de la pluralidad que da sustento a la democracia. La realidad es que el presidente de la República tiene la inmensa tarea de seguir cumpliendo con los compromisos contraídos con el pueblo, de consolidar un enfoque económico que beneficie con equidad a todas y a todos, de corregir los errores del modelo anterior, de instaurar una nueva cultura en el servicio público libre de corrupción y de enfrentar el COVID-19 con una estrategia en la que la pérdida de vidas sea la menor posible.
Somos muchas mexicanas y mexicanos que, aunque no con la velocidad que nos gustaría, tenemos esperanza en que la política económica caminará hacia un destino más humano y corresponsable y menos individualista. En estos momentos de crisis, es alentador saber que Andrés Manuel no nos dejará solos y que la transformación de México sigue en marcha.
activista social y exdiputada federal.