Primero que nada, muchos saben cuál será el resultado del proceso electoral, porque dentro del Instituto Nacional Electoral ya se dio a conocer la propuesta de reparto de diputaciones plurinominales semanas después de que lo había anunciado la Secretaría de Gobernación. La argumentación es bastante simple, el artículo 54 dice literalmente partidos y no coalición, sin embargo, el jurista Diego Valadez ya demostró que esta interpretación es equivocada, porque salvo Movimiento Ciudadano, ningún partido postuló a 200 diputados de mayoría para tener derecho al reparto proporcional.

No quiero ser pesimista, pero ya sabemos cómo va a terminar esta deliberación: el Tribunal Federal Electoral de la Federación (TFEPJF) va a decidir a favor de la coalición oficialista con lo que tendremos una situación totalmente irregular, donde el 54% de los votos se convierten en alrededor de 75% de los curules, y un partido como el Verde que es una rémora del poder en turno, se convierte en la segunda fuerza en la Cámara de Diputados, así o más surrealista su conformación.

El nacionalismo revolucionario y la izquierda estaliniana, que son las base de la 4T, tienen algo en común: consideran que la democracia controlada es la mejor forma de gobierno, por lo que un régimen de “democracia autoritaria” es su modelo, como lo fue México en la época del desarrollo estabilizador en el siglo pasado. El control de las autoridades electorales y judiciales es la piedra angular del Plan C, en esta lógica también se ubica la eliminación de los contrapesos, como pueden ser los organismos autónomos. Vamos hacia un cambio de régimen, pero no porque la mayoría calificada (dos terceras partes) lo haya elegido, sino por la captura de las autoridades electorales, que abrirán paso a las reformas dictaminadas que podrán ser aprobadas por la nueva legislatura en septiembre como un mero trámite.

No se trata de ser pesimistas u optimistas, a estas alturas ya no se vale ser ingenuo. Lo que ha quedado claro es que la captura de las autoridades electorales sin tener que modificar las leyes electorales, le ha permitido a la 4T darle legalidad, pero no legitimidad a sus decisiones.

Así como los gobiernos priistas veían una conjura comunista detrás de cualquier manifestación de descontento social (jóvenes fascistas controlados por la CIA), el obradorismo no se queda atrás y a cualquier protesta por la insuficiencia de los servicios públicos, como las de los papás de los niños con cáncer es interpretada como un grupo de agitadores que defienden los intereses de las farmacéuticas al punto de acusarlos de impulsar un golpe de Estado. De lo patético a lo grotesco y sin ningún sustento real, pero esa es la retórica oficial que nos recetaron en este sexenio.

Las obras prioritarias como el Tren Maya, Dos Bocas, el AIFA, etc. simbolizan lo que fue este gobierno. No lograron tener el efecto multiplicador en el desarrollo que nos anunciaron sus promotores, porque partían de la lógica de un modelo desarrollista de los 70s, en cambio nos dejaron una imagen muy clara de corrupción donde pasamos de un modelo capitalista de cuates a uno de otros cuates, con reintegros incluidos; tráfico de influencias con la consabida salida de “presenten denuncias si tienen pruebas” a sabiendas de que serán exonerados; sobrecostos con una herencia para las finanzas públicas para los próximos gobiernos no menor y una sensación de impunidad en todos los ámbitos.

No faltará la retórica de ya tenemos el parque ecológico de Texcoco, sin recursos en lo que iba a ser el Aeropuerto Internacional. Siempre pensé que Luis Echeverria era el alter ego del presidente, no me equivoqué. El autoritarismo y populismo de LEA es tan parecido al de AMLO, pero revestido de una mayoría democrática y ficticia, pero el mundo del siglo XXI es muy diferente al del siglo XX con economías cerradas al exterior. Se repiten la historia, la izquierda oportunista que se alió con el gobierno de Echeverría y López Portillo, hoy sucede lo mismo. Déjà vu.

Adenda

1. El presidente obsesionado con sus verdades alternativas. Acusa a Estados Unidos de intervenir en las elecciones por dar apoyos económicos a Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, cuando no hay ninguna relación de causa y efecto. En realidad, lo que ha ocurrido es que la administración Biden ha sido cautelosa con el gobierno mexicano, priorizando el conflicto con China y Rusia.

2. La amenaza de recesión es más fuerte en México que en Estados Unidos.

3. La postura del gobierno de México sobre Venezuela es vergonzosa, como lo fue con la Nicaragua de Ortega. No nos sorprende.

* Economista, catedrático de la Maestría en Administración e Innovación del Turismo de la EST-IPN

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