Alejandro Díaz de León, gobernador del Banco de México (Banxico), declaró que la economía se encontraba estancada luego de que se conociera que el PIB del tercer trimestre había caído 0.4% respecto al periodo previo. La cifra que mejor respaldaba su dicho era que la variación porcentual real durante nueve meses de 2019 respecto a igual lapso de 2018, fue de 0.0%.
Esa misma perspectiva se confirmó con la más reciente Encuesta sobre las Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado levantada por Banxico, en la que se estima que el PIB crezca 0.2% este año y 1.2% en 2020.
El lunes pasado, el Inegi difundió los datos del sistema de indicadores cíclicos. Se destaca que hasta agosto (el dato más reciente), el índice coincidente llevaba quince meses consecutivos disminuyendo, pero que su caída de 1.0% a tasa anual no era tan profunda, por lo que todavía no se puede decretar el inicio de una recesión.
Por su parte, el índice adelantado a septiembre, extendió a tres meses su racha de no registrar variaciones negativas; sin embargo, en tasa anual su variación es negativa en 0.2%. En conclusión, hay señales de debilitamiento, pero no de una inminente caída de la actividad económica a futuro. Para que eso fuese así, el indicador adelantado tendrían que presentar una caída franca, que anticipa un desplome del coincidente, como ha ocurrido en recesiones anteriores.
En caso de que las proyecciones del PIB para el próximo año se cumplieran, se confirmaría que la economía no habría entrado en recesión; en caso contrario se registrarían variaciones negativas del PIB en 2020 o crecimientos muy cercanos a cero. El problema es que las expectativas en un pasado han fallado y no hay ninguna garantía de que en un futuro no lo vuelvan a hacer.
Si consideramos los tres principales factores que podrían obstaculizar el crecimiento de la actividad económica en México, reportados por la encuesta de Banxico, se señalan: problemas de inseguridad pública, incertidumbre política interna e incertidumbre sobre la situación económica interna. Es decir, se trata de asuntos ligados a la falta de confianza, pérdida de gobernanza y desconcierto con las decisiones de política económica, que no tienen que ver con los niveles de popularidad del Presidente, ni con factores externos que tampoco ayudan, puesto que la debilidad del mercado externo y la economía mundial ocupó el cuarto sitio.
Los datos duros también confirman que la desconfianza es real. La inversión fija bruta de agosto cayó en tasa anual 3.3% y en la acumulada en los primeros ocho meses del año se redujo 4.6%, siendo la reducción más dramática, de 6.9%, la de maquinaria y equipo.
La inversión física pública de enero a septiembre de 2019 cayó 14.4% en términos reales respecto al mismo periodo del año pasado, lo que ha contribuido al menor dinamismo de la inversión privada y afectando la reactivación futura, puesto que el efecto multiplicador actúa en sentido contrario.
Las menores ventas de automóviles no sólo tienen que ver con que los millennials no quieran comprar vehículos y prefieran movilizarse por medio de aplicaciones o en bicicleta; más bien, con la incertidumbre, el desempeño de la economía y que las familias no adquieran un compromiso tan fuerte, temas que nos remiten a falta de confianza a futuro, que ahora se ha visto afectada por la inseguridad y la violencia observada, lo que no es solo un asunto de percepción, que por sí misma sería suficiente.
Por otra parte, los intereses (tasas activas) son elevados y eso desalienta la inversión y el consumo. A pesar de toda la publicidad del Buen Fin, los hogares prefieren ser más cautelosos con los endeudamientos y no se esperan grandes ventas este año. Si los ingresos futuros no son tan seguros, ello afecta el dinamismo de los créditos. Luego de varias crisis, la gente ya está aleccionada, y también quienes otorgan préstamos.
Para que la economía pudiera reactivarse se requeriría un mayor dinamismo de mercado interno, con mayor expansión del consumo y la inversión, pero con el anuncio de que la austeridad se intensificará en 2020 y que se presupuesta que la inversión pública disminuya 5.4%, con un persistente nivel de inseguridad que ha desalentado al sector privado a invertir, por las enormes pérdidas que le genera, con una agresiva política tributaria, donde cualquier contribuyente cautivo es evasor hasta que no demuestre lo contario, y con un banco central que reduce tímidamente la tasa de referencia a pesar de que la inflación ya llegó a la meta mucho antes de lo previsto. Pero, sobre todo, con un gobierno que cambia las reglas del juego afectando las decisiones pasadas de inversión.
Fe de erratas:
En el artículo pasado debí decir política económica contracíclica; la procíclica es la que acentúa la caída o la expansión. Un lapsus pues.