El 28 de julio, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) presentó los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2020, que tiene entre sus objetivos “proporcionar un panorama estadístico del comportamiento de los ingresos y gastos de los hogares en cuanto a su monto, procedencia y distribución”. Esta encuesta es fundamental, porque nos sirve para explicar cómo ha evolucionado la desigualdad y gastan los hogares, además de que es el insumo para que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) haga la medición de la pobreza, cuyas cifras difundió el jueves pasado.

La ENIGH 2020 informó que el ingreso corriente trimestral por hogar fue de 50 mil 309 pesos, una disminución de 5.8% real con relación al de 2018, lo mismo que los ingresos por trabajo (-10.7%), que los de renta por propiedad (-13.6%) y otros ingresos corrientes (-5.8%); en contrapartida, se observaron alzas de transferencias (8.3%), y dentro de estas las provenientes de programas sociales (50.4%), así como las estimaciones del alquiler de la vivienda (8%), pero que por sus montos no alcanzan a compensar las pérdidas de las principales fuentes de ingresos.

La variación del ingreso corriente por hogar de los deciles respecto a 2018 fue negativa en todos los casos, salvo el I, que creció 1.3%, destacando las bajas de los más altos, IX (-4.9%) y X (-9.2%). Sin embargo, si subdividimos los deciles por tamaño de localidad (urbano o rural), los resultados son peculiares. El ingreso corriente promedio trimestral de hogares urbanos cayó 8.0%, mientras que el de los rurales sube 3.6%. Este comportamiento diferenciado también se presenta por deciles: en todos los urbanos se registran caídas; en todos los rurales, alzas.

Este desempeño dual se explica porque el PIB de actividades primarias sólo cayó -0.5% en 2020, puesto que, al ser esenciales, no interrumpieron sus funciones; a su vez, en las zonas rurales se han concentrado muchos de los programas sociales.

De lo anterior, no extraña que la desigualdad de los ingresos, medida por el coeficiente de Gini, haya mejorado ligeramente entre 2018 y 2020, ya sea con transferencias (0.426 vs. 0.415), o sin ellas (0.475 vs. 0.468). Aun antes de conocer los datos de Coneval, los analistas ya habíamos concluido que la sociedad mexicana era un poco menos desigual, pero más pobre en términos generales.

Por el lado de los gastos, las cosas también fueron bastante desfavorables: el gasto corriente monetario promedio trimestral por hogar en 2020 disminuyó 12.9% respecto a 2018. La caída de algunos rubros fue incluso mayor: educación y esparcimiento (-44.8%), en vestido y calzado (-42%), y transporte y comunicación (-18.9%). Algunos se debieron a que por la baja de ingresos no se pudieron seguir pagando las colegiaturas, y otros a que el confinamiento significó un ahorro forzado.

En sentido inverso, el rubro de salud tuvo un aumento de 40.5% con respecto a 2018, debido a que, ante la escasez de medicamentos, el desborde de las instituciones de salud pública y la desaparición del Seguro Popular, las familias tuvieron que recurrir al gasto de bolsillo, no sólo para atenderse del Covid-19, sino de otras enfermedades que ya no estaban siendo atendidas por la seguridad social. Esto lo confirmarían las cifras de acceso a los servicios de salud, según institución y tipo de acceso de Coneval, puesto que 42.1% de la población estaba afiliada al Seguro Popular (SP) en 2018 y 36.5% al IMSS. Para 2020 el porcentaje afiliado al SP-Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) bajó a 26.9% y al IMSS apenas subió a 37.2%.

Lo anterior influyó en que el porcentaje de la población con carencia por acceso a los servicios de salud subiera entre 2018 a 2020 de 16.2% a 28.2%, y en millones de personas de 20.1 a 35.7. Estos datos generaron un enorme malestar, porque confirmaron que la desaparición del Seguro Popular sin que estuviera funcionando el Insabi resultó desastrosa por el inoportuno surgimiento de la pandemia, que desajustó todo el sistema de salud, y que el desabasto de medicamentos por el fallido esquema de compras y la falta de una logística adecuada para su distribución ha ocasionado que las familias hayan tenido que asumir una gran parte de ese gasto.

Bajo el enfoque de pobreza multidimensional que Coneval sigue por mandato de ley, el porcentaje de población en situación de pobreza entre 2018 y 2020 subió de 41.9% a 43.9%, y en millones de personas de 51.9 a 55.7. Las cifras respectivas para pobreza extrema fueron de 7% a 8.5%, y de 8.7 a 10.5 millones de personas.

Estos resultados no debieran extrañarnos si consideramos que el PIB en México cayó 0.2% en 2019 y 8.3% en 2020, la que representó la peor disminución desde 1932. Adicionalmente, fue uno de los países que menos apoyos dio para enfrentar las consecuencias económicas de la pandemia. En el último monitoreo realizado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre las medidas fiscales en respuesta al Covid-19, México solo aportó 0.7% del producto interno bruto (PIB). Considerando medidas fuera del presupuesto, como programas de garantía de la banca de desarrollo o préstamos a bajo interés (ISSSTE, Fonacot, Fovissste), se agregaría otro 1.2%. Estos son los datos que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y el Banco de México (Banxico) le dieron al FMI, por lo que no hay otros.

Si nos centramos en lo que pasó en 2019 y 2020, aunque el salario mínimo subió de manera significativa y hubo un mayor gasto social, esto no alcanzó a compensar las reducciones del ingreso por trabajo, provocadas por el mayor desempleo, subempleo y por los ajustes salariales que realizaron las empresas para mantener al personal, sin considerar la cancelación de prestaciones y otros beneficios laborales (vacaciones forzadas, es decir sin pago, por ejemplo).

Así, el porcentaje de población que se ubica por debajo de la línea de pobreza por ingresos subió de 49.9% a 52.8%, y en millones de personas de 61.8 a 66.9 entre 2018 y 2020. Esta es la molesta realidad que capta la ENIGH y que es el insumo para la estimación de la medición multidimensional de la pobreza.

Algunas de las recomendaciones de Coneval resultan muy pertinentes: mejorar la progresividad de las transferencias públicas para apoyar prioritariamente a los hogares de menores ingresos, y fortalecer los programas que buscan disminuir el abandono escolar; es urgente que la transición al Insabi asegure la atención efectiva de la población, transitar hacia un sistema de seguridad social no contributivo, integral y universal -que no se podrá lograr si el Estado no cuenta con recursos para hacerlo realidad mediante una reforma fiscal-, fortalecer la atención a la población en situación de pobreza urbana, que fue la más afectada en este periodo.

Sin embargo, no hay esperanza de cambio, y lo lamento. La política fiscal seguirá teniendo un enfoque básicamente recaudatorio, y no para promover el crecimiento. Algunas de las propuestas para estimular la inversión y el gasto público con un enfoque procíclico no se podrán realizar porque estamos atrapados en una lógica de reducción del déficit público. Tampoco hay recursos para implementar un sistema universal de salud y, mucho menos, para un seguro de desempleo o una propuesta de ingreso mínimo vital, como lo sugirieron, entre otros, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

La política monetaria seguirá centrada en el objetivo de contener la inflación con mayores tasas de interés, sin considerar los factores colaterales en el crecimiento y el empleo. Se reitera que la disciplina fiscal y monetaria es la única receta posible, y se exhorta a no seguir el “mal” ejemplo de Estados Unidos.

ADENDA

1) Por cierto, el enorme paquete de infraestructura aprobado por el Senado en la semana será financiado con una reforma fiscal progresiva posterior.

2) La inflación al consumidor de julio en tasa anual fue de 5.81% contra 5.88% en junio, pero la subyacente siguió subiendo de 4.58% a 4.66%. Por su parte, la inflación al productor total en julio fue más baja que la de junio (6.43% contra 7.13%), interrumpiendo la tendencia ascendente; sin embargo, sigue siendo elevada, lo mismo que la de insumos intermedios (9.57%), por lo que la Junta de Gobierno hoy tendrá una decisión dividida de nueva cuenta, pero creo que subirá en 25 puntos base la tasa de referencia, porque está en su naturaleza, como la fábula del escorpión y la rana.

Catedrático de la EST-IPN 
Email: pabloail@yahoo.com.mx 

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