Ben Bernanke, Douglas Diamond y Philip Dybvig fueron distinguidos como ganadores del premio Nobel de Economía 2022 por haber "mejorado de manera significativa nuestro entendimiento sobre el papel de los bancos en la economía, en particular durante las crisis financieras, así como la forma de regular los mercados financieros".

La discusión se centró en Bernanke, quien fue presidente de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos (EU) entre 2006 y 2014, ya que le tocó enfrentar la crisis financiera de 2008 y algunos de los críticos le atribuyen responsabilidad en lo sucedido.

El jurado reconoció a Bernanke por su análisis de “la peor crisis económica de la historia moderna”, esto es la Gran Depresión de la década de 1930; mientras que a Diamond, profesor de la Universidad de Chicago, y Dybvig, académico de la Washington University de St. Louis, fueron distinguidos por mostrar como un efecto en cadena de ahorradores que retiren de manera simultánea sus recursos pueden generar el colapso del sistema bancario, entre otros aspectos.

La intervención de Bernanke para enfrentar la crisis económica financiera de 2008-2009 fue determinante, porque habiendo estudiado lo que sucedió con la Gran Depresión de 1929-1933, estaba preocupado de que los errores de política económica que se cometieron en ese entonces se repitieran. El expresidente de la Fed fue determinante para convencer a los países del G20 y del Fondo Monetario Internacional (FMI) de actuar conjuntamente bajando agresivamente las tasas de interés, agregando liquidez a través de los Quantitative Easing (QE) e incrementando fuertemente el gasto público en esa coyuntura, rompiendo con la ortodoxia de la política económica predominante.

No faltaron los alarmistas que dijeron que las decisiones generarían una hiperinflación y en realidad gracias a la determinación que asumió el extitular de la Fed, la economía mundial pudo superar un momento muy complicado en el que el sistema bancario estuvo amenazado por una crisis sistémica. Es cierto que Bernanke no previó la crisis que se avecinaba por el uso fraudulento de los préstamos subprime, ni tampoco las calificadoras de riesgo evaluaron adecuadamente a los instrumentos financieros; pero la desregulación bancaria decretada en 1999 y la ingenua idea de que los mercados se autorregulan era dominante en aquella época, por lo que el esquema institucional tampoco permitía intervenir.

Pero, sin las políticas recomendadas por Bernanke, el sistema financiero internacional hubiese colapsado y caído en un riesgo sistémico. Su comprensión de lo ocurrido en la Gran Depresión del Siglo XX, fue de gran utilidad para rescatar a la economía mundial de un desastre. Creo que el reconocimiento es más que merecido, pero no va a faltar quien opine lo contrario, especialmente los economistas cercanos al monetarismo.

Pasada la emergencia, el FMI presionó a los países para que aplicaran políticas de consolidación fiscal. En el caso de México, el organismo fue tolerante con el gobierno de Peña Nieto y solo hasta 2016 comenzó a exigir medidas al respecto.

Con la reciente recesión ocasionada por la pandemia por la enfermedad de Covid-19, el FMI volvió a proponer políticas expansivas agresivas. Pero en esta ocasión, la inflación se disparó fuertemente, porque la perspectiva de que, pasada la emergencia, se restablecerían las cadenas de suministro y la demanda volvería a retroceder no se cumplió. Ello no sucedió, en parte, porque el proteccionismo comercial, los efectos prolongados de las interrupciones de la producción y los conflictos geopolíticos, combinados con las sequías ocasionadas por el cambio climático, ocasionaron un fuerte repunte generalizado de los precios, que los expertos no contemplaron oportunamente.

Ahora el FMI alerta que la fuerte alza de tasas de interés pudiera provocar que los países altamente endeudados cayeran en moratoria. En este sentido, las recomendaciones del organismo han sido contradictorias, porque hace dos años sugería a los países endeudarse para sacar a sus economías de la recesión.

En conclusión, aplicar la misma medicina que en la Gran Recesión, como se le conoce al 2008-2009, hoy en día no fue lo más adecuado, pero eso no es culpa de Bernanke. Retrospectivamente es fácil decirlo ahora y es comprensible que los organismos internacionales no quisieran correr riesgos. Sin embargo, pensar que los bancos centrales no seguirán subiendo las tasas de interés para no provocar una recesión, resulta una falsa esperanza, aunque no faltará quienes crean que todavía es posible.

ADENDA

1) La renuncia de Tatiana Clouthier y la llegada de Raquel Buenrostro a la Secretaría de Economía fue realmente paradójica, puesto que, si bien la extitular no contaba con una formación sólida en la materia, tenía a su favor los referentes familiares que le permitían tener una buena interlocución con los empresarios; exactamente lo contrario de quien arriba al cargo. Al viejo estilo de la política mexicana, Tatiana le echa la culpa a la jauría y exime al presidente del desgaste.

2) El FMI bajó las proyecciones económicas para 2022 y sobre todo para 2023, advirtiendo que lo peor está por venir planteando un escenario recesivo. El funcionamiento de la economía mundial dependerá de tres factores clave: la política monetaria en respuesta a la inflación elevada, el impacto de la guerra en Ucrania y las repercusiones de la pandemia en el desabasto y la ruptura de las cadenas de suministro.

3) Las apuestas para que la Fed suba 0.75% la tasa de referencia en noviembre, son muy altas a pesar de las elecciones intermedias, donde los republicanos amenazan con controlar la Cámara de Representantes.

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Catedrático de la EST-IPN
Email: pabloail@yahoo.com.mx

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