Las universidades desempeñan un papel fundamental en la sociedad, no solo como instituciones educativas, sino también como agentes de cambio y transformación. Por ello, contar con universidades de calidad no es suficiente. La gran mayoría de ellas se desarrolla en contextos diversos, desiguales y multiculturales, por lo que tienen la obligación de ser innovadoras, inclusivas y responsables. La responsabilidad social de las universidades se refiere justamente a su obligación de contribuir al bienestar y el desarrollo de la sociedad. Implica reivindicar el carácter humanista de la educación superior, en función del cual ella debe estar orientada a la formación integral de personas, ciudadanos y profesionales, capaces de abordar con responsabilidad ética, social y ambiental los múltiples retos implicados en el desarrollo de nuestros pueblos, y participar activa, crítica y constructivamente en la sociedad. Conlleva también la promoción del respeto y la defensa de los derechos humanos, incluyendo: el combate contra toda forma de discriminación, opresión y dominación; la lucha por la igualdad, la justicia social, la equidad de género; la defensa y el enriquecimiento de nuestros patrimonios culturales y ambientales; la seguridad y soberanía alimentaria; la erradicación del hambre y la pobreza y el diálogo intercultural con pleno respeto a las identidades. En resumen, es responsabilidad de las universidades la promoción de la justicia social y no ser meramente escuelas de formación de capital humano para el mercado laboral. Es decir, están obligadas a contribuir a la transformación de las estructuras de injusticia y desigualdad de nuestras sociedades a partir de los ámbitos de actividad que le son propios, justo lo que la narrativa y el discurso trumpista ha estado cuestionando y atacando las últimas semanas.

La responsabilidad social de las universidades es crucial en cualquier momento, pero se vuelve aún más importante en contextos de polarización política y social, como el que promueve el presidente Donald Trump en Estados Unidos. La retórica divisiva y polarizadora de Trump puede crear un entorno hostil para la discusión y el debate en las universidades. Puede llevar a una mayor polarización y división entre los estudiantes, profesores y personal, lo que puede afectar la capacidad de las universidades para promover la responsabilidad social. Los ataques de Trump a la ciencia y la investigación pueden socavar la credibilidad y la autoridad de las universidades en estos campos. Esto puede afectar la capacidad de las universidades para realizar investigaciones y desarrollar soluciones innovadoras para problemas sociales y ambientales. Las políticas de Trump sobre inmigración y diversidad pueden limitar la capacidad de las universidades para promover la diversidad y la inclusión en sus campus. Aún más alarmante, es que la narrativa de Trump sobre la educación como un bien de consumo puede presionar a las universidades para que se enfoquen más en la mercantilización de la educación que en la responsabilidad social. Esto puede llevar a un mayor énfasis en la formación de habilidades y competencias para el mercado laboral, en detrimento de la formación ciudadana y la responsabilidad social.

Las universidades enfrentan el reto de asumir su responsabilidad social a pesar de la narrativa adversa vigente y de las acciones que buscan minar su capacidad como agentes de cambio social. A pesar de la adversidad política coyuntural, deben encontrar las estrategias pertinentes que les permitan mantener la promoción de la diversidad y la inclusión, fomentar el pensamiento crítico y la reflexión, abordar problemas sociales y ambientales, y proteger la libertad académica. Para lograr ese propósito, hoy más que nunca, las universidades deben cuidar su coherencia institucional, asegurando que sus acciones y discursos en valores como la justicia, la igualdad y la transparencia, sean consistentes en todas sus áreas; deben ocuparse en formar ciudadanos responsables y capaces de participar adecuadamente en las instituciones democráticas; deben gestionar estratégicamente su responsabilidad social, relacionándola con la competitividad académica y el desarrollo sostenible. Mucho ayudará también que las universidades realicen acciones que reflejen su compromiso con la transparencia, que sean un modelo en la rendición de cuentas a la sociedad sobre su quehacer institucional; que promuevan y mantengan un diálogo permanente con sus grupos de interés, incluyendo estudiantes, profesores, personal administrativo y la comunidad en general. Finalmente, será importante que las universidades desarrollen proyectos que tengan un impacto positivo en la sociedad, abordando problemas sociales y ambientales; que sean escrupulosas en el cumplimiento de la ley y en el respeto a los derechos humanos. Las universidades deben realizar estas acciones y otras para hacer valer su responsabilidad social en contextos adversos, so pena de perder su esencia y su razón de ser, y de dejar de contribuir significativamente al bienestar y desarrollo de nuestros pueblos.

Especialista en Teoría Política y Democrática.

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