Con el nuevo gobierno, México empezó a asomarse a una realidad totalmente distinta de las que se reeditaron cada sexenio a lo largo de casi todo un siglo. La sociedad parece no tener percepción, explicación ni comprensión cabal de lo que está ocurriendo. Pero como embebida, mantiene la esperanza de que las promesas por las que tanto esperó y votó, se están procesando y que es cuestión de tiempo para ver y sentir el cambio.
Este, cuyas piedras angulares son el combate a la corrupción, el abatimiento de la criminalidad y el crecimiento de la economía, como es evidente y lógico, no dan resultados extraordinarios todavía. Pero como grandes obstáculos que son para mejorar, han sido visualizados y se dan pasos cada día para derribarlos y tener resultados tangibles.
En el primer punto, toral porque el robo sin pudor y sin límite a las arcas públicas por parte de funcionarios y de no pocos empresarios hundieron al país en la marginación, la pobreza y el atraso, la voluntad presidencial por detener esa sangría es más que patente.
Algunos de los más notorios saqueadores y/o sus cómplices, están en la cárcel y/o son investigados. El último ejemplo es el del exlíder petrolero, Carlos Romero Deschamps. Esta batida, que seguro continuará, es quizá uno de los motivos que más satisfacción causan a la gente. Se profundizaría, si se recobra algo de la inimaginable riqueza mal habida.
Por lo que respecta a la inseguridad, la institucionalización de la Guardia Nacional es prueba de la voluntad del presidente Andrés Manuel López Obrador de pacificar y reordenar a México. Pero no hay que olvidar que el país que recibió estaba contaminado en su totalidad por la corrupción-delincuencia-impunidad-reincidencia-insolencia, con la que se formó una cultura, y que revertirla llevará tiempo.
Como nunca, el país que recibía un presidente, estaba convertido en escombros, producto de todas las formas de excesos e infamias de una élite rapaz, capaz de reproducirse puntualmente cada seis años, lo cual apunta a terminar con la Cuarta Transformación.
Sentadas las bases para que servidores públicos, empresarios y comunidad en general acepten y abracen nuevos comportamientos en sus respectivas actividades, la búsqueda de recuperación y crecimiento de la economía tendrán fundamentos más sólidos.
Que ahora el titular del Poder Ejecutivo sea quien, perseverante e incansable dicte la agenda nacional cada mañana; que desactive todas las “bombas” que desde distintos ángulos se lanzan contra su gobierno; que sus acciones y decisiones, buenas o malas, loables o cuestionables sean las que finalmente imperen, derivan al menos de que: a).- Tiene todo el poder en sus manos, y b).- Que aún cuando no haya una comprensión colectiva de sus actos, la sociedad confía en que sabe lo que decide y lo respalda sin taxativas.
Conocedor profundo de la psicología del mexicano, lo cual deben envidiar muchos; visionario, calculador y preciso en cada uno de sus movimientos, se mantiene en niveles de aceptación históricos y hasta se da el lujo de haber promovido una reforma constitucional para la revocación de su mandato. Tan seguro está de que hará realidad lo prometido.
Y si llega a tener la virtud de escuchar, mostrar más inclinación al diálogo y al consenso y apela a estas herramientas para afrontar la inseguridad y mejorar la economía, tendrá todo el apoyo para cambiar a un país harto de los excesos, las ofensas, la prepotencia, la soberbia y el enriquecimiento brutal e ilícito, de una clase política desprestigiada a nivel mundial que debe quedar en el pasado… y nunca más volver.
SOTTO VOCE…
La caída de Carlos Romero Deschamps, es sólo el inicio… Santa Lucía ¡va porque va!... La reacción de los soldados en Tepochica fue circunstancial como indispensable.