La crisis sanitaria causada por la Covid-19 tiene grandes implicaciones, ya que no sólo ha traído y traerá consecuencias en nuestra realidad inmediata (nuestra forma de vida, bienestar, salud, trabajo, familia) sino también en las ciudades que habitamos, en la situación política, social y económica de nuestro país, e incluso a nivel planetario. Esto se debe a que la pandemia es un hecho histórico que va mucho más allá de una crisis de salud para convertirse en una crisis civilizatoria, como ya lo ha indicado el Dr. Enrique Leff en otros espacios.
Es así porque la pandemia ha puesto de manifiesto el profundo desgaste del sistema capitalista neoliberal que domina no sólo la economía sino también muchos otros aspectos de nuestras vidas, desde los alimentos que comemos, el acceso que tenemos a servicios básicos, los valores que defendemos, la forma en que vivimos el día a día, hasta la relación que sostenemos con la naturaleza y las otras especies que viven en nuestro planeta.
La Covid-19 nos ha mostrado cuán vulnerables este sistema nos ha hecho, somos sociedades profundamente desiguales, donde no tenemos garantizado ni el acceso a servicios médicos de calidad en todas las regiones del país ni para todas las personas; muchas y muchos de nosotros hemos interiorizado tanto la necesidad de consumir (sea para manejar nuestras emociones o para sentir que ganamos estatus), que a la primera señal de apertura hacemos largas colas para comprar ropa de moda (véase el ejemplo de Francia http://eluni.mx/98soozysk ) o para comprar comida rápida (véase el caso italiano https://www.thelocal.it/20200507/traffic-jams-across-italian-cities-as-mcdonalds-reopens-under-phase-two con las filas afuera de estos restaurantes).
Así también, la Covid-19 ha mostrado cómo el modelo actual de producción y consumo, basado en la explotación de la gente y de la naturaleza, nos está llevando a una crisis ambiental y climática tanto o más grave que el coronavirus, cuyos efectos se expresan por ejemplo en el surgimiento de nuevas enfermedades zoonóticas (como lo es el Covid-19) que nacen de la comercialización de especies salvajes, de la deforestación de hábitats e incluso de la producción industrial de carne. A esto se suman los altos niveles de contaminación atmosférica que se mantienen en nuestras ciudades a pesar de que el tráfico ha disminuido, la contaminación es tal que se requiere mucho más que un par de meses sin actividad para poder combatirla.
Ahora que nuestros gobiernos a lo largo del mundo, y México no es la excepción, se plantean planes para volver a la “normalidad” cuando el confinamiento acabe, se vuelve sumamente necesario que partamos de un cambio de paradigma que nos permita hacer las cosas de forma distinta, manteniendo en el centro el bienestar de las personas y la salud del planeta, y no el enriquecimiento de unos cuantos en detrimento de los demás y de la naturaleza.
Para lograrlo necesitamos una transformación sistémica que cambie de raíz las estructuras que nos dominan, la forma en que hacemos las cosas, la manera en que consumimos, en que nos relacionamos con las otras personas y con el medio ambiente. En un mundo dominado por el capitalismo, optar por alimentos locales, sanos y agroecológicos en lugar de la comida chatarra que nos venden las grandes empresas es un acto transgresor; impulsar la producción y el consumo local, ecológico y a pequeña escala en lugar de seguir apostándole por la producción industrial y el consumo masivo es un acto revolucionario; también lo es impulsar las energías renovables en vez de seguir atados al pasado oscuro de los hidrocarburos. Asimismo, debemos apostar por la movilidad activa (uso de bicis o caminar) y no por el uso del automóvil, así como fortalecer nuestras comunidades y ampliar la resiliencia y autosuficiencia de nuestras ciudades en lugar de seguir dependiendo de los intereses empresariales y políticos que nos hacen dependientes, desiguales y vulnerables.
Por esto, cualquier plan de recuperación nacional post-covid 19, de vuelta a la “nueva normalidad”, debe basarse en el bienestar de la personas (empleos dignos, salarios justos, respeto a los derechos humanos, alimentos sanos, medios de transporte dignos, participación ciudadana, transparencia de las autoridades, etc.) y en la protección de nuestro planeta (energías renovables, prohibición de plásticos de un solo uso, transporte limpio, producción agroecológica, etc.).
La recuperación económica y la salida de la pandemia no deben nunca justificar prácticas contra el medio ambiente, como la apuesta por los hidrocarburos o el retorno de los plásticos de un solo uso, ya que la crisis ambiental (climática y de pérdida de biodiversidad) se cierne sobre nosotras (os) y si no tomamos medidas urgentes ahora, nos golpeará muy fuerte en el futuro cercano. Es decir, necesitamos una recuperación verde y justa ( https://www.greenpeace.org/mexico/noticia/4308/por-una-recuperacion-justa-y-verde/ ) para todas y todos, una “nueva normalidad” que sea realmente transgresora.
Especialista en Consumo responsable y cambio climático de Greenpeace México