Por: Baruc Mayen
Fotos: Especial
Montserrat Castro Narváez nació el 12 de diciembre. Durante años luchó contra ella misma hasta que un día se aceptó tal cual es. A sus 23 años es seleccionada nacional de voleibol, estudia Medicina del Deporte y en sus ratos libres apoya a niños con diversas discapacidades. Cuando salió de la preparatoria, 80 universidades de Estados Unidos compitieron para que la joven mexicana eligiera estudiar en alguna de ellas, pero sólo dos lograron ser seleccionadas. “No me gustaba ser alta y por eso me molestaban; después entendí que era una bendición”, afirma orgullosa acerca de sus 1.96 metros de estatura.
En ocasiones aún desea no ser tan alta, pero al recordar todas las puertas que su estatura le ha abierto vuelve a sentirse en paz consigo misma.
Al igual que su papá, Montse entró al mundo del deporte con el basquetbol. “Yo siempre le digo que soy el hijo que siempre quiso y que nunca tuvo”, bromea, pues sus hermanos no practican ninguna disciplina. Después de eso quiso ser porrista, pero las lesiones y los consejos de su mamá la hicieron cambiar de opinión.
Llegó al voleibol por casualidad a los 15 años. Ella estudiaba la preparatoria en el Centro Escolar Yaocalli de la Universidad Panamericana y un día al equipo de la escuela le faltaba una integrante, por lo que la entrenadora invitó a Montse a jugar.
“Fui y me encantó”, recuerda mientras ríe. No hubo vuelta atrás, quedó cautivada por este deporte.
Tan rápido como entró a esta disciplina elevó su nivel de juego. En menos de un año se convirtió en seleccionada nacional. Participó en el Mundial sub-20 en Puerto Rico, en el torneo sub-20 de la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Voleibol (NORCECA, por sus siglas en inglés) en República Dominicana y el NORCECA de la selección mayor en Perú.
Su carrera deportiva despegó al mismo ritmo que Montse se distanció de su familia. “Mis papás nunca me vieron jugar en persona cuando estuve en la selección”, recuerda con voz triste.
A causa de las competencias, su familia podía verla sólo a través de las pantallas que transmitían los partidos vía internet.
Además de ser una atleta de alto rendimiento, la joven mexicana destaca por su notable desempeño académico. Su talento en la cancha y en las aulas la han colocado como una reconocida jugadora y estudiante en Texas, Estados Unidos.
“Para nada me imaginé estar donde estoy”, afirma con asombro. Ella pensaba estudiar Medicina en la Universidad Panamericana, graduarse y ser vecina de su familia por mucho tiempo. Todos estos planes se alteraron cuando recibió 80 ofertas de beca completa de universidades en Estados Unidos. En ese momento enfrentó uno de los problemas más complejos de su vida.
Con el paso del tiempo, Montse aprendió a lidiar con la lejanía y el hartazgo.
“Cuando siento ganas de renunciar les llamo a mis papás, eso siempre me regresa a la Tierra”, explica.
Algo que ayudó a la joven mexicana a sobrellevar esta transición fue que al llegar a Estados Unidos no recibió comentarios ni actitudes discriminatorias: “Tuve la fortuna de que toda la gente que he conocido me ha recibido con los brazos abiertos, nunca me han hecho el feo”.
Ella explica que cuando entró a estudiar a Texas A&M vivió en la College Station, una ciudad muy pequeña en la cual no suele haber muchos estudiantes internacionales. A pesar de ello, los habitantes le ayudaron a comprender el idioma y a entender las costumbres locales.
Posteriormente, al llegar a San Antonio para estudiar en la Universidad de Texas en San Antonio (UTSA), Montserrat se percató de que gran parte de la población es originaria de países latinoamericanos. “Eso también me ha ayudado mucho a que no extrañe tanto [México]”, dice convencida.
A pesar del amable recibimiento en el extranjero y del apoyo de su familia, Montse tuvo que superar otros obstáculos que, en ocasiones, amenazaron con poner fin a su carrera.
La primavera del año pasado su trayectoria como deportista universitaria estuvo a punto de terminar. En un entrenamiento se arrojó para salvar un balón y cayó sobre su brazo derecho. Su hombro se dislocó y el tendón de su bíceps se desgarró.
Le practicaron una cirugía que exige ocho meses de recuperación. Ella estaba consciente de que eso sólo significaba una cosa: se perdería su última temporada como voleibolista universitaria en la UTSA. “Yo ya me había resignado”, recuerda con lástima.
Contra todo pronóstico, y gracias al esfuerzo de ella y del equipo médico, la joven se recuperó tanto física como mentalmente dos meses antes de lo previsto, por lo cual pudo portar la camiseta anaranjada de su equipo y disputar algunos partidos.
Al hablar sobre el partido más memorable de su carrera, refiere a un encuentro entre la UTSA y Florida.
Ese encuentro fue clave en su trayectoria no sólo por la intensidad que se vivió en la cancha, sino porque fue el primer partido que sus papás pudieron ver en persona: “Me encantó que pudieran venir, porque yo juego por ellos, son la razón de la mayoría de las cosas que he logrado”.
Ayuda a otros
Además de cumplir con sus actividades académicas y deportivas, Montse apoya a las personas que más lo necesitan. Actualmente ayuda a una organización que da clases y fomenta el deporte a niños con discapacidades; también es tutora de otros estudiantes atletas de su universidad.
En su segundo año de estudios colaboró con Aggies CAN, un programa de recolección de comida enlatada y donaciones monetarias para el banco de comida local. Además, asistió a un viaje de misiones en Haití junto con 10 deportistas de la institución.
En 2019 ganó el Premio Espíritu de Servicio de Otoño por participar en actividades como leer para niños en un hospital local, servir comida a personas sin hogar y ayudar en el almacén del Banco de Alimentos de San Antonio. También fue nominada por el equipo de su escuela para ganar el premio Woman of Honor que otorga la asociación Women of Honor at UTSA a mujeres ejemplares de la comunidad.
Respecto a estos premios, la joven explica que le parece algo muy extraño: “No entiendo cómo es que dan premios por ayudar a gente, uno hace algo para beneficiar a las personas y ya. Yo no lo hago por los reconocimientos”.
Actualmente quiere estudiar una maestría en Negocios para establecer una clínica de terapia ocupacional en Estados Unidos, la cual consiste en ayudar a personas con enfermedades o discapacidades a ser independientes. Quienes se dedican a ello auxilian a la gente para desempeñar sus actividades cotidianas, desde amarrarse las agujetas hasta preparar comida.
“Quiero empezar mi clínica aquí en Estados Unidos y una vez que ya tenga un avance me gustaría llevármela a México, porque nos hace falta algo así allá”, afirma.
Con esto, Montserrat ayudará a niños y deportistas que realizan la transición al deporte paralímpico. Siempre ha visto esta modalidad con gran admiración, además de que una persona cercana a ella vivió esta situación: “Conocer a alguien que haya pasado por eso y que ahora esté en el equipo paralímpico de voleibol nacional me motivó a hacer lo que quiero hacer”.
Cada una de sus actividades significan, para ella, una declaración de que los mexicanos pueden hacer siempre algo más y tener el más alto nivel en todo: “Es un gran orgullo poder decir que soy mexicana, que estoy haciendo estas cosas acá en Estados Unidos y que no he terminado”.